El presidente norteamericano anuncia que abandona la carrera para ser reelegido

Biden se retira de las presidenciales y da el relevo a Kamala Harris

Tras un mes de intensas presiones, Joe Biden finalmente ha dado un paso atrás, renunciando a la carrera electoral y proponiendo como candidata a su vicepresidenta, Kamala Harris.

Una semana después de que un balazo en la oreja multiplicara las ya considerables opciones de Trump para ganar las elecciones presidenciales, y 24 días después de un desastroso debate en la CNN frente al republicano en las que se pudo ver a un Biden, de 81 años, debilitado, y por momentos confuso e incoherente, las presiones de importantes sectores de la clase dominante norteamericana y de un goteo constante pero creciente de miembros de su propio partido -entre ellos Barack Obama- han terminado por lograr que Joe Biden tire la toalla, anunciando que no se presenta a la reelección como presidente de EEUU. Lo ha hecho además pidiendo el voto para su vicepresidenta, Kamala Harris.

“Mi intención era la de buscar la reelección”, anunciaba Biden, “pero creo que lo mejor para mi partido y para el país es que me retire y que me centre únicamente en cumplir mis deberes en el cargo durante el resto de mi mandato“. Poco después anunciaba que apoyaba la candidatura de su vicepresidenta para sucederlo al frente de la campaña.

Presiones constantes

Hacía tiempo que las imágenes sobre sus traspiés, confusiones o pérdidas de hilo de Biden, o las anécdotas sobre la edad o las menguantes capacidades físicas y mentales del presidente demócrata se habían vuelto constante. Un clima de opinión explotado y potenciado por el trumpismo y sus múltiples y poderosos altavoces mediáticos, pero que no por ello tiene obviamente una base de verdad.

Conforme se acercaban las presidenciales, con un Trump en ascenso y con Biden en mínimos de popularidad -no por su edad o sus lapsus, sino por el cómplice apoyo de EEUU al genocidio de Israel en Gaza, que rechaza el 70% de los jóvenes y el 56% de los votantes progresistas- los nervios se iban apoderando del Partido Demócrata.

Todo ello terminó de explotar en el debate de la CNN, en el primer cara a cara entre Biden y Trump desde las pasadas elecciones. La actuación del demócrata sólo se puede calificar de bochornosa. Los norteamericanos pudieron ver a un Biden senil y a ralentí, ante un Trump que supo meter la puntilla pero conteniéndose, consciente de que eso le daba más votos. «No sé lo que ha dicho, tampoco creo que él lo sepa», espetó cuando un Biden incongruente no fue capaz de acabar una frase.

Abigail Disney, heredera del imperio Disney., suspendieron su financiación a la campaña de Biden

Por mucho que tras el debate Biden se excusara diciendo que una mala noche la tiene cualquiera y que asegurara que «es capaz de hacer el trabajo» de derrotar a Trump, la primera piedra de la avalancha ya había caído.

Primero sólo fueron algunos congresistas demócratas. Luego se sumó, el propio New York Times, uno de los máximos portavoces de la clase dominante norteamericana, y más específicamente de la fracción oligárquica representada por la línea Biden. El editorial, titulado «Si quiere servir a su país, el presidente Biden debería abandonar la carrera», encabezaba un coro de voces mediáticas en medios progresistas como The Atlantic o The New Yorker, pero también otros más conservadores como el Washington Post.

Las presiones oligárquicas para forzar a Biden a tirar la toalla pasaron entonces al terreno del talonario. Un incesante goteo de hasta 40 multimillonarios donantes del Partido Demócrata anunciaron que suspendían su financiación a la campaña «hasta que Biden dé un paso atrás».

Las presiones de importantes sectores de la clase dominante norteamericana y de miembros de su propio partido han terminado forzando a Joe Biden

“Si Biden no dimite, los demócratas perderán. De eso estoy absolutamente segura. Las consecuencias de la derrota serán realmente nefastas”, decía Abigail Disney, heredera de la inmensa fortuna del imperio Disney. A ella se sumaron nombres como Reed Hastings, cofundador de Netflix y megadonante del partido demócrata.

