El banco de inversión norteamericano Goldman Sachs acaba de publicar un estudio titulado «El patrimonio de los emergentes en dos décadas: un mundo cambiante», en el que afirma, entre otras cosas, que España en 2030 tendrá un peso similar a Filipinas, o que EEUU tendrá el 17% del PIB mundial frente al 23% de China. Pero nos equivocaríamos si creyéramos que el informe de Goldman Sachs esta hablando del futuro. En realidad de lo que habla es de la mas rabiosa actualidad.
En aenas dos décadas, el peso de España en el Producto Interior Bruto mundial pasará del 3% actual al 1%. Es decir, perderá las dos terceras partes de su peso económico mundial. Lo que unido al ritmo de crecimiento asiático hará que nuestra colocación en la distribución del poder económico mundial esté a la altura de países como Tailandia o Filipinas. El mapa cambiante Pero en este camino descendente, no estamos solos. Nuestros vecinos de la Europa desarrollada, según el estudio, habrán recorrido un sendero, si no tan abrupto, sí similar para 2030. Francia perderá un 40% de su peso, pasando de tener el 5% del PIB mundial al 3%; Italia perderá la mitad de su peso, pasando del 4% al 2%; Reino Unido del 4% al 3%, y Alemania, caerá también a la mitad, perdiendo tres puntos, del 6% al 3%, en la participación en la riqueza global. Cambios de mayor envergadura aún se producirán en la cabeza del poder económico mundial según Goldman Sachs. Para 2030, se calcula que la capacidad de creación de riqueza en el mundo cada año estará en torno a los 138 billones de dólares. Pues bien, de ellos, lo que se conoce como “Occidente”, o sea, el campo de países capitalistas desarrollados bajo la órbita norteamericana, aportará únicamente 56 billones, es decir, apenas el 40% del PIB mundial. Mientras que el resto del mundo producirá el 60% restante, 82 billones de dólares. Pero de ellos, sólo las cuatro grandes potencias emergentes del mundo actual, los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) aportarán unos 50 billones, es decir, prácticamente lo mismo que pesarán lo que hoy conocemos como las grandes potencias económicamente desarrolladas del planeta. China, que actualmente representa el 9% de la producción global, multiplicará su peso por dos veces y media, hasta suponer en 2030 el 23% del total de la riqueza mundial creada. Y Estados Unidos, que a lo largo de todo el siglo XX y hasta hoy ha sido la primera potencia por peso económico en el mundo, pasará de tener el 24% al 17% del PIB mundial. Dos décadas de adelanto Que la distribución del poder económico mundial estaba en vías de sufrir un cambio cualitativo, una auténtica revolución en su distribución, era algo ya sabido desde el fin de la Guerra Fría, el inicio de la fase de la globalización y, en particular, desde que China comenzara a acumular éxitos espectaculares tras su decisión de lanzarse a competir abiertamente en el mercado mundial con las grandes potencias capitalistas. Lo que nadie esperaba es que el punto de inflexión de este cambio cualitativo estuviera ya a la vuelta de la esquina, en el breve plazo (un autentico suspiro en términos históricos) de dos décadas. Hace apenas unos años, los cálculos más optimistas predecían que alrededor de 2050, el PIB de China alcanzaría y se pondría a la par de EEUU. Pues bien, 20 años antes de esa fecha, la propia oligarquía financiera yanqui –de la que Goldman Sachs forma parte destacada– reconoce que el peso económico de China será ya un 25% superior al de EEUU. Toda esta perspectiva futura de “un mundo cambiante” que ofrece el informe, permite al mismo tiempo sacar algunas conclusiones valiosas para el presente. Voracidad y ferocidad Este nuevo escenario de redistribución del poder mundial y el futuro inmediato que anuncia nos da las claves esenciales para entender lo que está pasando en Europa y en nuestro país. Mientras las viejas potencias imperialistas –capitaneados por unos EEUU cuya economía es un auténtico caballo desbocado, galopando sin freno en busca de nuevas fuentes de financiación–acumulan mayores y más sustanciales retrocesos, viéndose obligadas a ceder una formidable parte del peso económico mundial del que hasta ahora disfrutaban, las potencias emergentes han puesto una sexta marcha en su crecimiento económico, velocidad inalcanzable ni de lejos por las potencias desarrolladas. En 1950, EEUU, él sólo, disfrutaba del 50% del PIB mundial. A finales del siglo XX, y tras