Se mire por donde se mire, el tablero regional asiático es un caldero geopolítico en ebullición. Y no sólo por razones económicas. Al arco de conflictos que recorre el sudoeste de Asia -desde Afganistán y Pakistán hasta Ceilán, pasando por la India- se le ha añadido en los dos últimos años la peligrosa inestabilidad en Asia central, con Kirguizistán y la región autónoma china del Xinjiang como epicentros. Y para completar el escenario, los últimos movimientos de EEUU en el sudeste asiático han desatado una peligrosa dinámica de confrontación regional con Pekín.
A medida que EEUU refuerza los lazos militares en el sudeste asiático y la resencia de su flota de guerra se hace cada vez mas visible en el Mar Amarillo y en el de China Meridional, aumentan los riesgos de que lo que hasta ahora había sido una dinámica de rivalidad entre Washington y Pekín en términos de “poder blando”, derive en una táctica de contención, de enfrentamiento en términos de “poder duro” típico de la Guerra Fría. Washington estrecha el cerco La confrontación directa comenzaba este pasado mes de julio cuando la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, irritaba sobremanera a Beijing al declarar que EEUU tiene un "interés nacional" en las disputas sobre los reclamos territoriales en el Mar de China Meridional. Asunto sobre el que China es particularmente sensible dado que el área forma parte de su esfera de interés estratégico más inmediato. Las declaraciones de Clinton, además de como una injerencia en los asuntos regionales, fueron valorados desde Pekín como un intento descarado de Washington de colocarse del lado de Vietnam, Filipinas y Malasia en las disputas territoriales que involucran la soberanía sobre unas reservas de petróleo potencialmente grandes. A mediados de agosto, el informe anual al Congreso preparado por el Departamento de Defensa denunciaba el aumento de las patrullas chinas en el Mar de China Meridional, al tiempo que expresaba su inquietud por el incremento de la inversión en armas como misiles de largo alcance, submarinos y portaaviones, que permitiría, según el Pentágono, proyectar el poder de Pekín en la zona. Sólo 48 horas después de presentado el informe, el jefe del Comando del Pacífico de EEUU, el almirante Robert Willard, declaraba a la prensa en Manila que la relevancia que está adquiriendo China en el Mar de China Meridional causa preocupación en la región, pero que EEUU velaría por la seguridad y la protección de las importantes rutas marítimas que lo atraviesan. Una semana más tarde, los ejercicios navales conjuntos entre EEUU y Corea del Sur en las aguas del Mar Amarillo, movilizaban un impresionante arsenal aeronaval, incluyendo la presencia del portaaviones de propulsión nuclear USS George Washington, dotado con sofisticados sistemas de radar, interceptación de comunicaciones y una dotación aérea capaz de alcanzar la capital china, a sólo unos cientos de kilómetros de distancia. El regreso al sudeste asiatico Los ejercicios navales con Corea del Sur en el Mar Amarillo han supuesto una nueva fase, en uno de sus puntos más elevados, de lo que la diplomacia norteamericana ha bautizado como “el regreso de EEUU a Asia”. Regreso que abarca una intensificación de la presencia norteamericana en todo el sudeste asiático y que se completa, por el momento, con el fortalecimiento de los lazos políticos y militares, entre Vietnam y Estados Unidos, que lleva meses cortejando a su antiguo archi-enemigo. Aprovechando el 15 aniversario del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Vietnam, las armadas de ambos países realizaban a mediados de agosto una semana de ejercicios navales conjuntos en el Mar de China Meridional, donde Vietnam disputa a China la posesión de una serie de islotes en cuyas aguas jurisdiccionales se sospecha que puede haber grandes yacimientos petrolíferos. Ejercicios en los que una delegación de altos funcionarios militares y políticos de Vietnam fueron recibidos a bordo del portaaviones USS George Washington. Las buenas relaciones económicas entre ambos países han dado en los últimos tiempos el salto hacia el estrechamiento de relaciones militares. Desde comienzo de 2010, los astilleros vietnamitas han reparado dos buques del Comando de Transporte Marítimo Militar de EEUU. Los ejercicios fueron seguidos el 17 de agosto por la primera ronda de diálogo de alto nivel en materia de defensa entre Washington y Hanoi. El subsecretario adjunto de Defensa de EEUU, Robert Scher, y el teniente general Nguyen Chi Vinh se reunieron en Hanoi para tratar sobre intercambios militares y la formación y colaboración entre ambos ejércitos en operaciones humanitarias y de socorro, de búsqueda y rescate. Cada uno de estos movimientos militares constituyen pasos hacia la construcción de una relación de confianza entre las fuerzas armadas norteamericanas y