Mientras algunas autoridades intentan coger agua bendita entre las manos y oficiar el sepelio de las mal llamadas medicinas alternativas (Medicina Tradicional y Complementaria les llama la Organización Mundial de la Salud, OMS), nuestro Congreso de los Diputados rechazó en febrero pasado una Proposición no de ley presentada por el partido ¿liberal? Ciudadanos que alegaba la necesidad de proteger a los enfermos de las citadas medicinas considerándolas “pseudociencias y pseudoterapias” (entre las cuales se encuentran la acupuntura y la homeopatía) proponiendo que los mismos médicos denunciasen a aquellos colegas que ejercieran cualquier práctica como éstas, alejadas, eso dicen, de la evidencia científica.
Siguiendo la estela tan extravagante caza de brujas en pleno siglo XXI la Organización Médica Colegial (OMC) constituyó el “Observatorio contra las Pseudociencias, Pseudoterapias, Intrusismo y Sectas Sanitarias” cuya alta misión es perseguir, controlar y fiscalizar, y en su caso denunciar, a los médicos que las prescriben a pesar de la tozuda realidad que supone que la OMS no solo no ha puesto en duda la eficacia de tales enfoques terapéuticos, afirmación que puede verse en su informe “Estrategia de la OMS sobre Medicina Tradicional 2014-2023”. En él se afirma que, sobre la eficacia y su valoración, estas terapias presentan métodos igualmente valiosos instando a los gobiernos de todo el mundo a regular e incluir en los sistemas públicos a las mismas. En el citado informe la anterior Secretaria General de la OMS reconoció que la función de la Medicina Tradicional o Medicina Complementaria en el mundo es bien “el pilar principal de la prestación de servicios de salud” o bien “su complemento”. Es más, añadió también que tal tipo de medicina es “una parte importante y con frecuencia subestimada de la atención de salud que se practica en casi todos los países del mundo y cuya demanda va en aumento”. Por otro lado también subrayó que “muchos países reconocen ya la necesidad de elaborar un enfoque coherente e integral sobre la atención de la salud que facilite a los gobiernos, a los profesionales sanitarios y muy especialmente a los usuarios de los servicios sanitarios el acceso a la Medicina Tradicional y Complementaria de manera segura, respetuosa, asequible y efectiva”. De ahí que uno de los objetivos para la OMS para el periodo 2014-2023 sea fomentar la integración de la Medicina no Convencional en los sistemas nacionales de salud.
Para alguno esto ha sido como mentar a la bicha al no coincidir, en esta ocasión, sus propios criterios con los de la citada institución. El propio Ministerio de Sanidad español contestó a la propuesta de Ciudadanos recordándole que si bien no existe regulación estatal específica sobre este tipo de “terapias” los productos homeopáticos tienen en toda Europa la consideración legal de fármacos de venta exclusiva en farmacias. Algo que los farmacéuticos tienen claro y que aquí, en nuestra Comunidad Valenciana, han dejado claro a pesar de la campaña en contra de su venta a la que se ha sumado la Real Academia de Farmacia. Por lo tanto seguirán vendiéndola (véase el diario Información del día 27 de julio del presente) o la opinión de la presidenta del Colegio de Farmacéuticos de Alicante aparecida en el diario El Mundo el mismo día, señalando que “la Homeopatía no es una cuestión de opinión sino de ley”. Opinión en contra del peculiar criterio desfavorable hacia la misma de nuestra Consellera de Sanidad que quizás desconozca o calle los preceptos derivados de la OMS y que el ejercicio de la Homeopatía tiene la consideración de “Acto Médico” reconocido por la propia OMC el 17 de diciembre de 2009. La citada Consellera remitió, no hace mucho, una instrucción a todos los departamentos de salud valencianos para recordarles que la Homeopatía está excluida de la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud (SNS) y que su promoción y desarrollo en centros sanitarios públicos están prohibidos. Además solicitó por carta a la ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, que retirase el Real Decreto Legislativo 1/2015, el que reconoce la legalidad del medicamento homeopático.
