A lo que asistimos es a una nueva y virulenta batalla del pulso político entre la ejecución del proyecto de intervención y saqueo del hegemonismo, tanto de Washington como de Berlín, y la resistencia del pueblo griego en la defensa de su soberanía nacional, representado por el gobierno de Syriza. Tras la convocatoria del referéndum se ha desatado una feroz ofensiva hegemonista, recrudecida tras la victoria del NO, dispuesta literalmente a todo para quebrar la resistencia del pueblo griego. La extrema dureza e intransigencia del hegemonismo en las negociaciones viene determinada por la necesidad de dar una respuesta inmediata al desafío griego y la victoria popular en el referéndum.
La «pax cartaginesa»
La inusitada dureza e intransigencia de Alemania en las negociaciones con Grecia tras el referéndum no es fruto de “una nueva ofensiva neoliberal para imponer la austeridad a cualquier precio”, representada por la escandalosa intransigencia de Merkel.
Es una batalla política, una virulenta contraofensiva hegemonista determinada por la respuesta del pueblo griego y del gobierno de Syriza. «La resistencia del pueblo griego y del gobierno de Syriza amenaza la ejecución del proyecto del hegemonismo en Europa»
La imposición de unas draconianas condiciones al gobierno griego son la expresión de un pulso esencialmente político, donde está en juego la intervención hegemonista, necesaria para imponer el saqueo, frente a la resistencia de los pueblos y países en defensa de su soberanía nacional.
La agresividad de la nueva ofensiva hegemonista, encabezada por Alemania, expresa la importancia de la victoria popular en el referéndum. Exigía una respuesta inmediata por parte del hegemonismo, porque su “onda expansiva” pone en cuestión la extrema degradación y el aumento de la intervención política que tanto Washington como Berlín necesitan para imponer sus proyectos en toda Europa.
Algunos de los principales portavoces del hegemonismo han situado la “batalla de Grecia” en sus justos términos. El director del Financial Times, uno de los principales portavoces del gran capital anglonorteamericano, afirma que “las condiciones que Alemania quiere imponer a Grecia se parecen a una paz cartaginesa”. Recordando el “Delenda est Cartago” -”Cartago debe ser destruida”, y todos sus habitantes esclavizados- con que finalizó la segunda Guerra Púnica y sobre el que se construyó la futura expansión del Imperio Romano. Ahora, para Washington y Berlín “Delenda est Tsipras”. La resistencia del pueblo griego y del gobierno de Syriza debe ser destruida. Porque si permanece amenaza la ejecución del proyecto del hegemonismo en Europa.
Paul Krugman, el Nobel de Economía que dibujó las líneas maestras del proyecto de saqueo sobre España al afirmar que “los españoles deben rebajar sus rentas y salarios al menos en un 25%”, afirma que “la lista de exigencias del Eurogrupo es una locura. La etiqueta de Twitter #ThisIsACoup -#EstoEsunGolpe- es exactamente correcta. Esto va más allá de la venganza pura, la destrucción completa de la soberanía nacional y la falta de esperanza de alivio (…) En cierto modo, la economía casi se ha convertido en secundaria. Pero aun así, seamos claros: lo que hemos aprendido estas últimas semanas es que ser un miembro de la zona euro significa que los acreedores pueden destruir su economía si se sale del redil. Esto no tiene nada que ver con la economía subyacente de la austeridad (…) Y esto a su vez significa que incluso una capitulación completa de Grecia sería un callejón sin salida.”
El ex-director de El Mundo, Casimiro García Abadillo, sintetiza la posición del hegemonismo en un artículo significativamente titulado “Tsipras, se acabó el juego”. Afirmando que “Tsipras cometió un grave error (…) presentó su indisciplina, su resistencia a cumplir los compromisos adquiridos como un modelo a seguir ¡Imagínense cómo recibió Wolfgang Schäuble las palabras del mandatario heleno! (…) En realidad, estamos ante un dilema esencialmente político ¿Qué significa la pertenencia al euro? Disciplina fiscal. ¿Cual es la esencia del programa de Syriza? El fin de los recortes, la negación de la disciplina fiscal. ¿Que implica formar parte de la UE? La pérdida progresiva de soberanía. ¿Cual es una de las características esenciales de la extrema izquierda griega? El nacionalismo. (…) Schäuble aprieta las tuercas, hasta el punto de proponer la vuelta de los hombres de negro a Atenas. ¿Puede seguir diciendo Tsipras que ha derrotado a la Troika?”.
