Alfonso Armada

Buscar la verdad, a pesar de todo

Homenaje a los periodistas David Beriain y Roberto Fraile, asesinados en Burkina Faso por contar la verdad, a pesar de todo. 

Es una conexión por Zoom que dura unos 40 minutos. Alfonso Armada, secretario general de Reporteros Sin Fronteras, periodista, escritor, dramaturgo y poeta, fue corresponsal de guerra y actualmente es adjunto al director de ABC y dirige el suplemento ABC Cultural. Faltarían un par de páginas más para hablar de su trayectoria, pero no es lo que nos reúne.

Durante toda la entrevista estremece pensar en las vidas de quienes están detrás de cada respuesta que me da a cada pregunta, pero sin duda, todas las razones que envuelven la defensa de la profesión, del periodismo, tienen sentido cuando contesta la última, ¿cómo eran David y Roberto?.

Son 12 los periodistas españoles que han muerto en el extranjero desde 1980. ¿Puede que haya alguna muerte de la que no se tenga noticia?

En Reporteros Sin Fronteras hacemos un balance anual, y en los últimos 10 años van unos mil periodistas asesinados en todo el mundo. Todos lo han sido por su trabajo, pero las cifras varían a veces cuando lo contrastas con fuentes locales, porque tratamos de verificar que han sido asesinados en el desempeño de su profesión.

Es posible que haya muertes no contabilizadas o detectadas. Esto depende de que en el país haya un recuento independiente. De hecho hay países en los que se elimina a periodistas y después no se deja ni rastro. Hay periodistas con los que no tenemos contacto desde hace años. 

Hay regímenes que no tienen reparo en hacer desaparecer periodistas, como el caso de Khashoggui, pero  otros países son mas cautelosos porque es una mancha para su prestigio internacional. Es el caso de Eritrea, donde hay periodistas desaparecidos hace años en el sistema penitenciario. 

En el caso de España, todos los periodistas han muerto fuera como corresponsales de guerra. 

¿Qué ayudas son las que deberían tener los corresponsales en zonas de guerra o conflicto?

Hemos publicado un manual con la ayuda de la UNESCO para profesionales en zonas de conflicto que me hubiera gustado leer antes de ir a Bosnia o África. Da muchas instrucciones y consejos para cuando vas a una zona de conflicto. 

El Ejército de Tierra lleva años haciendo cursos de formación para reporteros de guerra. Yo lo hice pero a posteriori. Muchos compañeros, como Gervasio Sánchez, reconocen que te ayuda a saber cómo reaccionar en situaciones de peligro, cómo ponerte a cubierto, identificar los calibres, el sonido de las armas, primeros auxilios, cosas útiles…

Y estamos desarrollando con el Ministerio de Asuntos Exteriores un chaleco digital. Cuando los periodistas son socios les prestamos un chaleco antibalas, un casco y les hacemos un seguro a todo riesgo para incrementar el nivel de seguridad, pero ahora estamos desarrollando un chaleco digital que consiste en una aplicación que te descargas con mapas, para que antes de internarte en una zona sepas el nivel de riesgo y las amenazas, y un sistema de alertas inmediatas conectadas con policía, el ejército, tu medio o amigos y familiares. 

Cuantas más garantías jurídicas, más transparente sea la policía y se cumpla con lo tratados internacionales, más seguridad para los periodistas. Pero esto depende de lo que un estado promete y luego cómo cumple las leyes. En México, Obrador prometió acabar con la impunidad y es el país en paz donde es más peligroso ejercer el periodismo y el 95% de los asesinatos quedan impunes. Esto es lo que nos tememos que pueda pasar en Burkina Faso con el asesinato de David y Roberto.

El otro día el consejero de Justicia de Obrador hizo un llamamiento a tapar la boca a los reporteros, y esto es muy inquietante, porque hay mucha gente que puede estar dispuesta a tomarse las palabras al pie de la letra

¿Qué más se puede hacer desde el punto de vista de nuestro país, las instituciones y las empresas?

Las empresas anglosajonas tienen cursos específicos de formación antes de ir a zonas de conflicto. Cuando estaba de corresponsal veías que los anglosajones tenían mejores equipos, chalecos antibalas, y tienen unos pluses de peligrosidad superiores a los españoles. Aunque somos unos privilegiados respecto a otros países. 

