La posibilidad de una amnistía, para todas las personas con causas judiciales por su participación en actos relacionados con el procés, ha provocado ya posicionamientos a favor y en contra.
¿Es posible una amnistía? ¿Es justa y conveniente? ¿Cuáles han de ser los límites que no debe traspasar?
Aznar miente cuando afirma que una amnistía, sea cual sea su forma, supondría “la destrucción del sistema constitucional” y nos colocaría ante “una situación de riesgo para la continuidad histórica de España”.
La realidad es que las élites del procés están en abierto retroceso, y el independentismo en sus horas más bajas.
Pero está justificado el rechazo, o cuanto menos el temor y la prevención, de mucha gente de izquierdas a que una amnistía pueda permitir “irse de rositas” a la reaccionaria casta -personificada en Puigdemont- que dirigió el procés.
Y, conviene aclararlo, al reclamar una amnistía lo que busca Junts no es “repetir el 1-O” -saben que no es posible- sino eludir las consecuencias -en años de cárcel, multas o inhabilitación- de haberlo intentado en 2017.
Cuando Puigdemont entra a negociar la investidura está aceptando su derrota. Hasta ahora calificaba a ERC de “traidores” por hacerlo. Que no gane en la propaganda lo que ya ha perdido por el rechazo de la sociedad catalana.
Habrá que esperar a saber si se concede o no una amnistía, y en caso de aprobarse cuál es su contenido, amplitud y efectos.
Pero conviene dejar meridianamente claros varios puntos previos:
- El 1-O fue una estafa antidemocrática, que pretendió imponer por la fuerza la ruptura a una mayoría social, en el conjunto de España y en Cataluña, que la rechazaba.
- Junts y Puigdemont forman parte de los sectores más reaccionarios de las élites del procés. Son de derechas, muy de derechas.
- Una amnistía no puede ser una maniobra oportunista que solo busque conseguir los votos para una investidura.
Sobre estas tres cuestiones no puede haber confusión, se esté a favor o en contra de la amnistía.
La mayoría social progresista desea evitar un gobierno PP-Vox y también una repetición electoral. Pero no vale cualquier acuerdo.
Se puede aprobar una amnistía que refuerce la unidad y acelere el retroceso de las élites del procés. Los indultos son un buen precedente. Quitaron argumentos a los sectores más agresivos de la fragmentación. Obligando a los líderes del procés a acatar la autoridad que les indultaba.
Pero bajo la bandera de la amnistía no se puede aprobar nada que nos haga olvidar la gravedad del 1-O y la DUI, o que blanquee a las élites del procés, especialmente a la “carverna de Waterloo” personificada en Puigdemont.
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Que no nos confundan
El 1-O fue una estafa antidemocrática
Hay argumentos para defender una amnistía, pero eso no puede suponer en ningún caso enturbiar nuestra memoria sobre lo que las élites del procés intentaron imponer en 2017.
Se puede defender “desjudicializar el 1-O”, si eso significa generosidad para avanzar en “desinflamar” la situación en Cataluña. Pero no nos puede hacer olvidar que el 1-O fue una estafa antidemocrática, que intentó imponerse contra la voluntad de la mayoría de los catalanes.
El 1-O fue posible porque las élites del procés aprobaron el parlament la ley de referéndum y las llamadas “leyes de desconexión”, en dos ignominiosas sesiones en las que se cercenaron los derechos de los diputados de la oposición.
Convocando un referéndum donde no existió control alguno de los resultados. Y en el que no se fijó ninguna participación mínima. Bastaba un voto más a favor de la independencia para proclamarla.
En el 1-O poco más de dos millones votaron a favor de la independencia, un 38% del censo, una minoría.
Utilizando esos resultados como una patente de corso antidemocrática. En el 1-O -aún admitiendo las cifras proporcionadas por las élites del procés- sólo participaron 2,2 millones, un 42% del censo. Y poco más de dos millones votaron a favor de la independencia, un 38%.
Enarbolar estos datos como un “mandato democrático” para proclamar una DUI, una independencia unilateral, es lo más antidemocrático. Es instaurar que un tercio puede imponer su voluntad sobre una mayoría de dos tercios.
El 1-O fue una estafa antidemocrática, no principalmente porque vulnerara la legalidad y quebrara la Constitución. Sino porque intentaba imponer el mandato de una minoría sobre una mayoría de catalanes que rechazaron la fragmentación y defendieron la unidad.
Se puede ejercer generosidad, pero no desmemoria. Y, en el debate sobre la amnistía, debe quedar meridianamente claro que el 1-O y la DUI fueron una imposición antidemocrática y reaccionaria.
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La mayoría de la sociedad catalana rechaza el procés
Son minoría y están en retroceso
Junts quiere tener la “llave de la gobernabilidad” y dictar condiciones en la investidura, pero solo representan al 1,6% de los votantes en el conjunto de España.
Puigdemont dice hablar en nombre de Cataluña, pero el 23-J solo recibió el apoyo del 11,6% de los catalanes. Apenas uno de cada diez.
Son minoría, en el conjunto de España y también en Cataluña.
Han fracasado porque la mayoría rechaza el procés, en Madrid y en Barcelona.
Cada vez que los catalanes han podido pronunciarse ha sido para decir No al procés.
El 23-J los partidos independentistas quedaron por primera vez por debajo del umbral del millón de votos. Perdieron un 42% del apoyo electoral, casi 700.000 votos menos. Supusieron el 28% de los votantes catalanes y un 18% del censo.
Si se reúnen cinco catalanes, de media solo uno votó el 23-J a los partidos del procés.
La última diada, con 15 veces menos participación que en 2014, refleja el retroceso del procés
La manifestación de la Diada ha sido desde 2012 el termómetro de la movilización en apoyo del procés. Este año ha concentrado a 115.000 manifestantes. Un 23% menos que el año pasado. ¡Y más de 15 veces menos que en 2014, cuando se alcanzó el techo, con 1,8 millones!
La caída en picado no se explica sólo por los efectos de la pandemia. Amplios sectores que respaldaron el procés lo han abandonado.
El CIS catalán, controlado por la Generalitat, el Centre d´Estudis d´Opinió, vuelve a confirmarnos que Cataluña se mueve en dirección contraria a lo que desean las élites del procés.
Según el último barometro publicado, el No a la independencia supera al Sí por más de 10 puntos. Es la tercera diferencia más amplia desde que se contabiliza.