En un ejercicio de provocación sin precedentes, Corea del Norte ha disparado un misil que tras sobrevolar los cielos septentrionales del archipiélago nipón ha estallado en vuelo, quebrándose en tres piezas que han caído en aguas del mar de Japón, a 1180 kilómetros al este de la isla de Hokkaido.
Fuentes surcoreanas han confirmado que el misil balístico fue disparado desde la región de Sunan, cerca de la capital norcoreana de Pyongyang, volando un total de 2700 kilómetros y alcanzando una altitud de 550 kilómetros. Las autoridades niponas lo han identificado como un Hwasong-12, un cohete de rango medio-largo con capacidad de recorrer 5.000 km. Se trata del mismo tipo de misil que Pyongyang amenazó con lanzar sobre la isla de Guam -un estratégico enclave militar norteamericano- a 3.400 km de Corea del Norte.
El arsenal norcoreano -con más de 1.000 proyectiles de distinta capacidad- cuenta con un misil de mayor alcance, el Hwasong-14, probado el pasado mes de julio y que tendría un recorrido intercontinental de cerca de 7.000 kilómetros. “Estados Unidos continental está ahora dentro de nuestro rango de ataque”, dijeron las autoridades de Pyongyang tras testar un cohete con capacidad de impactar en Alaska y San Diego. El régimen de Kim Jong-un suma ya 13 lanzamientos de misiles este año, en una escalada de tensión entre Corea del Norte y EEUU que parecía haberse enfriado las últimas semanas, pero que ahora ha alcanzado temperatura récord.
El lanzamiento se produce pocos días después de que el Ejército norcoreano disparara tres misiles balísticos de corto alcance, en medio de una creciente tensión en la península coreana, y tras el inicio de unas maniobras militares conjuntas de Seúl y Washington, las ‘Ulchi Freedom Guardian’, que movilizan a unos 67.500 soldados en la península, y que el régimen del norte considera una provocación.
Los llamamientos, cada vez más insistentes, de distintos actores internacionales -encabezados por China- de que tanto Washington como Pyongyang procedan a una «doble suspensión», por la que Corea del Norte desista de nuevas pruebas de armamento a cambio del fin de las maniobras militares estadounidenses, han sido desoídas por ambos países. Todas las crecientes medidas de presión diplomáticas, políticas y económicas de Pekín hacia el hermético y casi autárquico régimen de Kim Jong-un han caído en saco roto, a pesar de ser su tradicional sostén. Lo cual demuestra que, a pesar de las acusaciones norteamericanas de que China “no está haciendo lo suficiente con Corea del Norte”, se trata de un Estado rabiosamente autónomo, y enloquecidamente embarcado en una huída hacia adelante de rearme militar.
“En sólo medio mes, las dos partes se han visto atrapadas en un círculo vicioso que aparentemente no tiene fin a la vista. Considerando las crecientes tensiones entre las dos naciones este mes, ¿por qué los Estados Unidos decidieron seguir adelante con sus planes para llevar a cabo ejercicios militares con Corea del Sur?», dice el editorial de Global Times, portavoz oficial del Gobierno chino.
China es plenamente consciente de que la olla a presión en la que se ha convertido la península de Corea y sus mares adyacentes es una espada que apunta a Pekín. La escalada de provocaciones y amenazas -en los que Washington y Pyongyang se retroalimentan mutuamente- tiene para el Pentágono un efecto de gran utilidad: permite justificar el incremento de la presencia militar norteamericana en Asia-Pacífico, encuadrar de forma feroz a Tokio y Seúl, y reforzar el el cerco de Washington contra Pekín, instrumento esencial de contención y presión sobre el principal rival geoestratégico de la superpotencia yanqui.
Aunque es razonable pensar que ni EEUU ni Corea del Norte buscan realmente una confrontación directa de efectos devastadores -especialmente para los habitantes de la península de Corea- la tensión estratosférica en la zona crea una situación explosiva, en la que una chispa incontrolada puede hacer que estalle un enfrentamiento de incalculables efectos sobre la paz mundial.