Golpe made in Merkel
El hegemonismo, a través principalmente de los mecanismos de intervención de la UE y de las cadenas impuestas por los dos primeros “planes de rescate”, ha desplegado en las últimas semanas una feroz ofensiva dispuesta a hundir definitivamente a Grecia si fuera necesario. Con el objetivo de imponer a Grecia unas condiciones extremadamente draconianas y crear las condiciones para acabar a cualquier precio con el gobierno de Syriza y la línea de defensa de la soberanía nacional que representa.
Minutos después de que Tsipras consumara el desafío contra la troika convocando el referéndum, se pusieron en marcha a toda máquina todos los mecanismos de chantaje e intervención del hegemonismo. «Detrás de esta ofensiva está el objetivo de acabar con el gobierno de Syriza»
El BCE retiró las líneas de liquidez de emergencia que sostenían el sistema financiero heleno, a lo que se sumó una oleada de retirada de capitales. Se trataba de una planificada ofensiva financiera para hundir la economía griega golpeando en uno de sus puntos nodulares, el sistema bancario.
Utilizando para ello también como ariete al presidente del Banco Central griego furibundamente antiSyriza y alineado con el BCE y el FMI.
Obligando al gobierno griego a imponer una restricción de capitales y un “corralito” ante la amenaza de descapitalización y colapso general de la economía nacional.
La ofensiva financiera hegemonista ha convertido en pocas semanas un sistema bancario heleno en vías de recuperación en un enfermo moribundo que no dispone de liquidez para sostenerse ni durante 48 horas. Provocando unas pérdidas en la economía griega que el FMI calcula en torno a los 25.000 millones de euros.
El hegemonismo ha empuñado con una mano el chantaje y la extorsión financiera, y con la otra los ataques políticos.
El ministro de Finanzas alemán Wolfgam Schauble se encargó de filtrar la amenaza de una salida temporal de Grecia del euro si Atenas no aceptaba nuevos recortes.
Por primera vez en la historia de la UE, el documento oficial del Eurogrupo amenazaba directamente con que “en caso de que no se llegue a un acuerdo, se le ofrecerán a Grecia negociaciones rápidas para una salida de la zona euro”.
Y, dejando claro hasta donde estaban dispuestos a llegar para quebrar las resistencias griegas, el presidente del Consejo Europeo justificaba la reunión de los Jefes de Estado de todos los países bajo el argumento de “la necesidad de debatir entre toda la UE posibles medidas de asistencia humanitaria en caso de que Grecia abandonara la eurozona”.
Una ofensiva hegemonista -utilizando todos los mecanismos de intervención, presión y chantaje de que disponen- dirigida a obligar al gobierno griego a aceptar a toda prisa un acuerdo con condiciones draconianas bajo la amenaza de provocar un hundimiento definitivo de la economía griega.
A la espera de que acaben de concretarse las condiciones, el acuerdo incluye el desbloqueo de las líneas de ayuda de emergencia por parte del BCE y un paquete de ayudas de 50.000 millones de euros, sometido durante tres años a la tutela de la troika.
A cambio se impone al gobierno griego:
-Nuevos recortes en pensiones. La UE pide “reformas de pensiones ambiciosas” y medidas para lograr déficit cero en las cuentas públicas.
-Una nueva reforma laboral. Las demandas europeas incluyen un endurecimiento adicional en las leyes laborales. Los socios abogan por “revisiones rigurosas” de la negociación colectiva, la política industrial y los despidos colectivos.
-Mas privatizaciones. La UE impone la creación de un fondo por valor de 50.000 millones de euros donde se transferirían todos los activos públicos privatizables. Sus beneficios actuarían como garantía de la devolución de la deuda. Estaría controlado por un fondo luxemburgués con mayoría en su propiedad del gobierno alemán.
-El retorno de los “hombres de negro” de la troika, que fiscalizarían durante tres años el cumplimento de las condiciones del acuerdo.
