En medio de una pandemia que empieza a extenderse por el continente y que amenaza con colapsar sus débiles sistemas sanitarios, los países africanos tienen que dedicar entre un 15% y un 30% de sus magros presupuestos a pagar los elevados intereses de su deuda externa. Por eso varios líderes africanos han pasado a exigir no ya una quita o un aplazamiento, sino la total cancelación de la deuda externa, uno de los principales mecanismos de saqueo, extorsión e intervención imperialista sobre el Tercer Mundo.
África está tristemente acostumbrada a epidemias mucho más mortíferas que las del Covid19 (ébola, sida, malaria), pero el coronavirus está avanzando por el continente, y aunque de momento los focos se concentran en los extremos norte (Egipto, Marruecos y Argelia) y sur (Sudáfrica), hay una preocupante tendencia al alza en la zona central y más poblada.
La mayoría de expertos vaticinan que lo peor está por llegar, que va a colapsar los sistemas sanitarios africanos (los más endebles del mundo) y, sobre todo, a golpear duramente la economía de las naciones africanas, algunas de las cuales llevaban años en el top 20 de los países de más rápido crecimiento del mundo. Las consecuencias en aumento del paro y de la inflación, y por tanto miseria, hambre y desestabilización social y política, podrían ser devastadoras.
Un grillete insoportable
En este contexto, aún más insoportable de lo habitual tratándose de África, la deuda externa se ha convertido en una cadena demasiado pesada. Y por eso varios líderes africanos -el presidente de Sudáfrica y de la Unión Africana (UA), Cyril Ramaphosa; el primer ministro etíope y Premio Nobel de la Paz 2019, Abiy Ahmed; y el jefe de Estado senegalés, Macky Sall- han pasado de la vieja demanda (una reducción de la deuda externa, o un aplazamiento del pago de sus intereses)… a exigir la cancelación total de la misma. Detrás de estas tres cabezas hay un movimiento sólido y coordinado, que cuenta con el respaldo de gran cantidad de países.
Se trata de una rebelión continental contra uno de los principales instrumentos de extorsión e intervención imperialista. Según la Unión Africana, la deuda externa conjunta de África ronda los 593.000 millones de dólares, y la mayoría de países africanos dedican más dinero a pagar los elevados intereses de la deuda externa que a financiar políticas sociales, sanidad o educación. En la mayor parte de las naciones africanas, la deuda externa supera el 60% de su PIB.
La tasa de interés puede dispararse hasta el 15%, cuando no caen en la trampa diabólica de la deuda con “interés compuesto” que crece aceleradamente, convirtiéndose en impagable. Un economista norteamericano lo explica así: “Usted para comprar un piso, pide un crédito de 20 millones con un interés al 5%, pero a los tres meses el banco le sube el interés al 8% y uno no puede quejarse. A los 6 meses, se lo sube al 20%, con lo que el préstamo que pidió podría haberlo pagado pero con este ya no puede […] Esto es lo que ha pasado con la deuda externa”.
Esa deuda tiene tres componentes. Por un lado está la deuda contraída con organismos «internacionales» -muchos de ellos instrumentos de dominio norteamericanos- como el FMI o el Banco Mundial. El segundo son deudas bilaterales, de cada país africano con gobiernos extranjeros, un apartado en el que destaca China -con 145.000 millones de dólares- como el mayor acreedor del continente. En tercer lugar está la deuda controlada por bancos y fondos privados.
No es en absoluto la primera vez que hay una rebelión de las naciones africanas contra la extorsión de la deuda externa. Muchos recuerdan ahora a la figura de Thomas Sankara, presidente de Burkina Faso, que en 1987 dirigió un discurso a otros líderes africanos.
“Querría que nuestra conferencia adoptara la necesidad de decir con claridad que no podemos pagar la deuda. No con un espíritu belicoso, belicista. Esto es para evitar que nos hagamos asesinar aisladamente. Si Burkina Faso, solo, se negara a pagar la deuda, ¡yo no estaré presente en la próxima conferencia! En cambio, con el apoyo de todos, que mucho necesito, podríamos evitar pagar. Y evitando el pago podríamos dedicar nuestros magros recursos a nuestro desarrollo”, dijo entonces. Unos meses más tarde, como afirma El País, sería asesinado en un golpe de Estado instigado por Francia.
Sin embargo, el mundo ya no es el de 1987, las naciones africanas se han fortalecido y su unión es mucho más firme. Y en el continente hay una voz, la de Sudáfrica, que forma parte de las potencias emergentes y no puede ser ignorada. Por eso, en la última reunión del G20, la demanda africana fue abordada y se acordó el aplazamiento del pago de intereses durante 2020. Hasta el FMI ha anunciado la reducción de la deuda a 19 países africanos.
Pero a África ya no le bastan los plazos más largos ni las quitas parciales. Los países del continente han pagado con creces -varias decenas de veces- la cifra que se les prestó, y exigen el fin de la extorsión.
¿Lo aceptará China?
Muchos miran a China, uno de los principales acreedores de África, y se preguntan si Pekín condonará la gigantesca cantidad que le adeuda el continente. El economista bisauguineano Carlos Lopes, representante de la Unión Africana (UA) se inclina a pensar que Pekín atenderá la demanda de las naciones africanas. “Para África es mucho, pero para China tiene un coste muy bajo, solo es el 4% del total que ha invertido en el mundo. Por esa cantidad no estará dispuesta a perder la gran influencia que ha ganado en el continente».
Hay precedentes recientes para pensar así. En el Foro de Cooperación China-África (FOCAC) en Pekín, en 2018, China ofreció 60.000 millones de dólares en financiación para África, así como la condonación de la deuda que los países más pobres mantienen con el Gobierno chino en forma de préstamos sin intereses.
China necesita que las economías africanas vayan bien para que puedan seguir proveyéndole de materias primas y seguir vendiéndole sus mercancías. Pekín juega al win-win (ganar-ganar) en África, y lo último que le interesa es una crisis devastadora en el continente.
ANARKOÑ dice:
Claro, los africanos son buenos cuando dan penita y tal. En cuanto los africanos generaron un poder político (Libia) que lideraba mecanismos de aprovechamiento de la riqueza africana para salir del pozo, entonces las ONGs plañideras de los pobrecitos (y que viven de estos) se apresuraron a llamar a la OTAN y a meter paracos americanos por tierra, mar y aire contra Libia. Los mismos mundialistas que asesinaron a Gaddafi son los mismos que meten a sus asesinos en Europa, a vivir a cuerpo de Rey a costa de los trabajadores europeos y a cambio de no tirar de la manta «humanitaria».
FaroRojo dice:
Se desprende un tufo algo reaccionario en tu comentario.
¿Qué es lo que te parece mal que los pueblos de África se rebelen contra el yugo de la deuda externa impuesta por organismos «internacionales» dominados por el imperialismo?
ANARKOÑ dice:
¿Mal? No entiendo tu comentario: respiro tu comentario como irracional. Yo digo que los africanos, mientras permanecen cosificados en su rol de víctimas, dan mucha lástima a los «filántropos». Pero en cuanto se niegan a ser víctimas y se rebelan, entonces los mismos «filántropos» del primer mundo temen por sus rentas parasitarias y les envían a la OTAN, acusándolos de «regímenes dictatoriales». ¿No recuerdas a los sindicatos españoles pedir la «intervención» de la OTAN para ayudar a la «revolución libia»?