El legado español en el campo biomédico está a la altura de los países más industrializados. Sin embargo, su peso específico en el mundo está siempre relegado a nn segundo plano.
El modelo español
Recientemente, el pasado 26 de junio, España alcanzó el récord de trasplantes, con 36 procedentes de 14 donantes fallecidos y 4 vivos. La Organización Nacional de Trasplantes (ONT) consiguió en un día articular 22 transplantes de riñón, once de hígado y tres de pulmón, involucrando a 27 hospitales de ocho comunidades autónomas. Cifras parecidas, algo inferiores, se consiguieron en 2009. No es un hecho puntual ni aleatorio. Y, aunque no se trate de investigación biomédica, sino de un modelo organizativo de una tarea sanitaria, expresa un potencial en la consecución de objetivos en cuanto a mejora de la salud colectiva de gran envergadura. No en vano el modelo español de trasplantes, dirigido por Rafael Matesanz, es puesto como ejemplo en los cinco continentes.
Lucha contra el cáncer
A lo largo de las últimas décadas muchos científicos españoles han despuntado en terrenos biomédicos, ya sea desdenuestro país o exiliados en otros países. Mariano Barbacid, un destacado bioquímico y oncólogo español, consiguió aislar por primera vez el oncogen humano H-ras mutado, un gen humano capaz de causar cáncer de vegija. Contribuyó así a profundizar las bases moleculares del cáncer. Tuvo que dejar de ser director del CNIO cuando se le impidió utilizar los conocimientos y patentes de la institución para producir fármacos. Un auténtico coto privado de las farmacéuticas. La actual directoral del CNIO, Mª Antonia Blasco, estuvo a punto de conseguir el premio Nobel de Medicina en 2009. El que sí que consiguió fue el Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal 2010 en el área de Biología. La Dra Blasco trabajó junto a Carol W. Greider en su descubrimiento del papel del enzima telomerasa en el acortamiento de los telómeros de los cromosomas en cada división celular, descubrimiento que ha llevó a esta última a lograr el susodicho Nobel en 2009. La Dra. Blasco fue la primera en caracterizar la enzima telomerasa y ha dedicado su vida a su estudio y sus implicaciones en el cáncer.
Fue un físico, Antonio Bru, profesor de la Complutense de Madrid, quien estudió en los años 90 el modo en que universalmente crecen los tumores sólidos. El resultado fe el desarrollo de un tratamiento capaz de revertir un cáncer hepático en un enfermo terminal. Curo a otro enfermo terminal. La publicación de los resultados fue una auténtica “bomba” para la oncología oficial y la opinión pública. Afirmaba que el cáncer avanzado se puede tratar y curar si se consigue una inflamación peritumoral persistente usando un factor de crecimiento de neutrófilos (G-CSF) para que estos rodearan, bloquearan el crecimiento del tumor en sus puntos sensibles y indujeran su desaparición. Muchos enfermos de cáncer en situación terminal reclamaron el uso compasivo del tratamiento. Neurobiología
Parece que la estela de Ramón y Cajal (Nobel de Medicina en 1906) y sus trabajos pioneros en el campo de la neurología, ha dejado deslumbrantes estrellas en su camino. Dos ejemplos son sin duda los trabajos del científico español José Manuel García Verdugo, de la Universidad de Valencia, y Almudena Ramón Cueto, del CSIC, que han contribuido a revolucionar el campo de la regeneración neuronal. «La producción científica médica española también tiene un ojo puesto en las llamadas enfermedades olvidadas»
José Manuel García Verdugo, en colaboración con el mexicano Arturo Álvarez-Buylla, de la Universidad de California (EE.UU.), demostraron la existencia de neurogénesis en el cerebro humano adulto (1998). Acabaron por tanto con la idea dominante de que el cerebro, después de nacer, no puede crear neuronas destruidas por lesión, envejecimiento o enfermedad. Un año más tarde encontraron que la neurogénesis es producida por células madre neurales y tras otros cinco años descubrieron la fuente original de dichas células madre neurales. Además, lo hizo con una técnica potencialmente útil para poder manipularlas para reparar tejidos dañados por enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer.