-La aprobación en 48 horas por el gobierno griego, recurriendo al decreto ley, sin discusión parlamentaria de todas las medidas contenidas en el acuerdo. Y la necesidad de una consulta previa con las instituciones europeas para cualquier ley que quiera aprobar Atenas «en áreas relevantes». Así como la obligación de revertir legislaciones ya aprobadas desde principios de año por el gobierno de Syriza, a excepción de las vinculadas «a la crisis humanitaria» que vive el país.
-En el acuerdo se incluye, como única concesión al gobierno griego, por primera vez en un documento oficial europeo la posibilidad de una renegociación de la deuda, con una reducción de los pagos del pasivo griego, incluyendo periodos de gracia en esos desembolsos. Pero posponiendo una quita general de la deuda a futuras negociaciones.
Detrás de esta ofensiva hegemonista está el objetivo político nada oculto de acabar con el gobierno de Syriza. A pesar de haberle forzado a firmar un acuerdo con unas condiciones tan draconianas, acabar con un gobierno griego autónomo, empeñado en la defensa de la soberanía nacional, enfrentado a los proyectos tanto de Washington como de Berlín y capaz, como demostró con la convocatoria del referéndum, de desafiar su autoridad, es un objetivo prioritario para el hegemonismo.
El vicepresidente del Parlamento Europeo y miembro de Syriza, Dimitrios Papadimoulis, ha declarado que “lo que está en juego aquí es el intento de humillar a Grecia y a los griegos, o de derrocar al Gobierno de el primer ministro Alexis Tsipras”.
Incluso el mayor diario económico griego, Naftemporiki, portavoz de algunos de los principales sectores de la alta burguesía helena, lo confirma al afirmar que “por razones que no tienen nada que ver con la lista de reformas presentada por Atenas, es obvio que algunos países [de la eurozona] no quieren que haya un acuerdo”.
Washington y Berlín intentan por todos los medios -y que a nadie le quepa duda de que van a continuar su ofensiva- debilitar al gobierno de Syriza, generar las mayores tensiones en su seno, obligando a unas elecciones anticipadas donde se imponga una “reconducción política” en Atenas.
La batalla no ha terminado
El pulso político entre el pueblo griego y el gobierno de Syriza, por un lado, y la ejecución del proyecto de intervención y saqueo del hegemonismo, tanto de Washington como de Berlín, sigue abierto. El resultado final de esta batalla no está resuelto, y en su desenlace la actuación del pueblo griego y del gobierno de Syriza va a tener una influencia decisiva. La posición del conjunto de pueblos debe ser la de apoyar cerradamente la lucha del pueblo griego y del gobierno de Syriza, frente a una nueva ofensiva hegemonista que pretende remover las resistencias y obstáculos en la ejecución de su proyecto de intervención y saqueo en toda Europa. «El apoyo al pueblo griego y al gobierno de Syriza es una línea de demarcación»
Gracias a su capacidad de intervención sobre Grecia, reforzadas tras los dos primeros “rescates-atracos”, Washington y Berlín, han podido imponer un “tercer rescate” que es un furibundo ataque contra los intereses nacionales y el conjunto de las clases populares.
Pero EEUU y Alemania se han visto obligados a firmar ese acuerdo con un gobierno de Syriza que, a pesar de las obligadas concesiones, se mantiene tras haberse enfrentado a una ofensiva sin precedentes del hegemonismo.
El gobierno de Syriza desafió con la convocatoria del referéndum los mandatos de la troika, de Washington y Berlín.
No es una batalla respecto a la aplicación de tal o cual medida parcial. Enfrentarse a enemigos de esta magnitud, a los proyectos principales del hegemonismo, requiere necesariamente una batalla prolongada, donde habrán momentos de avance y de retroceso.
Frente a las posiciones que valoran la firma del acuerdo con la UE y el FMI como una “claudicación” del gobierno de Syriza, en la batalla contra el hegemonismo es necesario mucha veces dar “un paso atrás”, aunque sea muy duro, para poder mantener lo fundamental.