Este acto de agresión hacia la homeopatía, agravado por el establecimiento del citado Observatorio de la OMC, pertenece a una estrategia que se inició cuando fue publicado el informe sobre “Terapias Naturales” que en 2011 realizó el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad: primer documento oficial sanitario español realizado por numerosos representantes de todas las comunidades. Se da el caso de que la medicina convencional no fue tachada en ningún momento en dicho documento de no ser fiable y nunca definió a tales terapias como “pseudoterapias o pseudociencias”. Es más, en dicho documento jamás se solicitó inhabilitar a quienes ejercen tales terapias o cerrar páginas web con tales contenidos. Estrategia que continuó mediante la utilización interesada de los “escépticos” agrupados en dos principales organizaciones contrarias a estas terapias, a pesar de que sus miembros poseen escasa formación académica y profesional en materia sanitaria y de salud. Esta fue la segunda batalla perdida por ellos. La tercera batalla es la que fue enarbolada por determinadas asociaciones de enfermos denunciando a determinados prescriptores de este tipo de terapias. Denuncias que fueron archivadas finalmente. Asociaciones, estas y otras, a las que se les ha demostrado estar financiadas por multinacionales farmacéuticas. No se nos escapa que al frente del Grupo Español de Pacientes con Cáncer, esté una experta en empresas formada en Harvard y no un paciente afectado por tal patología. La propia patronal farmacéutica española, Farmaindustria, ya admitió sin ningún rubor su interés por las asociaciones de enfermos. Interés que fue denunciado por el Comité Permanente de Médicos Europeos el 11 de septiembre de 2004 en un comunicado oficial y que evidenciaba que el mismo no es más que puro marketing. Táctica de “acercamiento a los pacientes” que emplearon cuando se dieron cuenta de la mala prensa que tenían por su relación “directa” con los médicos a través de sus visitadores médicos. La cuarta batalla es la que todavía se está librando: la batalla de una conspiración perfectamente organizada.
Sin embargo toda esta actividad contraria a la Homeopatía no puede esconder otras tantas investigaciones, estudios y posicionamientos favorables – hasta de algún que otro premio Nobel-. Ejemplo de ello es el Proyecto CAMbrella, impulsado por la Comisión europea para conocer la actualidad y la radicación de tales terapias en los estados europeos. Así 19 de los 39 países tiene una legislación general relativa a tales terapias; 11 de ellos con una Ley específica y 8 incluyéndolas en sus leyes sanitarias: Francia, Bélgica, Finlandia, Alemania y Suiza. Por otro lado y según un informe del Centro de Información Europeo sobre Medicina Complementaria y Alternativa más de 100 millones de europeos las utilizan. La propia OMS recoge en el informe citado arriba que en Europa más de 146.000 médicos utilizan terapias complementarias, de los que unos 50.000 son homeópatas. Bien es sabido que en 1997 el Parlamento Europeo instó a la Comisión Europea a regular en la Unión la enseñanza y la práctica de las medicinas no convencionales con numerosos argumentos, entre los que estaban el derecho y el deber que los médicos tienen de utilizar en conciencia y según sus conocimientos todos los métodos terapéuticos de los que disponen. Propuesta apoyada en 1999 por el Consejo de Europa. Es más, la anterior Directora general de la OMS (Margaret Chan) durante la Conferencia Internacional para los países de Asia Sudoriental celebrada en febrero de 2013, afirmo que “para muchos millones de pacientes este tipo de terapias representa la principal fuente de atención sanitaria (…) haciéndola atractiva en el actual contexto de encarecimiento de la citada atención”.
Entonces ¿por qué tanto ruido en nuestro país? ¿Qué está detrás de este aquelarre de políticos y médicos contra médicos? ¿Qué hay en la trastienda de esta campaña de desprestigio contra la Homeopatía y contra los médicos que la prescriben? ¿Por qué la OMC, Ciudadanos, algunos políticos y algunas agrupaciones de escépticos no reconocen, es más persiguen con saña la Homeopatía mientras que su eficacia no la pone en duda ni la mismísima OMS? El asunto no es baladí y su respuesta es atronadora aunque deja en el aire varias cuestiones. La primera es que si la OMC tiene razón y estas terapias no son válidas ¿cómo es posible que las consintiesen durante años incluso dentro de sus propios colegios permitiendo que miles de pacientes fuesen estafados? Y si estas terapias, repito avaladas por la OMS, son efectivas ¿no están demonizando y fiscalizando la profesionalidad de aquellos que las ejercen? Puedo aportar documentos que demuestran que un presidente del colegio de médicos de Alicante, ya fallecido, apoyó y refrendo, dentro del propio colegio, la formación en materia homeopática, facilitando cursos y espacios de reunión. Eran otros tiempos.