Las empresas en España no se han tomado esto en serio. Han reducido el número de corresponsales enviados a conflicto porque las condiciones sobre el terreno son más peligrosas, y Siria ha sido un punto de inflexión porque 6 periodistas fueron secuestrados. Pero las empresas no gastan en formación ni en tratamiento psicológico. No digamos con los freelance, porque muchas guerras se cubren así: no tienen garantías de que su material va a ser publicado, corren riesgos financieros y personales… muchos han tenido que hacer su carrera en medios extranjeros.

Pero son muchas las dificultades y los peligros hasta llegar a la muerte que es lo más extremo… 

El día 3 de mayo fue el de la libertad de prensa e hicimos un programa especial con Radio5, conectando con Cristina Sánchez, corresponsal de RNE en Oriente Próximo. Y dedicó su intervención a los ‘fixers’, que son estas personas indispensables que conocen el terreno, son del lugar, hablan el idioma, te consiguen entrevistas…. Son un intermediario imprescindible. Pero son muy caros. Un freelance casi nunca puede contratar a un fixer.

También se ha reducido la cobertura, y lo hemos visto en la pandemia, que se ha hecho a distancia. Primero porque los medios han preferido no exponer a los redactores. Luego los redactores han preferido no exponerse ellos. Y finalmente los medios han preferido no dar imágenes demasiado duras para no incrementar el grado de estrés de la audiencia. Hay muchos periodistas que han trabajado luchando contra todo tipo de impedimentos, pero hemos tenido una mala cobertura de la pandemia, y ha tenido como resultado que mucha gente no ha tomado conciencia de la gravedad.

Hay otra cosa importante, y es el papel de los periodistas locales. En el último informe anual recogimos 50 asesinatos de periodistas, y 49 eran locales. Comparten con los ‘fixers’ que son de ese país, que si hay guerra padecen las misma circunstancias que la propia ciudadanía, con el agravante de que son víctimas de persecución, acoso, secuestro, encarcelamiento o asesinato por parte de las autoridades o de grupos terroristas. Por ejemplo, en México trabajan en medios con salarios muy bajos y están más expuestos a las extorsiones o amenazas de un alcalde, de un gobernador o de la policía, pero seguimos viendo a compañeros jóvenes que continúan informando. 

¿Cuáles son los puntos rojos?

Todos los años publicamos una clasificación que va del blanco al negro, con 12 países que están en blanco. Noruega que está en cabeza por quinto año consecutivo, y los países escandinavos, que casi siempre están en los primeros puestos. Y está Costa Rica, que es un milagro en Centroamérica, porque todo su entorno es un territorio terrible para la libertad de prensa. Muchos periodistas hondureños, nicaragüenses, guatemaltecos y salvadoreños han buscado asilo allí. ¿Dónde es más peligroso?: Somalia, Irak, Guinea Ecuatorial, Libia,  Arabia Saudí, Egipto, Yemen, Azerbayán, Cuba, China, Corea del Norte, Siria y Eritrea. 

Eritrea es un agujero negro, con 20 periodistas de los que no sabemos nada hace tiempo. O China, donde buena parte de los periodistas anglosajones se han salido del país o han ido a Taiwan, porque la presión de las autoridades es insoportable, con un sistema judicial muy duro. 

Hay otros problemas como en Irán, Yemen o Siria, con conflicto abierto. Es difícil llegar allí, y en zonas bajo control de Al Qaeda o contrarios a al-Asad, los periodistas se han convertido en moneda de cambio.

O sea que no hay unas pocas razones, un perfil por el que se persigue a los periodistas…. 

Cada país es diferente. En Cuba no asesinan periodistas, pero no hay libertad. Hablando con un periodista cubano el otro día, contaba que la estrategia del gobierno es ponerte un policía en tu casa para impedir que salgas cuando hay algunas visitas al país, y de vez en cuando, entran en tu casa, secuestran el material o te borran las pastillas.

O en Arabia Saudí, donde Badawi, un bloguero, fue condenado a mil latigazos. Sigue condenado y no sabes en qué condiciones está. O en Eritrea, donde algunos de ellos son detenidos en contenedores en medio del desierto, con temperaturas extremas y sin contacto con la familia. O en Marruecos… con activistas del Sáhara Occidental condenados a cadena perpetua o a 20 años, o más. 