Tras la Revolución de Octubre, los bolcheviques firmaron la paz de Brest-Litovsk, por la que entregaban Finlandia, Polonia, Estonia, Livonia, Curlandia, Lituania, Ucrania y Besarabia. Casi un tercio del entonces territorio ruso. Era imprescindible abandonar la guerra cuanto antes porque la batalla principal estaba en mantener y fortalecer el naciente Estado soviético. La posición de Lenin, que puso en juego todo su prestigio para que se firmara el acuerdo, no era ninguna “claudicación”. Colocaba en primer plano mantener el poder proletario conquistado, sean cuales fueran las condiciones. La posición de Trotsky, partidario de una posición mas dura y de “no ceder” aunque se prolongaran las negociaciones, era un ataque a los intereses vitales del nuevo Estado proletario, poniendo en peligro su continuidad.
La actual ofensiva hegemonista busca infringir un severo castigo al pueblo griego y al gobierno de Syriza, borrar la victoria popular obtenida en el referéndum e instaurar que “no se puede” desafiar los mandatos del hegemonismo, o que “no se debe” por las terribles consecuencias que ello supone.
En estos momentos el apoyo al pueblo griego y al gobierno de Syriza es una línea de demarcación. Frente a las posiciones que, de una u otra manera, participan de la ofensiva hegemonista al atacar la unidad del pueblo griego con su gobierno, del propio gobierno antihegemonista de Syriza y del conjunto de pueblos con el pueblo griego.
La extrema intransigencia del gobierno alemán no hace sino agudizar todas las contradicciones en el seno de la UE. Entre el proyecto de intervención y saqueo del hegemonismo, que ha demostrado en Grecia sus criminales objetivos, y el conjunto de pueblos y países.
Entre el virrey alemán, que exige una sumisión incondicional y es capaz incluso de poner en cuestión la estabilidad de la zona euro para aplacar cualquier disidencia, y los países europeos e incluso algunas de sus más importantes clases dominantes. Como la demuestra las cada vez mayores resistencias de Francia a aceptar una dirección germana dispuesta a pulverizar Europa para imponer su hegemonía.
La “trituradora” alemana parece dispuesta a sacrificar Europa para salvar a Berlín. Aumentando el rechazo de todos los pueblos y países al diktat alemán. Poniendo en peligro la misma continuidad del proyecto europeo, del euro y de la UE.
Agudizando también las contradicciones entre la superpotencia norteamericana y su virrey europeo alemán. Ambos coinciden en la necesidad de quebrar la resistencia griega y del gobierno de Syriza. Pero chocan de forma cada vez más abierta en la “gestión” de la rebelión helena. Washington debe colocar en primer lugar sus exigencias como superpotencia -donde Europa ya no ocupa el papel principal- previniéndose del peligro de un acercamiento de Grecia hacia Moscú o incluso a China. Mientras Alemania no parece dispuesta a ninguna concesión, por mínima que sea, exigiendo a cualquier precio la cabeza de la díscola Grecia.
En Grecia, la nueva ofensiva hegemonista está provocando serios problemas políticos al gobierno de Syriza. Tuvo que aprobar la última oferta a la UE con la deserción de 17 diputados de Syriza y el apoyo de la oposición bipartidista. Contradicciones que podrían obligar a la convocatoria de elecciones anticipadas, como afirma el ministro de Trabajo griego, Panos Skurletis, donde la mayoría parlamentaria en torno a Syriza estaría en cuestión.
Pero al mismo tiempo, las draconianas exigencias de Berlin y Washington también están radicalizando la respuesta antihegemonista. En el seno de Syriza, denunciando un intento de golpe que persigue echar a Tsipras de la presidencia. Y entre el conjunto de clases. Como lo demuestra las declaraciones de Panos Kamenos, actual ministro de Defensa y líder de Griegos Independientes -la derecha patriótica expulsada de Nueva Democracia y que apoya al gobierno de Syriza- que ante la ofensiva de Merkel declaró: “Quieren destrozarnos. Hasta aquí [hemos llegado]”.
Lo que los hechos demuestran es que la batalla entre la ofensiva del hegemonismo por quebrar la resistencia del pueblo griego y la voluntad de éste y del gobierno de Syriza por defender su soberanía nacional está muy lejos de haberse resuelto. Y que ni el pueblo griego ni el gobierno e Syriza, que ha demostrado su firmeza antihegemonista, han dicho la última palabra.