Conchi Martí­nez

Deberes de los padres o responsabilidades de los hijos

¿Se fiaría usted de un mecánico que cuando abre el capó de su coche llevara en la otra mano una tablet para ver dónde está la junta de culata o el manguito de refrigeración?

Aprender para saber, no hay aprendizaje sin esfuerzo

Los deberes o tareas escolares son una metodologí­a de trabajo y como tal no son ni buenos ni malos , sino que depende de los fines y objetivos que se propongan. No responden a una filosofí­a educativa (anticuada, dicen algunos) ni a una corriente pedagógica concreta; pueden ser en papel y bolí­grafo, como hace veinte o cincuenta años, o en formato digital acorde a las nuevas tecnologí­as. En todo caso, lo que sustenta el uso y/o abuso de los deberes es la necesidad de inculcar en el alumno hábitos de trabajo individual que contribuyan a fijar conocimientos y a adquirir mayor soltura en las destrezas básicas de lectura, escritura y cálculo. Eso en la enseñanza Primaria, porque en la Secundaria, Bachillerato y los Ciclos Formativos, la exigencia de trabajo del alumno fuera del horario escolar es, sencillamente imprescindible. Dicho en cristiano, hay que estudiar en casa los temas y conceptos que se explican y desarrollan en el aula.

Para los defensores del “no hay que aprender nada de memoria porque para eso están las redes (wikipedia and company)“, tan sólo una pregunta: ¿se fiaría usted de un mecánico que cuando abre el capó de su coche llevara en la otra mano una tablet para ver dónde está la junta de culata o el manguito de refrigeración? Pues eso. No hay conocimiento posible sin memorización; para resolver ecuaciones complejas en Física, el investigador tiene que “saber“ una importante cantidad de conceptos, fórmulas y procedimientos. Los inventos no salen de la nada, nacen del conocimiento teórico y práctico, colectivo en primer lugar, pero luego individual. De poco le sirve al alumno de Bachillerato saber que puede encontrar tal o cual concepto en Internet, por decirlo claramente, el lugar en donde deben estar una buena parte de esos conocimientos es en su propia cabeza. El mayor y más complejo ordenador es la mente humana, pues de ahí han salido, curiosamente, los ordenadores. Y si no hubiera expertos dispuestos a compartir con todos nosotros sus conocimientos, wikipedia sería un catálogo/resumen de hechos históricos más o menos probados y sabiduría popular.

Ocio y negocio

En toda esta polémica acerca de los deberes escolares hay un aspecto que, por inusual, llama poderosamente la atención. Se trata de que las protestas de los padres (huelga incluida) van en la dirección de reivindicar el tiempo libre propio y de los hijos. Quejas del estilo de que ponerse a hacer las tareas escolares después del Inglés, Música, Danza, Fútbol o Manualidades, es un trabajo excesivo para los niños y por añadidura para ellos que deben supervisar dichas tareas. Esta situación debe hacernos reflexionar acerca de las prioridades e importancia que damos a la escuela y a sus exigencias. El aprender jugando está muy bien, sobre todo si el aprendiz tiene cinco o seis años, pero incluso para este pequeño investigador del mundo que le rodea, el juego tiene reglas que debe respetar si quiere avanzar en su conocimiento de la realidad. Huelga decir que pretender que un alumno de quince o dieciséis años no se aburra o se fatigue estudiando filosofía o matemáticas es como pretender que la vida sea un parque de atracciones con boleto gratuito y permanente. Y todos sabemos que en los parques de atracciones hay que pagar, en este caso pagar por la felicidad.

Hace ya unos cuantos años que las actividades extraescolares como complemento a los aprendizajes reglados funcionan en nuestro país con total eficacia. Una oferta deportiva y cultural tanto pública como privada que ofrece un mayor abanico de posibilidades a todos los escolares, incluidos los que proceden de familias humildes y con escasos recursos económicos. Esta es la cara A de esta situación, la cara B es que el ocio, las extraescolares, es un negocio y como tal utiliza los recursos de marketing de cualquier empresa solvente en el siglo XXI. Lo que quiere decir que venden su producto con el mismo tipo de publicidad que una lavadora o un automóvil. Y en estos tiempos de crisis e incertidumbre ¿qué padre no quiere que su hijo hable inglés como un nativo o desarrolle al máximo sus capacidades artísticas o deportivas?

La cuestión es no hacer de las actividades “lúdicas” un enemigo de los aprendizajes escolares y en caso de duda o controversia preguntarse si promover que su hijo se salte las normas de la escuela es una buena acción educativa para su futuro.