Entonces ocurrió el atentado contra Trump, que catapultó aún más el impulso del republicano, aclamado mesiánicamente el la convención republicana, frente a un Biden devaluado y cada vez más cuestionado. Los sectores oligárquicos que apoyan la línea demócrata entraron en pánico.

La puntilla

Y la puntilla a Biden llegó… desde las alturas del Partido Demócrata. El mismísimo presidente Barack Obama se sumaba a los líderes del partido que pedían a Biden plantearse retirar su candidatura. En declaraciones al Washington Post, el expresidente -cuyo predicamento entre los votantes y los cuadros demócratas sigue siendo enorme- confesaba que las posibilidades de victoria de Biden «se han reducido considerablemente» tras el debate y sobre todo tras el atentado fallido contra Trump.

Otras informaciones filtraron las presiones privadas de destacadísimos pesos pesados demócratas para poner fin a la campaña de Biden. Entre ellos, el líder de la mayoría del Senado de Estados Unidos, Chuck Schumer, el líder en minoría de la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, y la expresidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.

Finalmente, y tras pasar unos días enfermo de Covid, el presidente Joe Biden anunciaba que daba un paso atrás, apoyando a Kamala Harris en la carrera para impedir que Trump vuelva a la Casa Blanca.

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La vicepresidenta de Biden es posible candidata del Partido Demócrata para batirse con Trump

¿Quién es Kamala Harris?

Amén Alhabarah

Aún no está decidido -habrá de hacerlo la convención demócrata de dentro de un mes- y es posible que haya una especie de «miniprimarias», pero todo apunta a que Kamala Harris, actual vicepresidenta de EEUU, va a ser la encargada de impedir que Donald Trump vuelva a sentarse en el Despacho Oval.

Hay razones de peso para pensar así. Primero, ha recibido el respaldo explícito de Joe Biden, y el de Bill y Hillary Clinton. Segundo, es la opción lógica de continuismo de la linea Biden al frente de la superpotencia. Tercero, sólo ella podría aprovechar legalmente las cuantiosas donaciones que ya ha ido recibiendo el tícket electoral Biden-Harris.

Aunque durante los cuatro años de Biden Kamala Harris ha desempeñado un perfil más bajo de lo que al principio se esperó de ella, su carrera la acredita como una competidora electoral de alto nivel. Antes de ser vice, fue una de las pocas mujeres en el Senado, y antes fue fiscal general de California, dirigiendo el departamento de Justicia del Estado más populoso de los EEUU, con 40 millones de habitantes y no pocos índices de criminalidad, en la que se ganó fama por su mano dura.

Como senadora, Harris consolidó su fama de cuadro fuerte, combativa y cortante. Una imagen que puede no ser una ventaja en «el país con el techo de cristal más fuerte del mundo», como dijo Hillary Clinton.

Descendiente de padre afroamerivano y madre hindú, Kamala Harris trata de explotar su imagen de mujer racializada entre el electorado progresista, asegurando que es una «aliada del Black Lives Matter». Sin embargo, durante su época de fiscal, siempre cerró filas con las extralimitaciones policiales, negándose a investigar casos de brutalidad y abusos.

Pero los hechos hablan por ella. Kamala Harris, como Biden y como la línea que ambos encabezan al frente de la Casa Blanca, no son sino representantes de la clase dominante norteamericana, del poder de la superpotencia, y por tanto los máximos responsables de la larga listas de agresiones e intervenciones de EEUU en estos últimos cuatro años.

Como muestra de sus bondades progresistas, un botón. Hace pocos años, cuando era senadora, Kamala Harris intervino en una reunión de la poderosa AIPAC (Comité de Asuntos Públicos EEUU – Israel, el principal lobbie pro-sionista en Washinton). Asegurando que «Nuestro apoyo a Israel debe ser como una roca. Nuestro compromiso es proporcionarles 14.000 millones en armamento durante la próxima década».

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