No son escasos ni poco relevantes los perfiles de la economía española que abonan la inquietud sobre la salida de la recesión actual. La excepcional atonía de la demanda interna coexiste con un comportamiento de los precios no menos inquietante: son ocho los meses consecutivos que el principal indicador de inflación, el IPC, lleva registrando tasas negativas de variación. En ese periodo, el IPC se ha reducido en seis puntos porcentuales. Desde que existe serie estadística del IPC, a principios de los sesenta, no se había registrado nada igual
LA VANGUARDIA.- La globalización ha acelerado el ascenso de nuevos centros de oder, pero ahora topa con la geopolítica o, si se quiere, con un cambio tectónico. Y el cambio lo están provocando potencias emergentes asiáticas como China, India e Irán. China, en particular, está sedienta de materias primas y empeñada en demostrar que la geografía ya no es lo que era. El presidente estadounidense James Monroe no se lo creería: América Latina, como escribió el pasado verano The Economist, "se está inclinando hacia Asia y alejándose de Estados Unidos". Y esta historia se repite en África, donde sólo cuatro de los cincuenta y tres países del continente no han abierto los brazos a los dirigentes chinos. EL MUNDO.- El próximo 13 de diciembre, en unos 150 municipios catalanes han organizado una respuesta popular (así debe llamarse a lo que sólo puede dar un sí) a esta pregunta: «¿Están de acuerdo con que la nación catalana sea un Estado de Derecho independiente, democrático y social dentro de una Unión Europea de los pueblos?». Esos 150 municipios deben de agrupar alrededor de 700.000 personas. En Cataluña hay 946 municipios y 7.364.978 habitantes. Por el momento la iniciativa no deja de ser modesta y encajable en el medio millón de votos independentistas. Esto será una costellada, una gran costellada. Y como en todas habrá mucho humo. Pero hay algo más que grasa y humo Editorial. El País Atonía y desinflación No son escasos ni poco relevantes los perfiles de la economía española que abonan la inquietud sobre la salida de la recesión actual. La excepcional atonía de la demanda interna coexiste con un comportamiento de los precios no menos inquietante: son ocho los meses consecutivos que el principal indicador de inflación, el IPC, lleva registrando tasas negativas de variación. En ese periodo, el IPC se ha reducido en seis puntos porcentuales. Desde que existe serie estadística del IPC, a principios de los sesenta, no se había registrado nada igual. El dato de octubre, aunque ha moderado su contracción, sigue siendo negativo, del -0.7% interanual, tres décimas por debajo del -1% registrado en septiembre y la mitad del mínimo histórico del -1,4% correspondiente al pasado julio. Por primera vez, España tiene una tasa de inflación inferior a la media europea. La caracterización de un comportamiento tal de una forma prudente nos llevaría a considerar esa inusual evolución de los precios como de intensa desinflación. Su identificación como deflación puede tener una mayor relevancia mediática, pero no parece ser estrictamente el caso. Ni los comportamientos de la inflación subyacente (la que excluye el precio de los alimentos frescos y de los bienes energéticos), que se mantuvo en octubre en el 0,1%, la misma tasa que registró en septiembre, ni el periodo temporal en el que se han registrado estas variaciones negativas son suficientes para asumir un diagnóstico tal. Con todo, lo relevante ahora no es tanto la denominación del problema, sino entender que esa persistente reducción del nivel general de los precios es el reflejo de un problema serio que afronta la economía española: la instalación en una profunda recesión de la que seremos los últimos en salir de Europa, como demuestran las estadísticas del INE y de Eurostat conocidos la semana pasada. La caída de la demanda y las subidas del desempleo compensan ampliamente, por desgracia, las ventajas asociadas a la disposición de mayor capacidad adquisitiva de nuestras rentas y la de una mayor competitividad vía precios de nuestros bienes y servicios en el exterior. La contribución de la demanda exterior, en todo caso, no será suficiente, como acabamos de verificar en el último dato de crecimiento del PIB para evitar que éste siga en zona negativa. En primer lugar, porque la recuperación de nuestros principales socios, siendo evidente, no deja de exhibir cierta fragilidad; en segundo, porque las empresas españolas con exportaciones competitivas y suficientemente diferenciadas no es precisamente amplia. El análisis de la situación de la economía española desde la perspectiva de los precios nos devuelve a la necesidad de encontrar vías de estímulo de la demanda que neutralicen el ascenso del desempleo, principal razón