El Observatorio

Canon de cámara oscura

Un androide protagoniza y narra la última novela de Enrique Vila-Matas, un texto que propone qué literatura salvar ante el naufragio que viene

Aunque el “fondo” suele cambiar muy poco, y remacha una y otra vez los temas que han hecho única, distinta y revolucionaria su obra, cada nueva novela del escritor barcelonés lleva siempre impreso un significativo engarce con el presente, respira un poderoso aire de actualidad y no duda en mojarse sobre los asuntos más candentes del mundo contemporáneo.

Por eso no debería sorprendernos en exceso descubrir que la nueva novela que acaba de publicar en Seix Barral, y que lleva por título Canon de cámara oscura, tenga como insólito narrador a una especie de androide barcelonés, una prematura forma de Inteligencia artificial, a la que un escritor maldito -¿el último de su estirpe?-, para el que trabajó como siervo antes de acceder a la condición de colaborador y sucesor, le ha legado el encargo de elaborar un Canon literario que rompa moldes , un Canon desplazado, intempestivo, disidente de cualquier otro, un Canon que, en definitiva, es el que Vila-Matas, sin querer queriéndolo, lleva proponiendo y defendiendo desde su irrupción en el campo literario español, un campo, que sobre todo en su rama peninsular, es absolutamente disruptivo y ajeno a lo que preconiza el mundo oficial, académico o ese gran tótem, el Mercado.

Vidal Escabia, el androide barcelonés -perteneciente a la marca de los Denver-7, fabricados por una multinacional para durar 4 años, pero al que un evento fortuito, el “Gran Apagón” de Barcelona, les ha permitido no solo subsistir, sino incluso ir “humanizándose” y hasta reproducirse-, hereda como misión de su maestro Altobelli la tarea de seleccionar y sacar a la luz cada mañana un fragmento de un texto literario para ir conformando ese Canon. Esos fragmentos, que el recolector considera la esencia misma de lo literario, no solo van conformando dicho Canon, sino que al tiempo que emergen y se seleccionan van influyendo y configurando la vida y la propia escritura del antólogo, se van, por así decirlo, “encarnándose” en su propia vida y en su mundo. Pues en ellos busca la razón de ser que justifique a la propia literatura, y a la vida, en definitiva.

Un androide protagoniza y narra la última novela de Enrique Vila-Matas, un texto que propone qué literatura salvar ante el naufragio que viene

Esta búsqueda de la esencia de la literatura, de su justificación última, y de su papel en la justificación de la propia existencia, convive en el libro con otra búsqueda paralela y no menos crucial para el narrador: recuperar a su hija Ryo, su afecto y su presencia, rotos después de la muerte por suicidio de la madre, Aiko, los dos tienen la oscura sombra interna de que esa muerte se pudo evitar.

La novela discurre en un espacio temporal mínimo, ¿dos, tres días?, pero sus 220 páginas nos llegan a parecer insuficientes para albergar la frondosa trama urdida por Vila-Matas, en un libro de enorme densidad, que requiere sin duda muchas lecturas e ir un poco más allá de una lectura formal o protocolaria.

La novela se desliza por el ancho campo de la intensa ironía cervantina que domina la última parte de la obra vila-matiana, y arranca no pocas carcajadas, aunque sean provocada por el humor negro que a veces oscurece sus páginas. Aunque la mayor parte del libro nos empuja a una reflexión continua, pues la propuesta canónica del autor, avalada por las citas de los fragmentos (de Kafka, Walser, Perec, Banville, Michon, Bolaño, … y por supuesto de Cervantes, Sterne, Melville, Valèry…) tiene un calado y una hondura que no permiten eso que ahora se dice tanto de los nuevos libros: “que te los lees como si te bebieras un vaso de agua”.

Es una larga batalla de Vila-Matas tratar de encauzar, o siquiera de plantear y defender, un curso de la literatura que cada vez se ve más amenazado por la deriva del Mercado literario, al que poco a poco se va plegando todo, incluso las escasas publicaciones que todavía subsisten para dar cuenta de “lo literario”. No deja de ser una paradoja, pero es una realidad, que conforme salen más libros al mercado, e incluso hay más lectores, más amenazada está la literatura. Arrinconada, incluso menos preciada, como hace una parte de la cultura anglosajona, que ya dispara con bala contra la “complicación” y la “dificultad” de ciertas obras y de cierto concepto de lo literario (vuelven a oírse con orgullo expresiones como que el Ulysses de Joyce o la obra de Proust con insoportables o ilegibles), mientras se aboga por textos planos, argumentos trillados y un estilo de escritura “tal y como se habla”, que están llenando los espacios de venta de libros en almacenes de banalidades, salpicadas por la buena intención de “ayudar” al lector de algún modo a triunfar, entretenerse o resolver los quilombos de la vida.

No se pretende crear un Canon normativo, fijo, cerrado e indiscutible

Vila-Matas en absoluto pretende crear un Canon normativo, fijo, cerrado e indiscutible; lo suyo es, más bien, dejar pistas, ahondar huellas, dejar hablar por sí mismos a esos “fragmentos”, invitar a desviar la mirada, mostrar lo oculto… Y tratar de hacer retroceder, en la medida de lo posible, el avance devastador de la imbecilidad y la estupidez, como ya nos alertó Flaubert.

La novela, además, es entretenida, con sus giros constantes, sus vueltas y revueltas, y los muchos guiños que tiene, por ejemplo, a Barcelona.

Una nueva entrega actualizada de Vila-Matas. Un libro que se debe leer.

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