La investidura de Pedro Sánchez brindaba a Ciudadanos la oportunidad de recuperarse de la debacle sufrida en las urnas el pasado 10 de noviembre. Tenía en sus manos respaldar la constitución de un gobierno progresista, para fortalecer las medidas de regeneración democrática, y para defender la unidad evitando la dependencia de fuerzas vinculadas al procés. Recuperando así parte del capital político perdido.
Sin embargo, ha decidido persistir en un error que está en abierta contradicción con los motivos que permitieron su irrupción y le convirtieron en una alternativa para importantes sectores de la sociedad española.
Albert Rivera tomó la decisión de encadenar a Ciudadanos a un acuerdo con el PP, que necesariamente incluía para poder gobernar la tóxica compañía de Vox. Frente al rechazo de una parte de sus militantes o cuadros. Y a pesar de que, tras las generales de abril, los números posibilitaban a Ciudadanos formar un gobierno estable con el PSOE. Una decisión que dio lugar a una hecatombe, perdiendo 47 de los 57 escaños obtenidos en abril, con 2,5 millones de votos menos.
Pero, lejos de sacar conclusiones, Inés Arrimadas ha persistido en el mismo error. Colocándose, con una sorprendente fiereza, en contra de la constitución del gobierno basado en el acuerdo entre PSOE y Unidas-Podemos. Y coincidiendo en su No a la investidura de Pedro Sánchez no solo con el PP de Pablo Casado o con Vox, sino también con JuntsxCatalunya.
En un momento donde algunas encuestas afirmaban que un 65% de los españoles apoyaría un sí de Cs a Sánchez para que la investidura no dependiera de ERC. E incluso que un 55% respaldaría la entrada de Cs en un gobierno con PSOE y Unidas Podemos.
Es responsabilidad de la dirección de Ciudadanos tomar estas decisiones. Pero no estamos ante un caso de locura, o frente a un episodio de irracionalidad política sin razones que puedan explicarlo.
A derecha, pero también a izquierda, se han hecho denodados esfuerzos por expulsar a Ciudadanos de la mayoría progresista.
Poderosas fuerzas han empujado a Ciudadanos a entregarse en brazos del PP y aceptar la cercanía de la ultraderecha. Porque su inclusión era imprescindible para que un “gobierno de los recortes” alcanzara la mayoría suficiente. Mitigando además con la compañía de Ciudadanos el rechazo que levantan Casado o Abascal.
Y desde algunos sectores de la izquierda no se han hecho precisamente esfuerzos para que Ciudadanos rectificara, ni se ha trabajado por unirlos a una mayoría de progreso. Más bien algunos han empujado para que se alejara todavía más, situándolos poco menos que en el campo de la reacción, colocándolos más a la derecha del PP o igualándolos con la ultraderecha.
Una trayectoria olvidada
Pero conviene recordar quién es, cómo nació, y qué papel ha jugado a lo largo de su trayectoria una fuerza como Ciudadanos.
Su nacimiento, alumbrado por el paso adelante dado por un grupo de intelectuales, muchos de ellos procedentes de la izquierda, fue una de la primeras grietas que permitieron abrir nuevos cauces frente a un dominio bipartidista entonces asfixiante.
Partiendo de una absoluta soledad institucional, pero unidos a una buena parte de la sociedad catalana hasta entonces silenciada, Ciudadanos se enfrentó al régimen de los Pujol, la rancia burguesía montserratina que protegía su fortuna en Andorra mientras escondía sus vergüenzas con el procés y ejecutaba en Cataluña recortes sociales con más agresividad que Esperanza Aguirre en Madrid.
Ciudadanos es, conviene recordarlo, el mismo partido que en 2016 firmó un pacto con el PSOE de Pedro Sánchez para la investidura, con un acuerdo que recogía medidas sociales en beneficio de la mayoría.
Y es necesario, una vez más, traer a la memoria el programa de “Salvados” donde Jordi Évole reunió a Albert Rivera y Pablo Iglesias como representantes de las dos formaciones que expresaban la irrupción de una “nueva política”, de nuevas demandas en el terreno económico y social o en el de la regeneración democrática.
En su trayectoria Ciudadanos no muestra solo “una cara de derechas”. Más bien al contrario, su irrupción y crecimiento son también expresión de los deseos de cambio de muchos sectores sociales que forman parte de la mayoría de progreso, entendida en un sentido amplio.
Ciudadanos ha incurrido en un grave error político. Y algún día sabremos las razones de ello, los auténticos movimientos de fondo que le han llevado a tomar las decisiones que adoptó en abril o en noviembre, y quiénes o qué fuerzas los han pilotado.
Pero está todavía a tiempo de rectificar. No luchar por unirlo, aunque sea parcial y limitadamente, sería debilitar al nuevo gobierno progresista cuando necesita todos los apoyos posibles.
Las demandas de regeneración democrática que las bases y votantes de Ciudadanos comparten tienen mejores condiciones para avanzar con un gobierno de progreso. Y el apoyo de Ciudadanos al nuevo gobierno fortalecería la unidad, al volver menos decisivos los votos de ERC, una fuerza no tan “irredenta” como el JuntsxCat de Puigdemont pero que ha sido una de las patas del procés.
La legislatura que acaba de comenzar va a volver a ofrecer nuevas oportunidades a Ciudadanos. Y sería bueno para los intereses populares y nacionales que supiera aprovecharlas.
Juan Tala dice:
Yo, más bien creo que C’s ya era así y que es al reves, mucha gente NO quería creer que eran de derechasla, creados para destrJoé izquierdas!!