Casi el mismo día que los diputados de JuntsxCat unían sus votos a los de Vox para oponerse a la cuarta prórroga del estado de alarma, el Tribunal Supremo confirmaba la condena que obliga a la ex Convergencia a devolver casi 7 millones de euros cobrados en comisiones ilegales dentro del saqueo de los fondos del Palau de la Música.
Las élites del procés se enfrentan a un aterrizaje forzoso en la realidad, que les coloca en el mismo campo político que Abascal mientras les recuerda el estigma del 3%.
Dos años después de su inesperado nombramiento como president de la Generalitat, Quim Torra se enfrenta a un “momentum” muy diferente al que aspiraba. No es una situación explosiva que podría aprovecharse para dar un salto hacia la independencia, sino una pandemia que ha cambiado el marco político y provocado consecuencias inesperadas.
La votación en el Congreso de la cuarta prórroga del estado de alarma nos dejó una imagen de choque. Todo el campo del independentismo catalán -desde JuntsxCat a ERC o la CUP- se unieron a Vox para votar No… Mientras Ciudadanos daba respaldo al gobierno progresista.
Se ha reafirmado el carácter reaccionario y depredador de las élites del procés, con una mano votando con Vox, y con la otra recortando la sanidad y cobrando el 3%
Al mismo tiempo, el Tribunal Supremo confirmaba la condena sobre el saqueo de los fondos del Palau de la Música. No era el 3%… era el 4%. Del cual Millet -uno de los históricos apellidos de la burguesía catalana- se quedaba el 2,5% y Convergencia Democràtica de Catalunya el 1,5%. Bajo la forma de comisiones ilegales pagadas por grandes monopolios como Ferrovial a cambio de la adjudicación de obra pública.
Todo demasiado explícito. Tanto el carácter reaccionario de las élites del procés, con Torra y Puigdemont como reverso de Santiago Abascal y Rocío Monasterio. Como su aspecto depredador, alimentándose de la confiscación de los presupuestos públicos.
Durante la pandemia, los sectores más reaccionarios del independentismo han mostrado su auténtico rostro. Desde la consellera de Presidència, Meritxell Budó, cuando afirmó que “si Catalunya fuera independiente no tendríamos tantos muertos ni tantos infectados”, hasta Joan Canadell, presidente de la Cambra de Comerç que lo radicalizó groseramente: “España es paro y muerte; Catalunya, vida y futuro”. Pasando por la infame campaña desatada por los “hiperventilados” contra Javier Cercas.
Pero la realidad siempre acaba imponiéndose. Un Gabriel Rufián que afirmó “sentirse verdaderamente incómodo” al unir sus votos a los de Vox, está negociando con el gobierno el apoyo a la nueva prórroga del estado de alarma. Y, a pesar de su retórica independentista, Torra no ha faltado a ni una sola de las reuniones con Pedro Sánchez, al mismo nivel de los otros 16 presidentes autonómicos. Y, lejos del enfrentamiento, la Generalitat ha aceptado tranquilamente que el gobierno central no permita el paso de Barcelona a la fase 1.
No sabemos cuándo, pero se anuncian unas elecciones que deberán decidir el nuevo gobierno catalán. Será el momento de que tras el aterrizaje forzoso del procés en la realidad, Catalunya pueda dotarse de un gobierno que no ataque a una parte de los catalanes y que, frente a los recortes en sanidad ejecutados por Mas, Puigdemont o Torra, impulse políticas al servicio de la mayoría.