No ha acabado el mes de julio y en lo que llevamos de 2022 España ya acumula 200.371 hectáreas arrasada por los incendios forestales, lo que convierte a este año en el peor desde hace tres décadas, y a España en el país europeo más afectado por el fuego.
¿Las causas? Todos los expertos coinciden en un cóctel que tiene tres vértices: un cambio climático que genera unas extremadamente adversas condiciones meteorológicas; un abandono del medio rural que hace que el monte sea una caja de cerillas; y los recortes presupuestarios, la falta de medios y la precariedad laboral de los profesionales de prevención y extinción de incendios, que se juegan la vida en cada fuego.
Año de récords de devastación y ceniza. El verano no ha llegado a su primer tercio, y las hectáreas quemadas por incendios en España ya superan las 200.000, según las estimaciones del Sistema Europeo de Información de Incendios Forestales (EFFIS). Este año se han activado 324 focos en España, lo que solo deja a nuestro país por detrás de Rumanía, con 735.
Los funestos récords también van por comunidades. Con los de Valdeorras (Ourense) y O Courel (Lugo), que suman 32.000 hectáreas arrasadas por el fuego, Galicia sufre los peores incendios de su historia. Y el incendio forestal de Ateca (Zaragoza), con 14.000 es el peor en una década, y el tercer siniestro más grave de la historia de Aragón. Pero todos esos infiernos palidecen en comparación con los de Zamora: sumando las 26.041 hectáreas quemadas en la Sierra de la Culebra en junio y las 35.960 del Incendio de Losacio -aun sin controlar- en el noroeste de Zamora se han calcinado más de 62.000 hectáreas, lo que supone un 6% de la superficie de toda la provincia.
En total, España ha sufrido en lo que llevamos de estío una quincena de incendios de dimensiones sobrecogedoras, varios de ellos catalogados en la categoría de «incendios de sexta generación» o «superincendios», como el que en 2021 asoló Sierra Bermeja (Málaga) y que tardó 46 días en ser extinguido. Se trata de incendios imposibles de apagar por el hombre, que generan su propia meteorología: producen piroclastos, enormes nubes ardientes con cenizas y pavesas ardientes, capaces de elevarse decenas de kilómetros, para luego colapsar y hacer llover fuego a muchos kilómetros del frente de llamas, generando incendios en la retaguardia de los equipos de extinción.
Cada año la misma pesadilla, en una espiral que se incrementa cada vez más. Las causas no son ningún secreto.
Cambio climático
No hay experto que no asegure que el cambio climático es la causa global que esta haciendo que los incendios -en España, en Europa, y en todo el mundo, como se pudo ver el año pasado con los devastadores fuegos de Australia- sean cada vez más frecuentes, y de magnitud cada vez más destructiva.
El Índice Meteorológico de Incendios relaciona las condiciones medioambientales, afectadas por el cambio climático, con el riesgo de incendio. Este parámetro tiene en cuenta la temperatura, las bajas precipitaciones, la velocidad del viento, la humedad relativa y la vegetación. En el sur de Europa, este índice ha padado de rondar el 60% en 1980 a superar el 80% en 2020. Se ha multiplicado por 1,3 en cuatro décadas.
El cambio climático es la causa innegable de los fenómenos meteorológicos extremos, de la ampliación de los días de verano climático; de olas de calor cada vez más frecuentes, duraderas, y extremas; de sequías cada vez más pertinaces; de que a lo largo del verano se cumpla, cada vez en más regiones y cada vez con más frecuencia, la llamada «regla de los tres treinta» que hace imparable a un incendio: rachas de viento superiores a 30 km/h, una humedad relativa inferior al 30% y temperaturas superiores a 30º C.
El cambio climático es la causa innegable de los fenómenos meteorológicos extremos
El abandono del medio rural
Hace décadas, una importante proporción de la población española vivía en el medio rural, y era del monte de donde sacaban gran parte de sus medios de vida. Desde la leña que quemaban en sus chimeneas al esparto de sus zapatos era sacado del campo, y la ganadería extensiva limpiaba de forma natural el sotobosque. Una brigada de cabras o de ovejas es mejor, más eficaz y más limpia, para despejar el bosque, que una legión de máquinas desbrozadoras.
