Se trata de un sector de trabajadores del que apenas oimos hablar. Son, según las cuentas de la Agencia Tributaria, tres millones y medio de trabajadores condenados a contratos miserables de horas, o incluso minutos (increible pero cierto), que ganan poco más de 1.800 euros al año de media, apenas 150 euros al mes. Este es el sector de los invisibles.
Las tareas que realizan son socialmente imprescindibles, como es el caso el caso de los cuidados de la gente más vulnerable, niños y mayores. Es imprescindible, no se puede dejar de hacer.
En este caso hay entre 600 y 700 mil personas, mujeres en su inmensa mayoría, dedicadas a la atención domiciliaria, el servicio doméstico. No aparecen en ninguna contabilidad. Con Zapatero se empezó a regularizar el sector pero acabó siendo peor el remedio que la enfermedad. El cambio legal de 2012, ha supuesto para muchas mujeres, más allá de cotizar a la Seguridad Social, despidos, menos horas de contratación y tener que descontar de sus sueldos la cuota que ingresan las arcas del Estado. «Se trata de un problema estructural de nuestra sociedad, un problema de clase»
Muchas de las antiguas “chachas” que trabajaban en casas de renta alta (en negro, donde “eres como de la familia pero comes en la cocina”) fueron absorbidas por el boom turístico y de los servicios, cadenas hoteleras o cadenas de empresas de limpieza. El alivio de incorporarse a un mercado laboral regularizado y los 15 euros a la hora que llegaron a ganar ha topado con una realidad de clase más contundente, cinco euros a la hora y ningún derecho.
Un problema estructuralMuchas veces se identifica el problema con la opresión de la mujer en el ámbito laboral o de la voracidad de las empresas de trabajo temporal, que con total impunidad se lucran del esfuerzo de estos trabajadores; pero se trata de un problema estructural de nuestra sociedad, un problema de clase.
Hablamos de salarios miserables de 5 euros la hora, o menos, con condiciones de trabajo leoninas, precariedad, exigencias humillantes, etc. en los sótanos de un capitalismo monopolista que rinde sueldos estratosféricos a sus altos directivos.
Los sueldos estratosféricos de los altos directivos de grandes monopolios se basan nada menos que en los aproximadamente 10 millones de trabajadores que ganan sueldos por debajo, o muy por debajo, de los 1.000 euros mensuales.
Es urgente aumentar los salarios a un mínimo de mil euros al mes. Existen los recursos para hacerlo.
Es urgente llevar adelante una redistribución salarial por la que “nadie por debajo de 1.000” sobre la base de que “nadie por encima de 10.000”. Esta medida beneficia a los trabajadores que no llegan a ser mileuristas. Un porcentaje importante de los 17 millones de asalariados de nuestro país.
Más de 2 millones, encadenados a contratos a tiempo parcial, cobran una media de 6.738 euros al año, es decir, 561 euros mensuales, por debajo incluso del Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Otros dos millones, cuyo salario anual, una vez descontados los pagos a la Seguridad Social, están entre los 650 y los 700 euros mensuales. Y aún hay 2,2 millones de trabajadores cuyos sueldos netos se sitúan alrededor de los 850 euros mensuales.
Para ello es imprescindible suprimir las reformas laborales aprobadas por los sucesivos gobiernos de PSOE y PP e implantar la igualdad salarial para hombre y mujeres.
Sin embargo, para afrontar el problema de estos subcontratos es urgente crear empleo, para acabar con el paro y para crear empleos que rindan un sueldo de mil euros mensuales mínimo.
También existen los recursos para hacerlo. Basta con redistribuir la riqueza, por ejemplo, renegociando la devolución de la deuda pública, o recuperando el dinero público entregado a la banca, crando una Banca pública con las cajas de ahorro rescatadas… para, con estos fondos, ayudar e impulsar el tejido de pymes y reindustrializando el país.
Territorio Doméstico
¿Somos conscientes que de esas vidas apenas sabemos nada? Con esta pregunta empezaba un programa radiofónico cuyo fin era sensibilizar sobre los trabajadores invisibles. «En sucursales bancarias te hacen contratos de 27 minutos, entras a en punto y a y 27 tienes que salir»
La historia de Margarita Martínez es emblemática. Llegó a España desde Ecuador hace 16 años y de ellos, durante 15, cuidó a una persona mayor. Por supuesto sin contrato, sin cotizar a la Seguridad Social y temiendo que cualquier día la policía le pudiera pedir los papeles en cualquier esquina. Los inicios fueron duros. En tanto no se le homologan los estudios de su país de origen, la salida laboral más inmediata fue el servicio doméstico, cuidaba un niño y limpiaba teatros de domingo a domingo. “Al no tener papeles no tienes derecho a más. En ese tiempo ganaba 70.000 pesetas en negro, sin seguro”. El primer contrato legal llegó cuando hubo que hacerse los papeles. “Me pagaba yo la seguridad social. Al principio cuando es hora de hacerte papeles no te apoyan”. Al decírselo a su empleadora, “eso es lo que hay, te contestan. Nos aguantamos por necesidad, hay que ganar aquí y mandar para dinero a nuestro país. Te tienes que aguantar. Trabajas dos horas por seis euros la hora y tienes que comprarte el abono de transporte, no sale rentable pero hay que hacerlo. Luego trabajé en sucursales bancarias. Te hacen contratos de 27 minutos. Entras a en punto y a y veintisiete tienes que salir. Antes trabajaba 45 minutos lunes, miércoles y viernes. Ahora es todos los días 27 minutos.
(…) Les da igual si no acabo; antes les regalaba 15 minutos para completar la hora, pero vas aprendiendo y no les doy ni un minuto. La nómina es de 100 euros al mes. Soy feliz porque tengo salud y mi familia también pero lo estamos pasando mal. No es un problema de como son los españoles. En ecuador siempre hemos estado en crisis.
Para dejar de ser invisible se apuntó a Territorio Doméstico, un colectivo que lucha por los derechos de las trabajadoras del servicio doméstico para hacerlo visible. “Si hubiera una huelga de cuidadoras y trabajadoras del hogar sería muy importante para nosotras. A veces piensas que por no tener papeles no tienes derechos. Pero desde el colectivo decimos que sí que tienes que tener derecho a un día de descanso. Estoy contenta de representar a este colectivo. Yo no he trabajado de interna pero me pongo en los zapatos de las trabajadoras internas que no tienen derecho a descanso ni a coger un yogur de la nevera”.
(Extractos del programa Diálogos de la Cadena Ser)