La comunidad internacional -y especialmente los países occidentales que llevan dos décadas interviniendo y ocupando Afganistán- tienen la obligación moral de rescatar a cuantas personas quieran salir de ese país para poner a salvo su vida, su libertad y la de su familia. Deben ser acogidas como refugiadas en España y otros países, deben ser atendidas con todos los medios necesarios, para que puedan empezar una nueva vida lejos del horror integrista.
Como siempre que ocurre una tragedia humanitaria, los altavoces mediáticos occidentales tratan de llevar el agua a su molino. Ahora nos pintan la ocupación occidental de los últimos veinte años como democratizadora, como baluarte contra el avance del extremismo y fanatismo de los talibanes, pero no nos cuentan cómo los ataques y bombardeos estadounidenses han matado a miles y miles de personas a lo largo de dos décadas. O cómo las fuerzas gubernamentales de Kabul, dirigidas en muchos casos por auténticos señores de la guerra no mucho mejores que los talibanes, han seguido cometiendo todo tipo de tropelías contra las mujeres y el resto de la población civil.
Tampoco nos cuentan como durante estos últimos veinte años, en la mayor parte del territorio afgano, las mujeres han sido objeto de una larga lista de violaciones de los derechos humanos, y que casi seis millones de afganos han salido de su país huyendo de la guerra, de los talibanes, de la miseria o de todo ello a la vez.
Muchos cientos de miles de esos afganos se sumaron a los refugiados de guerra sirios, libios o de otros países africanos en una enorme masa de más de un millón de seres humanos que trató de llegar a Europa en la crisis migratoria de 2015. Entonces, para eterna vergüenza e ignominia de las instituciones europeas -que tanto hacen gala de la defensa de los derechos humanos en su ideario- fueron rechazados a las puertas de la UE, fueron dejados a su suerte en las alambradas de Grecia, o al frío mortal de los Balcanes, o fueron deportados a Turquía para que -previo pago de su importe- el gobierno de Erdogan hiciera de carcelero.
Ningún gobierno, ninguna institución europea quiso atender entonces a los refugiados afganos. Ni a los refugiados sirios, ni a los iraquíes, ni a los sudaneses, ni a los somalíes…
En cambio, muchos, muchos miles de ciudadanos españoles y europeos dijimos en 2015 -y decimos con fuerza ahora- «Refugiados Welcome», «Bienvenidos Refugiados». Porque las vidas son lo primero y hay recursos más que de sobra para atenderlos a todos -a los afganos, a los sirios y a los demás- y brindarles un futuro de seguridad y prosperidad.
Chaso dice:
Es de agradecer de todo corazón voces justas y comunes q limpia la mirada y activa la solidaridad frente a los señores de la muerte y el embuste. Mil gracias!!!