de la inhibición de las decisiones de gasto de las familias y del desplome de la inflación española. Los temores no han de ser mayores por las amenazas de deflación que por la prolongada atonía de la demanda interna y el inducido estancamiento de la expansión del PIB. Contra estos desequilibrios graves, el aumento selectivo de la inversión pública sigue siendo la única solución. Y más todavía si la normalización de la actividad crediticia en nuestro país puede encontrar una amenaza en la pronta retirada de estímulos del BCE. EL PAÍS. 15-11-2009 Opinión. La Vanguardia Otra geopolítica Xavier Batalla Veinte años después de la caída del Muro, la bipolaridad ha dado paso a un mundo cada vez más multipolar. Pero esta característica, que es decisiva, no es la única que define el mundo actual. El fracaso comunista aceleró la extensión de la democracia. Eso es cierto. A principios de la década de los setenta se contabilizaban ochenta democracias; dos decenios más tarde, la lista se había ampliado a casi ciento cuarenta. Pero el mundo seguía lejos, como ahora, de una convergencia feliz. Otra característica del mundo actual es el regreso de la geopolítica. En el siglo XX, la geopolítica –la lucha por el control de los recursos naturales– condicionó los conflictos entre estados. En la Segunda Guerra Mundial, el control del petróleo no fue ajeno a la invasión de la Unión Soviética por los nazis. Y, una vez en la guerra fría, Mosadeq, primer ministro iraní, fue derrocado por nacionalizar el petróleo, aunque los británicos convencieron a Washington de que era un agente soviético. Ahora, en el arranque del siglo XXI, el estadounidense Paul Kennedy ha escrito: "Nuestro nuevo presidente tendrá que caminar en el futuro con Adam Smith y John Maynard Keynes de una mano y con Carl von Clausewitz y Halford MacKinder de la otra". La concepción de MacKinder es la que ha tenido más fortuna desde que el sueco Rudolf Kjellen acuñó el término geopolítica, a finales del siglo XIX. MacKinder consideró que la oposición entre el poder marítimo y el poder terrestre es el tema fundamental de la historia del mundo, por lo que marcó el centro de Euroasia como el punto neurálgico del poder mundial. Esta visión puede haber sido modificada por el poder aéreo, pero la continuamos encontrando en las esferas de influencia de la guerra fría. La globalización ha acelerado el ascenso de nuevos centros de poder, pero ahora topa con la geopolítica o, si se quiere, con un cambio tectónico. Y el cambio lo están provocando potencias emergentes asiáticas como China, India e Irán. China, en particular, está sedienta de materias primas y empeñada en demostrar que la geografía ya no es lo que era. El presidente estadounidense James Monroe no se lo creería: América Latina, como escribió el pasado verano The Economist, "se está inclinando hacia Asia y alejándose de Estados Unidos". Y esta historia se repite en África, donde sólo cuatro de los cincuenta y tres países del continente no han abierto los brazos a los dirigentes chinos. ¿Qué explica este éxito geopolítico chino? Los productos baratos que vende a los africanos, sus ayudas a los mandamases y las lecciones de estabilidad, no de democracia. Hace un año, cuando China vetó una resolución de la ONU contra Robert Mugabe, el dictador de Zimbabue, el ministro británico Jack Straw se refirió a un "nuevo colonialismo". Pekín suspendió entonces sus contactos con Londres sobre África, lejana pero casi una esfera de influencia. LA VANGUARDIA. 15-11-2009 Opinión. El Mundo Imposturas Arcadi Espada (…) hay gentes que creen que la realidad no existe fuera de su percepción. Así la consulta independentista catalana. Me temo que voy a abrumarte con datos. Pero, por el momento, estos datos sólo aparecen en la prensa nacionalista y no creo que te aventures por suburbios. Y los datos son cruciales. El próximo 13 de diciembre, en unos 150 municipios catalanes han organizado una respuesta popular (así debe llamarse a lo que sólo puede dar un sí) a esta pregunta: «¿Están de acuerdo con que la nación catalana sea un Estado de Derecho independiente, democrático y social dentro de una Unión Europea de los pueblos?». Esos 150 municipios deben de agrupar alrededor de 700.000 personas. En Cataluña hay 946 municipios y 7.364.978 habitantes. Por el momento la iniciativa no deja de ser modesta y encajable en el medio millón de votos independentistas. Esto será una costellada, una gran costellada. Y como en todas habrá mucho humo. Pero hay algo más que grasa y humo. Lo que hay lo simboliza perfectamente el caso de Joan Laporta, presidente de un club de fútbol. Desde hace unos meses este hombre ha empezado a dar instrucciones políticas a los ciudadanos. La calidad y novedad de esas declamaciones es la propia de un especialista