La respuesta, por tanto, no ha de buscarse en la falta de eficacia de estas terapias, ni en la falta de estudios e investigaciones, ni en la adecuada formación de quienes la practican (en muchos Colegios de médicos, incluido el de Alicante, se crearon para tal fin comisiones de acreditación) ni siquiera en la pretendida capacidad de la medicina oficial para solucionar problemas pues ahí están las estadísticas de mortalidad y morbilidad. El sistema sanitario actual, ineficaz, caro e insostenible, no ha conseguido, pese a los avances tecnológicos, cumplir con su máximo objetivo: aumentar el nivel de salud de la población. La medicina actual, anclada en el paradigma mecanicista, no ha incorporado los nuevos avances conceptuales ni los descubrimientos que sobre las altas diluciones se han efectuado. Véase, por ejemplo, el artículo en PloS sobre una investigación realizada en la Universidad de Verona sobre la eficacia del árnica en diluciones homeopáticas o las investigaciones sobre la presencia de nanoparticulas en las mismas. Por lo tanto es incapaz de dar una respuesta que no va más allá de ofrecer, en la mayoría de casos, soluciones intermedias, sintomáticas y paliativas sin llegar a entender la verdadera raíz o causa de ninguna patología. Tampoco es capaz de responder al 25% de aumento en el número de pacientes que mueren por alguna “enfermedad” en los últimos 15 años. Aumento que también alcanza a los fallecidos por cáncer en nuestro país año tras año. Aumento no explicable siquiera por el aumento de población. Es insufrible, a la par que insólito, que indocumentados e ignorantes sigan negando la existencia de trabajos científicos que avalan la Homeopatía aun a sabiendas de que muchos pediatras, obstetras y cirujanos la prescriben de forma sistemática tras sus intervenciones.
La respuesta finalmente, y a pesar de los apoyos institucionales de la máxima autoridad sanitaria, del Consejo de Europa y de la Comisión Europea, hay que buscarla en la presión que sobre los Estados y sus gobernantes, sobre los médicos y sus representantes, sobre los planes de estudios dentro de las facultades de medicina y sobre la mayoría de sociedades científicas y de pacientes españolas ejerce la industria farmacéutica.
No se trata, por tanto, de eficacia tal y como se desprende de las instrucciones dadas por la Consellera valenciana señalando además que son «prácticas sin evidencia científica que no curan y generan confusión» y que, por ello, es necesario crear «un instrumento dirigido a sentar criterios uniformes» para los profesionales sanitarios, «contribuyendo a la claridad en la adecuada prestación asistencial». De hecho si de eficacia hablamos habrá que colegir que la medicina “oficial”, a pesar de sus destellantes avances tecnológicos, no ha conseguido fármaco ni tratamiento alguno que sea capaz de prevenir o curar ni una sola enfermedad crónica o degenerativa. En su día la revista British Medical Journal –uno de los altares donde genuflexionan los fervorosos creyentes de la ciencia médica- en una investigación titulada Clinical Evidence, y que analizó unos 2.500 tratamientos convencionales, llegó a la conclusión de que solo el 13% de los mismos eran beneficiosos, el 23% algo beneficiosos, el 8% entre beneficiosos y dañinos, el 6% poco probable de ser beneficiosos y el 4% ineficaces o perjudiciales. Del resto (46%) no se sabía nada. Algún tiempo después esta investigación se amplió a 3.000 tratamientos convencionales demostrando que: el 11% eren claramente beneficiosos, el 24% algo beneficiosos, el 7% entre beneficiosos o dañinos, el 5% poco probables de ser beneficiosos y el 3% ineficaces y/o dañinos. Del otro 50% no se sabía, ni se sabe, nada. Otro estudio de la Universidad de Duke, aparecido en la revista JAMA sobre las guías de práctica clínica cardiológica avaladas por el Colegio Americano de Cardiólogos y la Asociación americana del corazón, demostró que solo el 11% de los tratamientos cardiológicos se basaron en ensayos clínicos aleatorios: el más alto nivel de evidencia clínica.
