El acercamiento Turquia-Rusia inquieta a EEUU
La prensa norteamericana detalla con preocupación cómo el creciente acercamiento entre Ankara y Moscú aleja a Washington no sólo del control del desenlace de la guerra en Siria, sino de su histórica relación de alianza y dominio sobre Turquía. Bajo la presidencia de Erdogan, Turquía emprendió un rumbo de autonomía de la órbita norteamericana. El fallido golpe de Estado de julio de 2016 -de factura “made in USA”- ha alejado aún más a Ankara y Washington, y ha reforzado el entendimiento de Erdogan con Vladimir Putin.
The New York Times informa con inquietud de que la alianza Rusia-Turquía en la guerra de Siria crece, al tiempo que las relaciones con los EEUU se resienten. Los ataques aéreos rusos para apoyar la ofensiva de Turquía contra el Estado islámico en el norte de Siria -ataques que por primera vez se han hecho a espaldas de Washington- indican una asociación en ciernes. Esa alianza Ankara-Moscú podría estar pasando a ser algo más que coyuntral y amenaza con marginar a Washington del desenlace de la guerra.
Las relaciones entre Turquia y Rusia han cambiado diametralmente desde septiembre de 2015. En aquel momento, cuando Rusia decidió meterse de lleno en la guerra de Siria en ayuda de Assad, un avión de combate turco derribaron un caza Su-24 ruso. Putin denunció el derribo como una «puñalada por la espalda» e impuso sanciones económicas contra Turquía. Pero ambos países comparten tupidos intereses estratégicos, económicos y comerciales, y tras meses de tensión, hubieron encuentros reconciliadores entre Putin y Erdogan.
Seguramente esto fue la gota que colmó el vaso de la paciencia norteamericana y disparó la mecha del fallido golpe de Estado del pasado mes de julio, para derribar a un Erdogan demasiado autónomo y demasiado díscolo para un país de la importancia geoestratégica de Turquía. Desde entonces -como también advierte con preocupación el New York Times- “la mano de EEUU se ve en casi todas las crisis. Occidente, simbolizado por los EEUU, es el hombre del saco perenne” en Turquía. El gobierno de Erdogan y sus medios de comunicación afines no sólo han denunciado la autoría estadounidense del golpe de julio, sino que también han afirmado que EEUU estaba detrás del magnicidio del embajador ruso el mes pasado, o de que la inteligencia norteamericana tenía perfecto conocimiento del ataque a la discoteca Reina en Estambul, que se cobró 39 muertos en la nochevieja. “En lugar de unir a EEUU y Turquía en la lucha común contra el terrorismo, el ataque nocturno, sólo parece acelerar la huída de Turquía lejos de Occidente”, dice el NY Times
El recelo y la discordia entre Ankara y la Casa Blanca están en máximos históricos. Erdogan acusa a Obama de apoyar a los enemigos de Turquía, incluido el Estado Islámico; militantes kurdos; y los partidarios de un clérigo musulmán en el exilio, Gülen (el cerebro del golpe de julio). Sin embargo, las autoridades turcas están enviando también un mensaje a Washington: están dispuestos a abrir la puerta y mejorar las relaciones una vez que el presidente electo Donald Trump asuma el cargo. Cosa que el magnate ha declarado que piensa hacer: Turquía es un pivote estratégico demasiado importante como para dejar que se aleje así como así.
Pero más allá de si Washington y Ankara recomponen relaciones, y aunque el conflicto que genera el alejamiento que promueve el díscolo Erdogan está aún por resolverse, nada volverá a ser como antes. EEUU está en un acelerado e irreversible declive, al tiempo que el surgimiento de nuevos poderes -Rusia, pero también Irán o Turquía en Oriente Medio- es igualmente inexorable. La tendencia irresistible es que Turquía gane cada día más soberanía y autonomía de la órbita norteamericana.