del área. O de eso tan gracioso que se llamaba un trencilla. Por supuesto, no le discuto el sesgo: cada uno hace lo que puede con sus opiniones. Lo llamativo es su tosquedad. Como cada vez abre más la boca y con menor lapso el público va descubriendo la hechura de líder que atesora. Anteayer, por ejemplo, aseguró que los señores Alavedra y Prenafeta tienen derecho a la presunción de inocencia. Nada que objetar hasta aquí. Yo mismo…, antes y sobre todo después de haber intentado leer el auto de Garzón. Lo voluminoso vino después. Tienen derecho a la presunción de inocencia «porque son catalanes» y Cataluña es «un país de gente honrada». ¡Pura botifarra dolça, claro! Y sobre todo regurgitada. Para hablar así ni el FPXP2 hace falta. Pero los medios reproducen sus palabras. A regañadientes, acusándole de mezclar fútbol y política, pero lo hacen. La razón es que aún es presidente de un club de fútbol y eso le confiere una plusvalía. En cierta medida es alguien ajeno hablando de política. La plusvalía durará hasta que deje el cargo. Ese mecanismo por el que un sujeto o un texto cualquiera aumentan su credibilidad lleva años utilizándolo Convergència. Pasa por ser un partido nacionalista moderado (es decir, un equipo de fútbol); y así cuando habla de independencia (es decir, de política) todo el mundo atiende. Se infiere que para que el nacionalismo moderado se atreva a hablar de independencia España ha debido de hacer algo gravísimo. No ha hecho nada. Al menos nada diferente. No. Convergència sólo es un partido político que pasa por ser un club de fútbol. Un partido independentista que ha elegido la vía de la incertidumbre moral. Sin esa incertidumbre su capacidad de convocatoria disminuiría notablemente. Convergència aspira a que Cataluña sea independiente sin que se note. Tiene grandes complicidades tácitas: entre las más importantes están los sentimientos y la prensa. Convergència apoya la respuesta popular sin que nadie le pida cuentas. Cabe en su achique moral. Por el momento su electorado ya transige con costelladas y simulacros. Pero además se le acaba de abrir gozosamente… ¡una costilla! Decenas de ayuntamientos socialistas, concejales, diputados y miembros de la dirección del partido han dado su asentimiento tácito o explícito a la campaña. Éste es el hecho que no debe tapar el humo. El asunto incuestionable, por más que el presidente Zapatero, su Gobierno y su partido traten de mirar a otro lado y pretendan, como los compadres que Sokal fustiga, que su percepción decida sobre el hecho. El diferencial de esta campaña independentista sólo está en la actitud socialista. Es lo que de repente ha familiarizado a tantos con la independencia. Una cosa in! Ya clara y escuetamente nacionalista desde hace tiempo, el partido de los socialistas catalanes acaba de instalarse estos días en la incertidumbre moral independentista. Debe de ser una pura cuestión de mercado. En realidad arranca de un drama no leve: la seguridad de que, a diferencia del independentismo, el socialismo ha muerto. Y es preciso ser algo en esta vida: ¡sólo hace falta mirar la cara del consejero Castells para saberlo! El PSC lleva el socialismo como Laporta el fútbol. Para tener entrada. Por último está la coyuntura. Desagradable, el referirse. La actitud de don José Montilla. No es cierto que la campaña independentista haya sido observada con indiferencia por el presidente de la Generalitat y por la dirección de su partido, y que la actitud diversa (en contra, a favor o absteniéndose) de los concejales socialistas sea el resultado de un ingenuo laissez-faire. Es dejar hacer, sí; pero como férrea consigna. La, más que estupefaciente, drogada situación de un partido que gobierna en España y en Cataluña y que al tiempo permite que algunos de sus concejales atenten contra el pacto constitucional, aunque sea de modo grotesco, sólo tiene una explicación: una muesca más en el incremento de la presión al Gobierno para que reconduzca la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto. El mensaje es tan descarado como un chantaje: este paisaje, corregido y aumentado, es lo que vais a encontraros si no sois capaces de respetar la voluntad (así llamada) catalana. El mensaje tiene además el lacre del propio presidente. Porque, ciertamente, el que se juega el futuro en las elecciones autonómicas, de aquí a un año, no es el socialismo, por lo demás y como hemos visto inexistente, sino el presidente. El partido puede sobrevivir en el poder con los alambicados acuerdos parlamentarios a que puedan obligar los votos. Don José Montilla, con mayor dificultad. De ahí su compromiso personal a mostrarse independiente. Ni disciplina de partido ni disciplina de Estado ni disciplina de ley. Casa Nostra. Sigue con salud EL MUNDO. 14-11-2009