El ultraderechista impone un drástico hachazo en el poder adquisitivo de los pensionistas

Argentina: la motosierra de Milei se ceba contra los jubilados

En la draconiana agenda antipopular del ultraderechista Javier Milei siempre hay hueco para una ignomina más, para otro brutal ataque contra los sectores más vulnerables del pueblo argentino. Ahora es el turno de los pensionistas.

Mientras miles de personas -la mayoría jubilados- se concentran frente al Congreso argentino para exigir un aumento de la pensión mínima, de apenas 300 dólares (271 euros), Milei envía a los antidisturbios a cargar violentamente contra los pensionistas.

La motosierra del presidente argentino, el ultraderechista Javier Milei, lleva nueve meses arremetiendo inmisericordemente contra todo lo que suene a ‘social’ o a ‘gasto público’. Ahora le ha tocado el turno a uno de los sectores más vulnerables de Argentina: sus jubilados.

En Argentina, decir que las pensiones son miserablemente asistenciales es un eufemismo. La pensión mínima es de 234.000 pesos (221 euros), a la que se añade un ‘bono’ de 70.000 pesos (66 euros) como compensación para equipararla con la cesta básica.

Ese ridículo ingreso ya está muy por debajo del gasto promedio de una persona mayor, ya que no tiene en cuenta los gastos médicos ni en medicamentos ni otros relacionados con la edad.

Pero además, al estar congelado este bono compensatorio desde marzo, las jubilaciones mínimas sufrieron un recorte equivalente a 52.000 pesos (49 euros), un 22% de su poder adquisitivo.

Algo pavoroso si además tenemos en cuenta que en lo que va del año, la inflación registrada es del 87% y que el gobierno ultra impuso en diciembre una megadevaluación del peso del 54,4%.

Para tratar de paliar -muy deficientemente- la brutal pérdida de poder adquisitivo que sufren los cinco millones de pensionistas argentinos, una mayoría del Congreso argentino apoyó una moción para elevar las pensiones a 316.000 pesos.

Pero entonces Milei impuso su veto presidencial a esta pírrica revalorización de las pensiones. Según los nuevos superpoderes que le ha dado su «ley Ómnibus», sortear ese veto de la Casa Rosada requiere dos tercios del Parlamento. Así que, gracias a sus propios diputados, a los de Macri y a cinco escaños ‘judas’ de la Unión Cívica Radical (UCR), el ultra logró reunir poco más del tercio de las voluntades (87 votos en contra frente a 153 a favor) necesarias para blindar el veto contra los jubilados. “Hoy 87 héroes le pusieron un freno a los degenerados fiscales que intentaron destruir el superávit fiscal que los argentinos con tanto esfuerzo logramos conseguir”, se jactó.

Fuera, frente al Congreso, decenas de miles de personas -la gran mayoría jubilados, junto a sindicatos, partidos de izquierdas y peronistas- protestaban contra una decisión que les hunde aún más en la miseria.

La respuesta fue la más feroz represión policial contra manifestantes con canas, que podrían ser sus padres, o sus abuelos. Golpes de porra, disparos de pelotas de goma a bocajarro, gases lacrimógenos, o motocicletas policiales atropellando a señoras de 70 años o a abuelos de 80.

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Testimonios de indignación y de lucha

Las arrugas de la ira

«Volver a trabajar, cerca de los 80 años, porque la jubilación mínima no alcanza para vivir. Hacer “changas” para sumar ingresos porque el haber jubilatorio dura, con suerte, hasta el día veinte de cada mes. Los medicamentos que antes eran gratuitos ahora hay que pagarlos un 40 por ciento y se consumen buena parte del presupuesto. Reducir las compras de alimentos frescos».

Así comienza el diario progresista argentino Página 12 su estremecedora crónica sobre la tragedia que viven millones de jubilados en este país, recogiendo algunas voces de las protestas.

«La jubilación le alcanza a uno unos diez o quince días de los treinta o treinta y uno que tiene el mes. Fíjese usted por qué uno tiene que volver a trabajar siendo jubilado. Esa es la verdad: la plata del jubilado no dura nada”, dice Alberto Ramón Elías, de 78 años. Tras jubilarse en una tienda de telas, tuvo que volver a trabajar.

«Mi abuelo era pescador en Mar del Plata. Cuando se jubiló, se hizo una fiesta en el barrio. Cuando yo me jubilé, porque fui secretaria toda mi vida, lloré. Ha dejado de comprar uno de los medicamentos que tomaba porque su precio se multiplicó por cinco en sólo un año y otro se divide la pastilla a la mitad para que le dure el doble. Milei se llena la boca con la palabra libertad y lo que quiere es un país libre de viejos”, cuenta Teresa Olmos, de 84 años.

“Nosotros nos movilizamos el miércoles pasado, estamos acá hoy y volveremos el miércoles que viene. No vamos a salir de las calles porque venimos a luchar para poder estar mejor y a la vez luchamos por nuestros hijos y por nuestros nietos”, dice con voz firme Víctor Amarilla, quien a sus 72 años trabaja medio día como portero de un edificio después de haberse jubilado como conductor de trenes.

“Milei y Bullrich mandan la represión pensando que quizás así evitarán que la población trabajadora se movilice. Nada mas erróneo. Los jubilados estamos dando la pelea por nosotros y por los jóvenes. Si no peleamos hoy, ya no les va a quedar nada, ni país», remata Liliana Kunis, de 70 años, maestra y abogada

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