Hay un retórica oficial para someter a periodistas a condenas gravosas, como ‘difamar o poner en entredicho o en peligro la seguridad nacional’.

Hablas del discurso de odio contra los periodistas…

Hay diferentes estilos. El presidente salvadoreño interpela directamente, señalando a periodistas concretos. Trump sentó un precedente muy peligroso acusándolos de ser enemigos del pueblo, que es una fórmula que han utilizado otros dirigentes, como el primer ministro húngaro o dirigentes polacos. En manifestaciones negacionistas en Alemania o en las de los chalecos amarillos en Francia, se han sufrido ataques, pero esto ha pasado también en Cataluña, con el procés. El ambiente en la calle era irrespirable, con presión constante contra los periodistas, tanto con los que informaban a favor, como en contra. Los periodistas extranjeros se quejaban de presiones de sectores cercanos a la Generalitat si ponían en cuestión el discurso oficial. O se señala, como en India, a un periodista, y luego en la calle se les asesina o se les golpea.

En el ultimo informe que hicimos sobre la libertad de prensa hicimos un barómetro, elaborado por Edelman Trust, con una encuesta en 28 países sobre la confianza que inspiran los periodistas, y el 59% de los encuestados piensan que los periodistas tratan de engañar deliberadamente. Hay que hacer autocrítica, porque hemos perdido prestigio como fuentes de verdad. En España no nos hemos distanciado lo suficiente del poder, y hemos jugado a ser de una tendencia u otra, y las tertulias y televisiones han propiciado esta polarización. La opinión tiene demasiado peso y hay medios que no diferencian la información de la opinión. Los lectores tienen la impresión de que los periodistas tienen intereses ocultos o evidentes cuando informan de bancos, equipos de fútbol o partidos, y hay lectores que buscan esto, que les digan lo que quieren oír.

Debemos recuperar los principios deontológicos, lo de buscar la verdad a pesar de todo. La crisis de 2008, junto con la decisión de regalar la información en internet, llevó a que muchos medios perdieran lectores e ingresos, y adquirieran deudas con los bancos. Esto ha limitado la capacidad critica, y los periodistas sufren la precariedad. Así tienes medios débiles, susceptibles de ser persuadidos, y periodistas mal pagados, susceptibles de sufrir medidas coercitivas o persuasivas. 

¿Cómo eran David y Roberto?

A Roberto no lo conocí, aunque tenemos muchos amigos comunes, y sé de la admiración que suscitaba, porque tenia una calma impresionante. No le gustaba llamar la atención, y es una condición necesaria para ser un buen cámara. Le gustaba tener un papel secundario para conseguir mejores imágenes. Trabajaba en una televisión regional, pero le gustaba viajar para hacer largos reportajes. Las noticias no permiten comprender el mundo, hace falta tiempo, y le gustaba ir a los lugares donde no hay testigos que cuenten las historias. Era humilde y perseverante. Un periodista como debe ser.

A David le traté bastante. Le tengo mucha admiración y mucho cariño. Preparaba sus viajes con mucho cuidado, aunque no puedes eludir todos los riesgos. Dedicaba tiempo a sus historias y a ganar la confianza de sus fuentes. Hay que pensar que te tienen que contar cosas que pueden costarles la vida. 

Las televisiones cada vez piden al reportero que intervengan más, pero a él no le gustaba actuar de conductor. Aunque a veces te permite meterte en la historia, a él no le gustaba presumir. Le gustaba estar en segundo plano, y asumía los riesgos de informar de historia difíciles. 

Tiene historias inolvidables, como la de los hmong, la etnia que fue alistada por la CIA para combatir en Vietnam que está desapareciendo. Consiguió testimonios conmovedores. Intentaba contar cosas para modificar la conciencia de la gente y que se asome a lugares fuera de radar.

Pesa demasiado el ruido político basado en declaraciones que muchas veces son interesadas, y no escarbamos para saber qué hay detrás. El mundo es muy amplio y con la pandemia ha venido la pandemia de la desinformación. Tenemos que recuperar el espíritu que demostraban David y Roberto con su periodismo, ir a los sitios, mancharse los zapatos y contar buenas historias en toda su complejidad.

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