Que la principal potencia mundial -cuyo presidente pertenece por primera a una minoría racial- se retire, secundada por seis países, de una conferencia de la ONU contra el racismo y la xenofobia, se trata de un caso claro de boicot. El motivo esgrimido es que el borrador inicial no rompe con las conclusiones de la anterior conferencia, la de Durban (Sudáfrica), que fue precipitadamente abandonada por EEUU e Israel al ser criticado el sionismo como una forma de racismo. Pero al mismo tiempo, la conferencia de Ginebra contra el Racismo, al igual que su predecesora, muestran que la correlación de fuerzas en las citas internacionales es cada vez más favorable a los países del Tercer Mundo.
EEUU e Israel abandonaron la anterior conferencia contra el racismo y la xenofobia celebrada en la ciudad sudafricana de Durban en 2001, al hacerse mayoritaria entonces la osición defendida por los países árabes, que lograron que se aprobara una ponencia donde se denunciaba al sionismo como un movimiento racista, al defender la supremacía judía y el carácter étnico-religioso de los estados. Tal ponencia -que despertó la ira de los gobiernos de Bush y Sharón- ve hoy ampliada su vehemencia ante el gobierno de extrema derecha de Tel Aviv, que no sólo se opone furibundamente a la solución de los “dos estados para los dos pueblos” –aunque tal cosa que refuerce la idea, intrínsecamente etnicista, de “un estado para cada etnia”- sino que exige a los palestinos que reconozcan el carácter judío del Estado de Israel. La ponencia inicial de Ginebra ha eliminado las cuestiones más espinosas, como cualquier referencia al conflicto de Oriente Medio y a Israel, con la generosa aceptación de la delegación palestina. También han desaparecido otras conclusiones de Durban, como la recomendación de “prohibir las difamaciones religiosas” –cosa que tras la polémica de las caricaturas de Mahoma en 2006, es interpretada por los países occidentales como un ataque a la libertad de expresión. Pero ni con ésas. La ponencia inicial ha sido, cómo no, tildada de ser sospechosa de incitar al antisemitismo. La estigmatización de cualquier crítica al sionismo –una corriente ideológica y política, cuyas ideas pueden ser progresistas o reaccionarias- como “anti-semitas” o “anti-judías” –referidas contra un pueblo, etnia o cultura- es el sambenito automático que el poderoso e influyente lobbie judío norteamericano cuelga a cualquier organización que lance tales críticas, aunque vengan de sectores antisionistas israelíes o judíos. Difamación amplificada luego por múltiples altavoces mediáticos. Pero la retirada de EEUU –secundada por Israel, Canadá, Italia, Australia, Holanda y Nueva Zelanda- deja la correlación de fuerzas aún más favorable para los países árabes y otras naciones del Tercer Mundo, cada vez menos proclives a seguir el bastón de mando de la superpotencia. Papel destacado tendrá Irán, cuyo presidente, Mahmud Ahmadinejad, será la máxima figura en acudir a la cumbre. Tal cosa puede significar una mayor facilidad de EEUU e Israel para desacreditar a la cumbre, habida cuenta de que el presidente iraní no se caracteriza por su moderación cuando habla de Israel y el sionismo. En su denuncia contra los crímenes del Estado de Israel contra el pueblo palestino y el mundo musulmán, Ahmadinejad ha defendido las posiciones negacionistas más reaccionarias –desmintiendo la existencia de Holocausto ninguno contra los judíos en la II Guerra Mundial- o ha clamado por que “Israel desaparezca del mapa”. Es muy posible que sea esto a lo que jueguen las delegaciones diplomáticas de Washington y Tel Aviv. Por si acaso los países occidentales –también la UE, que estudia si retirarse también- han dicho que estudiarán con lupa las declaraciones del presidente iraní. Queda patente las dos varas de medir que existen en los organismos internacionales. Si la denuncia –fundamentada- de la ON U es contra las atrocidades del presidente de Sudán, Omar el-Bashir, entonces se deben acatar sin rechistar. Si la denuncia de racismo y xenofobia –igualmente constatable- es contra el gendarme de EEUU en Oriente Medio, entonces se puede discutir a la ONU y tildarla de antisemita.. Pero tal cosa es esperable. En la arena internacional la posición del Tercer Mundo es cada día más sólida, y la diplomacia norteamericana, aunque se ha robustecido con Obama, siente que pierde terreno inexorablemente.