Por otro lado, en febrero de 2.000 un grupo de investigadores españoles culminó varios años de trabajo con la restauración de la capacidad de andar en ratas parapléjicas, que tenían la médula espinal seccionada. Encabezados por la investigadora Almudena Ramón Cueto, directora de la Unidad de Regeneración Neural en el Instituto de Biomedicina de Valencia del CSIC, habían conseguido ya en 1998 la regeneración parcial en ratas de los axones medulares, los “cables” de las neuronas que transmiten las órdenes del cerebro por la médula. Demostraron por primera vez que los axones tenían capacidad de crecer, de regenerarse. Hasta entonces se asumía que los axones medulares no tienen capacidad de regeneración y, por tanto, que el único destino de los lesionados medulares era la silla de ruedas. Partiendo de este hallazgo, en el 2000 implantaron las células de la glía envolvente en el punto donde la médula de más de dos decenas de ratas estaba dañada y demostraron que eran capaces de regenerar la fibra nerviosa y recuperar las conexiones nerviosas. Consiguieron la mayor regeneración descrita nunca en mamíferos adultos. Las ratas recuperaron la movilidad y cierta sensibilidad. La imagen de las ratas escalando por la reja de sus jaulas dio la vuelta al mundo. En todos los casos el trasplante les permitió volver a subir rampas de hasta 90º de inclinación. Y lo más sorprendente, la financiación venía de un empresario del calzado de Elche que pretendía encontrar una cura para su hijo ingresado en el Hospital de Parapléjicos de Toledo.
La estela de otro premio Nobel, este de Medicina, Severo Ochoa, también ha dejado estrellas brillantes. Margarita Salas, Licenciada en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense de Madrid, ha publicado más de 200 trabajos científicos. Fue discípula de Severo Ochoa, con el que trabajó en los Estados Unidos. En la actualidad (2012) es Profesora Ad Honorem en el Centro de Biología Molecular «Severo Ochoa» centro de investigación mixto del CSIC y de la Universidad Autónoma de Madrid, donde sigue trabajando con el virus bacteriófago Phi29, el cual infecta una bacteria no patógena, Bacillus subtilis, de gran utilidad en la investigación en biotecnología
Enfermedades olvidadas
La producción científica médica española también tiene un ojo puesto en las llamadas enfermedades olvidadas. Para muestra, dos botones. Pilar Mateo Herrero Científica, empresaria y humanista nacida en Valencia, España está comprometida en la lucha contra la pobreza, es la creadora de una nueva tecnología en forma de pintura, Inesfly, (producto elaborado por Industrias Químicas Inesba S.L.) “la pintura que salva vidas”, evita el chagas, una enfermedad asociada a la pobreza que causa 43.000 muertes al año, que la padecen más de 20 millones de personas en el mundo y están en riesgo otros 100 millones. es una pintura insecticida y acaricida que presenta los ingredientes activos “micro encapsulados” en una matriz activa de resina y carbonato cálcico, lo que le confiere una gran persistencia, ya que permite una liberación gradual de los mismos dependiendo de las condiciones climáticas. Es la única en el mundo que incorpora inhibidores de quitina o reguladores de crecimiento, ecológicamente aceptable que resulta ser eficaz para controlar directamente la presencia de artrópodos, y por tanto las enfermedades que éstos transmiten.
Por otro lado, el científico Pedro Alonso, se ha convertido en un investigador de referencia mundial en el campo de la malaria. Ha augurado que la vacuna contra esa enfermedad, que afecta a millones de niños africanos, se podrá administrar de forma generalizada en el África subsahariana en el 2015. «Es un enorme hito. Conseguir una vacuna contra la malaria era realmente el grial de la ciencia médica».
El único límite que se pone a la ciencia española para ir por delante es el que se impone a España y al pueblo español para reducirnos a mera subsidiaria de otros. “Que investiguen ellos…”