El intento de tomar el parlamento por los manifestantes, y la violenta ocupación de la Plaza de la Independencia «epicentro de las protestas- por parte de las fuerzas de seguridad ha hecho estallar una espiral de violencia que ya se ha cobrado 25 muertos y más de 300 heridos. Hace dos meses, los manifestantes se movilizaron contra la suspensión del acuerdo con la UE, ahora protestan contra las medidas antidemocráticas del gobierno, entregado a una represión salvaje que ha radicalizado las protestas. Pero las verdaderas razones de esta crisis están en otro lado, en la disputa imperialista entre Moscú y Washington, con la UE como «colaborador» de EEUU, por controlar Ucrania, uno de los pivotes geoestratégicos más importantes de Eurasia.
Los medios presentan los acontecimientos de Ucrania como la lucha entre un presidente autoritario y unos manifestantes firmemente dispuestos a derrocarlo para conseguir más libertad. Con ser ambas cosas ciertas, sin embargo, esta contradicción tiene como telón de fondo oculto una soterrada y feroz disputa entre Rusia y EEUU, dado el papel estratégico de Ucrania y las profundas consecuencias que tiene su alineamiento con uno u otro. «El telón de fondo oculto es el de una soterrada y feroz disputa entre Rusia y EEUU, dado el papel estratégico de Ucrania»
Para Rusia es vital impedir que Ucrania se alinee plenamente con el campo hegemonista de EEUU, entrando en la OTAN y la UE. De ocurrir esto, la proyección del poder ruso quedaría limitada al espacio del Asia Central y el Cáucaso. Por el contrario, mantener a Ucrania bajo su esfera de influencia da a Moscú presencia en Europa, convirtiéndolo en un jugador al que hay que sentar en la mesa de negociaciones, adquiriendo así capacidad de intervención e influencia sobre los asuntos europeos.
Por eso Putin frenó la firma del tratado con la UE a cambio de ofrecer a Ucrania todo el gas que necesite a precios inferiores a los del mercado y de invertir miles de millones de dólares en su elevada deuda pública.
Por el lado contrario, para EEUU y las potencias europeas atraer a Ucrania a su esfera de influencia económica y político-militar es aislar y dejar a Rusia fuera de Europa, reducir su dimensión imperialista a un ámbito regional y abortar las pretensiones del Kremlin de volver a actuar como potencia global.
Una disputa imperialista entre Rusia y EEUU que azuza la división del país y de la población y ha estallado en una espiral de violencia que se cobra su precio en decenas de muertos.
Desde la “revolución naranja” de 2004, las elecciones han oscilado siempre entre pequeñas mayorías de las fuerzas políticas pro-hegemonistas yanquis o las pro-rusas del actual presidente Yanukóvich. Provocando una acentuada inestabilidad política y azuzando una división sobre la que actúan las ambiciones imperialistas de Moscú y Washington, convirtiéndola en una herida sangrante.
Herida que no será posible cerrar con la intervención de la UE como “pacificador”, como algunos reclaman. Porque Berlín es también “parte interesada”. Sino sólo sobre la base de la unidad de todo el pueblo ucraniano en la lucha por la conquista de una plena y verdadera independencia nacional, tanto de Moscú como de Washington.