la caída de la URSS, el campo imperialista bajo órbita yanqui tenía en sus manos repartirse más del 66% de la riqueza global. Diez años después, es decir, hoy, la “porción de la tarta” que pueden repartirse entre todas ellas ya es sólo del 50%. Y el informe de Goldman Sachs –que viene a ratificar las cifras del último estudio del FMI sobre economía global– anuncia que en las próximas dos década su participación en la riqueza mundial estará ya en el 40%. La nueva realidad de este “mundo cambiante” explica la lógica implacable de lo que está pasando. A las grandes potencias mundiales se les esta achicando progresivamente, pero de forma cada vez más intensa, el espacio económico del que pueden disfrutar para sacar suculentas plusvalías y jugosos beneficios. Cada vez disfrutan de una porción menor de tarta. Y cuanto más se les achica el espacio, menos tarta tienen para repartirse y, en consecuencia más débiles son globalmente, mas agresivamente reaccionan imponiendo a los países dependientes de ellos una costosa factura para tratar de recuperar por este lado lo que están perdiendo a marchas aceleradas en el resto del mercado mundial. Este es en realidad todo el secreto que se esconde tras la crisis de la deuda europea y los continuos ataques que estamos sufriendo los países mas dependientes de las grandes potencias. Sus planes de rescate e intervención sobre los llamados PIGS, no son más que la consecuencia de la extremada voracidad y ferocidad que provoca sobre las grandes oligarquías financieras que los países emergentes les estén quitando bocados de un mercado mundial que hasta hace bien poco era poco menos que un coto exclusivo suyo. Crisis, ¿qué crisis? Pero al mismo tiempo, el estudio de Goldman Sachs echa por tierra uno de los argumentos favoritos de quienes quieren imponernos rebajas, recortes, y planes de ajuste sin límites. Puesto que estamos en una crisis global, nos dicen, es preciso que todos nos “apretemos el cinturón” hasta salir de ella. Pero precisamente lo que pone sobre el tapete el informe es que no es cierto que esto le esté “pasando a todos los países”. Esto sólo esta ocurriendo a los países dependientes y que forman parte de la órbita de dominio de EEUU. Porque lo que revela el estudio, es que todos los países con mayor o menor grado de independencia crecen económicamente. Y a toda pastilla, además. Si China ha podido convertirse ya en la segunda potencia económica del mundo y en 20 años ser la primera es, en primer lugar, porque es independiente políticamente. Si Brasil ha reducido el número de pobres en 20 millones, ha generado en 8 años más de 12 millones de empleos fijos, ha aumentado el sueldo mínimo en un 53% y ha multiplicado las políticas sociales en educación, sanidad,… es porque el gobierno de Lula ha alcanzando unas cotas de autonomía e independencia frente a Washington antes impensables. Si Ecuador y Bolivia han puesto en vereda a las multinacionales petroleras que saqueaban impunemente sus países, y ahora pueden dedicar esa riqueza que antes les robaban a elevar el nivel de vida de la población, es gracias a que sus gobiernos han mantenido una política independiente y autónoma de los grandes centros de decisión imperialista. Esta independencia es la que ha permitido a este conjunto de países tomar las medidas económicas que se corresponden a los intereses nacionales y populares y no las que dictan el FMI, Washington o, en el caso de Europa, también Berlín. Y es esta política económica, basada en las propias decisiones y los propios intereses, la que está generando una activación continua de su mercado interno, base esencial para su crecimiento económico. A mayor dependencia, crisis más aguda y peores perspectivas de futuro. A mayor independencia, más crecimiento económico y mayor redistribución de la riqueza. Así de claro es el asunto que revela el informe de Goldman Sachs. La crisis no es mundial, sino que esta concentrada en los países que sufren el dominio y están sometidos a la órbita de dependencias políticas, militares y económicas de la superpotencia yanqui. Y por eso se concentra y se manifiesta de forma especialmente aguda en aquellos que, como el nuestro, más dependientes y débiles políticamente son. Y por tanto más tienen secuestrado su soberanía y su independencia nacional, es decir, la capacidad de decidir por sí mismos la política económica que mejor conviene a sus intereses nacionales y populares.