Durante la última década y media, un frente de países y gobiernos progresistas en América Latina han conseguido forjar una sólida alianza en instituciones como el Mercosur o el ALBA, conquistando altas cotas de soberanía nacional y recuperando fuentes de riqueza. Un frente antihegemonista que nunca ha dejado de estar en el objetivo de la superpotencia norteamericana. Washington despliega ahora -a gran escala- una nueva estrategia para debilitarlo y romperlo: los ‘golpes blandos’. La utilización de los medios de comunicación, las instituciones o las movilizaciones de protesta contínuas para crear un clima de malestar social creciente son los nuevos medios para golpear, erosionar y derribar a los gobiernos antihegemonistas. Una ofensiva que se centra ahora en Brasil, Venezuela y Argentina.
La utilización profusa y contínua de los aparatos de ‘poder blando’ -medios de comunicación, sindicatos, oposición, tribunales…- para crear un malestar generalizado que erosione y derribe gobiernos es en lo que consiste la estrategia del ‘golpe blando’, ya ensayada en las primaveras árabes o en Ucrania, y descrita en el ensayo «De la dictadura a la democracia» de Gene Sharp -profesor emérito de ciencias políticas de la Universidad de Massachusetts y colaborador de la CIA. Ahora es el turno de América Latina.
Argentina: la JP Morgan en la Casa Rosada
La victoria de Mauricio Macri en Argentina supone un giro de 180º en el alineamiento internacional del país austral. Los Kirchner fueron grandes aliados de Brasil, Venezuela, Ecuador o Bolivia en construir un frente antihegemonista en América Latina. El nuevo gobierno -de corte descaradamente neoliberal- tiene como prioridad devolver Argentina a la esfera de dominio norteamricana. «Alfonso Prat Gay, hombre fuerte del gobierno de Macri es ex directivo de uno de los grandes grupos de la banca estadounidense, la JP Morgan»
La mejor prueba de ello no sólo es la dilatada relación de Macri con la embajada norteamericana en Buenos Aires, sino que el nuevo hombre fuerte del gobierno Macri no es otro que Alfonso Prat Gay, ministro de finanzas y ex directivo de uno de los grandes grupos de la banca estadounidense, la JP Morgan.
El nuevo gabinete está trufado de directores ejecutivos de grandes multinacionales y grupos económicos de la oligarquía financiera argentina.
El reestablecimiento de plenas relaciones entre Washington y Buenos Aires ha sido casi inmediato. Prat Gay mantuvo hace unas semanas un intercambio telefónico con el Secretario del Tesoro de EEUU, Jacob J. Lew, para “iniciar la normalización de las relaciones entre ambos países”. Luis Caputo, el Secretario de Finanzas de Macri, se reunió también en Nueva York con Daniel Pollack, el mediador propuesto por el juez Thomas Griesa para negociar la apertura de los fondos buitre al mercado argentino.
El nuevo ejecutivo no oculta su intención de derribar todas las barreras que los gobiernos kirchneristas levantaron para limitar el poder del capital extranjero sobre Argentina, y facilitar la privatización de gran cantidad de sectores de la economía, nacionalizados en los últimos años. Macri ha anunciado una futura megadevaluación del peso para “favorecer la inversión”, lo que ya ha provocado que se disparen las acciones de los grandes grupos monopolistas al tiempo que se dispara una ya elevadísima inflación, que castiga los bolsillos de las clases populares.
Venezuela: la Asamblea Nacional, nueva trinchera para la desestabilización
Por primera vez en décadas, el 6 de diciembre la oposición venezolana logró el triunfo en unas elecciones legislativas. Pero no por ganar un gran número de voluntades. La derecha venezolana obtuvo 7,7 millones de votos, sólo unos 350.000 más que en las presidenciales de 2013. Mientras que el oficialismo sacó 5,6 millones, perdiendo casi 2 millones de votos que fueron mayoritariamente a la abstención. «El aumento de la abstención -sobretodo entre sectores populares de tradicional adscripción chavista- es el resultado de una larga ‘guerra económica’ orquestada desde Washington»
Además de los propios errores del gobierno de Maduro, que ha abierto un proceso de reflexión, el aumento de la abstención y el desafecto -sobretodo entre sectores populares de tradicional adscripción chavista- es el resultado de una larga ‘guerra económica’ ejecutada desde la oligarquía venezolana pero orquestada desde Washington. Los propietarios de las grandes cadenas de distribución del país -fuertemente ligados al capital extranjero y en particular al norteamericano- provocan el desabastecimiento de bienes básicos y las colas para adquirir alimentos como una forma de crear un fuerte malestar entre la población. Malestar magnificado y potenciado tanto por los medios de comunicación -la oposición posee 6 cadenas de televisión y 6 cabeceras de prensa- como por contínuas movilizaciones espoleadas por la oposición.
La mayoría parlamentaria en la Asamblea Nacional es una nueva trinchera de la oposición venezolana, que va a ser utilizada para continuar su estrategia desestabilizadora. Se abre una nueva coyuntura -aún más enconada- en la lucha de clases en Venezuela. El resultado depende en gran medida de que el gobierno bolivariano sepa recuperar el apoyo popular perdido.
Brasil: la sombra del impeachment
Dilma Rousseff consiguó renovar su mandato en noviembre de 2014 en medio de la campaña electoral más bronca de las últimas décadas en el país carioca. Pero desde entonces la estrategia de acoso y derribo contra el gobierno del PT y de descrédito de su figura y la de Lula no ha tenido descanso. «Desde que Dilma Roussef ganó las elecciones, la estrategia de acoso y derribo contra el gobierno del PT y de descrédito de su figura y la de Lula no ha tenido descanso»
El escándalo de corrupción y sobornos en el gigante público Petrobras -cuyo ex-directivo Paulo Roberto Costa está acusado de lucrarse personalmente y de financiar ilegalmente al PT y a sus socios de gobierno, el PMDB- es usado como munición de alto calibre por la oposición, tanto para exigir la privatización de la petrolera (una de las grandes fuentes de riqueza del país, de cuyos beneficios el gobierno financia gran parte de las politicas sociales), como para atacar al PT y exigir la cabeza política de Rousseff y Lula.
De momento -y a pesar de contar con grandes medios judicialestodos los intentos de implicar a las cabezas del PT han fracasado, y una auditoría de las cuentas gubernamentales realizada por una comisión parlamentaria mixta no ha encontrado irregularidades.
Pero la maquinaria sigue en marcha. Todo ello en un ambiente de crispación social (en un contexto de desaceleración económica del gigante carioca y de aumento de la inflación) alimentado por la oposición, los grandes medios de comunicación afines, y por movilizaciones de “grupos sociales” como MBL y Vem Pra Rua (Ven a la Calle) que no esconden su clara tendencia conservadora y ultraliberal. Movilizaciones ampliamente amplificadas por los medios en los que se pueden ver carteles pidiendo la intervención del ejército.
Es en este ambiente -junto a un contexto internacional marcado por la victoria de Macri en Argentina o el pinchazo electoral de Maduro- en el que la oposición arrecia con un proceso de ‘impeachment’ o destitución en el parlamento. Los propios ‘aliados’ de gobierno del PT (el PMDB) parecen abandonar a Dilma en este crítico momento.
El vicepresidente -de ese partido- ha escrito una carta pública a los medios anunciando su distanciaciamiento. Y el presidente de la Cámara de Diputados -también del PMDB- favoreció en la sesión parlamentaria donde se votaba la creación de una comisión de investigación con mayoria opositora, el avance del impeachment.