En medio de una pandemia que castiga con especial saña a las minorías étnicas en EEUU, la muerte del afroamericano George Floyd a manos de la policía de Minneápolis ha desatado una intensa ola de protestas por todo el país.
El vídeo fue grabado por un transeúnte con su teléfono móvil, a plena luz del día. Durante nueve interminables minutos, la rodilla del agente Derek Chauvin aplasta el cuello de George Floyd -desarmado, esposado e inmovilizado en el suelo- y presa de una llave que está prohibida por la policía local de Minneápolis. Se escuchan los gritos de la gente: “¡Tómale el pulso!”, “¡Lo estás disfrutando!”, “¡Ni siquiera se está moviendo!”, “¡Vais a matarlo!». Otros tres agentes observan la escena. “No me mate. No puedo respirar”, es lo último que se escucha decir a Floyd antes de perder el conocimiento. Moriría horas más tarde en el hospital.
Según las imágenes se iban propagando por las redes sociales hasta hacerse virales, una ola de cólera se apoderaba de Minnessotta. La rueda de prensa en la que los fiscales declaraban que era «demasiado pronto» para imponer cargos contra los policías -en especial contra un agente Chauvin que ostenta condecoraciones, a pesar de tener una docena de investigaciones por brutalidad, racismo y vejaciones- terminó de echar gasolina al fuego.
Tras tres días de intensos disturbios y enfrentamientos con la policía, los manifestantes acabaron incendiando la comisaría a la que pertenecían los asesinos. Otras estaciones de policía también han sido atacadas, y numerosos coches patrulla en diferentes ciudades han quedado hechos chatarra por la ira de la multitud.
En 2006 el FBI publicó un informe que detalla cómo los grupos de ultraderecha racista ocupan los departamentos de policía en EEUU.
Las palabras de Donald Trump también han acabado de soliviantar los ánimos de afroamericanos y antirracistas. Refiriéndose a los disturbios dijo: «Acabo de hablar con el gobernador y le he dicho que el Ejército está con él hasta el final. Si hay cualquier dificultad asumiremos el control, pero cuando comienzan los saqueos, comienzan los tiros», en una nada velada amenaza de autorizar el uso de munición letal para frenar las protestas.
Finalmente la fiscalía detuvo al agente Chauvin, pero demasiado tarde. Al grito de No Justice, No Peace! (si no hay Justicia, no habrá Paz), las protestas se han extendido a otras partes del país, incluyendo Nueva York, Denver, Chicago y Oakland, y han llegado hasta las puertas de la Casa Blanca, obligando a cerrarla por una hora.
Y parecen lejos de calmarse en un país que -según la ONG Mapping Police Violence- condena a los negros al triple de posibilidades de morir a manos de la policía que los blancos, y donde el 99% de las veces los agentes se van de rositas. En los últimos siete años, la policía en EEUU ha matado a 7.680 personas. O lo que es lo mismo: tres personas cada día. El 24% de esas personas eran afroamericanas, a pesar de que son el 13% de la población.
Estas estadísticas no son casualidad. En 2006, el FBI publicó un informe llamado “La infiltración del supremacismo blanco en la aplicación de la ley”, que detalla cómo los grupos de ultraderecha racista ocupan los departamentos de policía para obstaculizar las investigaciones y reclutar oficiales con ideas afines. Según Human Right Watch, desde la llegada de Trump a la Casa Blanca, la opresión policial contra las minorías étnicas, especialmente en las áreas más pobres del país, ha ido en aumento.