También recomiendo leer el artículo aparecido en PloS Medicine de título ¿Por qué la mayoría de los resultados publicados sobre investigación son falsos? Escrito por John Ioannidis, uno de los investigadores más destacados en metaanálisis a nivel mundial. Según sus conclusiones, el 80% de los estudios no aleatorios y el 25% de los aleatorios son erróneos. En otro estudio, publicado en la misma revista con el título de «¿Por qué la mayoría de la investigación clínica es inútil?», da una medida de lo que está pasando en la medicina oficial.
Un trabajo, aparecido en Acta Sanitaria y fundamentado en otras tantas investigaciones, de un conocido colega, coordinador del equipo CESCA, de título «La Medicina como ciencia: menos arrogancia que tiene poca ciencia», presentó unas conclusiones que deberían hacer sonrojar a muchos. Por ejemplo que el 90% de la investigación publicada en medicina es falsa; que la mayoría de estudios publicados no se pueden replicar; que el 85% del dinero usado en investigación es puro despilfarro; que apenas el 11% de los 3.000 protocolos de la medicina convencional han demostrado ser útiles; que los medicamentos de síntesis causan en la Unión Europea la muerte de 179.000 personas al año; que las embarazadas, parturientas y madres lactantes están siendo sometidas a tratamientos y pruebas innecesarias; que millones de varones se vuelven incontinentes e impotentes a causa de los tratamientos que prescriben urólogos al diagnosticarles canceres de próstata inexistentes; que los psicofármacos lleva cada año a la muerte a más de 500.000 personas, etc, etc.
La fracasada medicina oficial, en manos de quienes ya desregularon la innovación farmacológica, está causando un aumento de enfermos y enfermedades, un aumento del gasto sanitario y el fracaso del sistema de salud. Las Agencias sanitarias casi no intervienen en la investigación preclínica y numerosas investigaciones, véase el artículo de la organización Proyect on Goverment Oversight (POGO), por ejemplo, describen como “fantasmas” a los autores en áreas tan específicas como la de los antidepresivos pediátricos. Así se fabrica la “evidencia”. Véase también la denuncia aparecida en el Journal of Nervous and Mental Diseases, sobre el mismo tema efectuada por el investigador Glen Spielmans en 2008, o la denuncia de Richard Horton, editor de The Lancet sobre este tipo de revistas y su relación con las multinacionales farmacéuticas, o las críticas de la editora del New England Journal of Medicine, o las del ex Editor Jefe del Britisch Medical Journal, o las numerosas denuncias sobre los daños ocasionados por fármacos realizadas por muchos investigadores, médicos, pacientes, periodistas y concienciados, incluso premios Nobel. ¿Y aún nos preguntan por qué usamos Homeopatía y defendemos otro modelo sanitario y asistencial?
No, no se trata de hacer una lista de aquello que nos pueda parecer malo o bueno de forma arbitraria, de tachar de pseudoterapias determinadas estrategias terapéuticas avaladas por máximos organismos internacionales. Hay terapias y métodos complementarios y alternativos, con elementos discutibles como cualquier otra, cuya seguridad y eficacia ya no es discutible incluso son corrientes en muchos y prestigiosos centros sanitarios del mundo.
La política y el interés no deben confundirse con la ciencia. El escéptico, médico o no, y algunos políticos, incluso los bienintencionados, se nombran a sí mismos defensores de la ciencia pero en realidad no se basan en la duda científica sino en la fe en la Ciencia. Y esto es bastante absurdo porque tener fe, incluso en la ciencia, no es nada científico. Las sesgadas afirmaciones de los escépticos están repletas de una enorme confianza en lo científico y por ello establecen una especie de cruzada contra lo acientífico, supuestamente, por el bien de la humanidad, de la cual ellos son su agente mediador y benefactor. Con ello, utilizando la ciencia como fuente de ética olvidan que la ciencia es una herramienta para conocer las consecuencias de nuestras acciones, pero no para decidir si éstas son buenas o malas. La ciencia no puede ni deber ser una religión. Los que la deifican no tardaran en levantar hogueras allá donde consideren. Ya lo hicieron y volverán a intentarlo. A las pruebas me remito.