La despoblación rural ha generado montes extremadamente llenos de combustible, masas forestales continuas y sin discontinuidades que suponen autopistas para las llamas.
De nuevo los expertos coinciden. «En muchas áreas de España las zonas forestales son pinares de repoblación, zonas muy extensas con muchos ejemplares apretados por hectárea donde las copas se tocan unas con otras, con muy poco sotobosque porque no entra luz hasta el suelo. Por eso, si se declara un incendio y llega a esos árboles en contacto, se produce un incendio de copas muy difícil de controlar», dice a El Salto María Suárez, ambientóloga de un equipo de investigación de Ecología Terrestre de la Universidad de Granada.
«Hay que preparar a los bosques frente al cambio climático. Y para eso nada mejor que la ganadería extensiva, un instrumento clave de prevención»
«Hay que preparar a los bosques frente al cambio climático y lo ideal sería hacerlo a través de la selvicultura adaptativa, transformando bosques densos en paisajes en mosaico con distintos tipos de vegetación, evitando las grandes masas continuas y homogéneas de árboles», dice Isabel Muñoz, veterinaria clínica en Málaga y experta en desarrollo rural. «Y para eso nada mejor que la ganadería extensiva, un instrumento clave de prevención. Cuando un rebaño de ovejas pastorea por un bosque, desbroza los brotes verdes que con el calor se habrían convertido en yesca, abonan los suelos con todo tipo de semillas y están haciendo una serie de servicios ecosistémicos que revierten en toda la sociedad”.
Recortes y precariedad en los equipos de extinción
El tercer vértice de los incendios en España ha quedado patente estos días, con los brigadistas de Castilla y León denunciando el insoportable abandono al que les somete la Junta. Tras perder a dos compañeros, tras jornadas de trabajo extenuantes, han tenido que recurrir a la solidaridad de los vecinos, o a la ONG del Chef José Andrés, para poder comer en condiciones y escapar de los intolerablemente rácanos bocadillos que les ofrecía Juan Carlos Suárez-Quiñones, consejero de Medio Ambiente de CyL.
Es sólo una muestra de la precariedad a la que se condena a trabajadores que se juegan la vida en cada fuego: sueldos bajos, contratos temporales, alimentación escasa y medios obsoletos. Solo la vocación y un espíritu de servicio al pueblo justifica una tan maltratada forma de vida.
Sueldos bajos, contratos temporales, alimentación escasa y medios obsoletos. Así se paga a trabajadores que se juegan la vida en cada fuego
Casi todos los brigadistas son «fijos discontinuos», trabajando de junio a octubre. En la mayoría de los casos lo hacen en subcontratas que -sorpresa- priorizan las ganancias a la seguridad o el bienestar de sus bomberos, recortando todo lo que pueden.
Los brigadistas cobran por día de trabajo, si les llaman un día de descanso no cobran extras. El plus de peligrosidad o nocturnidad asciende a dos euros por hora, y el precio por estar siempre disponibles por si se precisan sus servicios -en jornadas que llegan a superar las 15 y hasta las 18 horas (saben que un bombero nunca se va a ir dejando un fuego encendido)- es de apenas de tres euros.
En su categoría profesional están tipificados como peones especialistas y no como bomberos, lo que conlleva peores condiciones para la jubilación, no acumulan antigüedad o apenas tienen capacidad de elección para los destinos.
La reclamación de estos trabajadores es unánime: que el operativo sea público, que esté regulado por un convenio, y que sea en condiciones dignas. Y que sea todo el año: los incendios se apagan en invierno. Unos bomberos forestales que preparen el bosque, reduciendo la carga de combustible, el resto del año. No sólo es ecológico e inteligente, sino rentable: el coste de los incendios en Zamora ya supone unos daños de 150 millones, mientras que el coste anual de un servicio preventivo completo para toda CyL sería de 100 millones.