vietnamitas. Vietnam ha mostrado recientemente signos de estar receptivo a una presencia militar de EEUU en la región para contrarrestar a China y proveer de una mayor musculatura a sus pretensiones en el Mar de China Meridional. Una vez finalizado el diálogo de alto nivel, se espera que Washington y Hanoi pasen ahora a unas relaciones más estrechas. Indonesia y Camboya en la agenda Los acuerdos entre Vietnam y EEUU siguen al anuncio hecho, en junio de este mismo año, por Barack Obama y el presidente indonesio de que los dos países formarán una asociación estratégica integral. El acuerdo está destinado a integrar aún más la colaboración existente entre ambos países en cuestiones de defensa y seguridad. Es un amplio acuerdo de cooperación que involucra formación de mandos, colaboración de la industria de defensa, adquisición de equipo militar, diálogo de seguridad y protección marítima. A esto le siguió el 22 de julio el anuncio de que EEUU reanudaba la cooperación con el Kopassus, las unidades de élite de las fuerzas especiales de Indonesia. Cooperación que fue interrumpida en los años 90 por la llamada ley Leahy, que prohíbe cualquier tipo de asistencia a unidades militares extranjeras de las que existan evidencias creíbles de que han cometido graves violaciones de derechos humanos. Algo que conoce muy bien EEUU, puesto que fueron ellos los que propiciaron el golpe de Estado de Suharto en 1967 que se cobró la vida de un millón de comunistas indonesios, o la represión en la banda de Aceh y Timor Oriental en las décadas siguientes. La prohibición, sin embargo, está a punto de ser levantada parcialmente por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, para proporcionar a EEUU una mayor influencia política y militar en Indonesia, dado el papel tradicional del Kopassus como trampolín de los futuros líderes militares. En el último año, el Departamento de Defensa ha proporcionado a Indonesia equipos y financiación para la instalación de potentes sistemas de radar, en teoría para combatir el contrabando y la piratería, en realidad para controlar más de cerca los estrechos de Makassar y Malaca, por donde pasa el 80% del tráfico marítimo de mercancías chinas. Camboya es otro país del sudeste asiático en el que EEUU muestra un particular interés militar. En julio, Washington y Phnom Penh fueron coanfitriones de los ejercicios militares multilaterales “Centinela de Angkor 2010”, con participación de 1.200 soldados de 23 países. Aunque aparentemente dirigidos a ofrecer formación en operaciones de mantenimiento de la paz, las cancillerías asiáticas observan estos primeros ejercicios entre los dos países como una manera para EEUU de acercarse a los militares camboyanos. La inusitada intensificación del interés de EEUU por ampliar y mejorar los lazos de defensa con Vietnam, Indonesia y Camboya es parte sustancial de la nueva estrategia de Washington para reanudar los contactos con el sudeste asiático y reafirmar su compromiso con la seguridad de la región, es decir, su presencia militar directa o indirecta a través de sus nuevos aliados. A nadie se le escapa que su principal objetivo es la contención de la creciente emergencia de China en las disputas territoriales y su presencia naval en la región. Tanto Vietnam como Indonesia ocupan posiciones geográficas de importancia estratégica en el Mar de China Meridional y los estrechos de Malaca y Makassar. El reforzamiento de la presencia militar directa e indirecta de EEUU en el sudeste asiático, unido al control que pretende establecer sobre Yemen con la guerra encubierta desatada allí, busca controlar y cerrar las llaves de paso, las puertas de entrada, desde oriente y occidente, al Océano Índico, el escenario marítimo vital para la economía china. Hasta ahora, la creciente rivalidad entre Washington y Pekín por la influencia en el sudeste asiático se había centrado en iniciativas del llamado poder blando, es decir, intercambios diplomáticos y culturales, ayudas oficiales, tratados de comercio e incentivos económicos. Pero al ampliar el círculo de su actividad al sensible, y decisivo, terreno militar –además de arremeter con provocadoras declaraciones sobre temas susceptibles como el Mar de China Meridional–, EEUU corre el riego de provocar irritadas reacciones que podrían poner en peligro los términos relativamente estables en que hasta el momento se ha desarrollado la competencia con China. Un retorno a políticas propias del poder duro característico de la Guerra Fría es algo que todos, incluidos Washington Pekín y la mayoría países de la región, preferirían evitar. Pero si EEUU desplaza el ámbito de la rivalidad y la competencia con China desde el terreno económico hacia las cuestiones de seguridad y defensa, y además en las propias fronteras del gigante asiático, las líneas de tensión y conflicto pueden dispararse en el futuro.