Donald Trump mejora levemente sus expectativas e iguala las de Kamala Harris

50% – 50%: empate total

La única certeza que parece haber ahora mismo en las elecciones norteamericanas, cuando la fecha del 5 de noviembre se acerca a toda velocidad... es la máxima incertidumbre.

Cuando quedan apenas dos semanas para unas elecciones decisivas para EEUU y para el conjunto del planeta, la incertidumbre no puede ser mayor. Los dos candidatos, Kamala Harris y Donald Trump ya no están casi empatados, con algunos puntos de ventaja para la demócrata. Ahora están totalmente empatados: según el promedio de predicciones, cualquiera de los dos tiene un 50% de opciones de ganar la presidencia.

Si esto fuera una serie de Netflix, estaríamos pidiendo a gritos un desenlace, hastiados de tanta tensión. Nunca como hasta ahora el empate y la incertidumbre habían sido tan conspicuo, o tan recalcitrante.

Según una media de siete importantes predicciones y sondeos demoscópicos realizados en EEUU -los modelos basados en encuestas de The Economist, FiveThirtyEight y Nate Silver, el promedio de apuestas de Real Clear Politics, los mercados Polymarket y PredictIt y la plataforma de predicción Metaculus– las posibilidades de republicanos y demócratas de ganar las elecciones son exactamente las mismas (50/50) cuando comienza la última quincena de la campaña.

Esto indica que Donald Trump ha logrado remontar la pequeña ventaja que en las semanas anteriores le llevaba Kamala Harris (unos 3 o 5 puntos), y quedar enrasado con su rival.

Tampoco se clarifican los sondeos en los territorios que parecen ser los decisivos, los llamados ‘Swing States’ o «Estados bisagra». Recordemos que en el sistema electoral norteamericano, no gana las elecciones necesariamente el candidato al que más estadounidenses votan… sino el que consigue meter en su zurrón a más Estados, que otorgan todos sus compromisarios al partido que ha sacado mayoría. El que consiga o supere los 270 delegados electorales, es proclamado presidente.

En casi todos los Estados rige la ley del todo o nada. Aunque gane por la mínima, por un solo voto, los 16 delegados de Georgia serán todos azules o rojos, no habrá un reparto proporcional. Gracias a estas reglas, Hillary Clinton perdió las elecciones de 2016… sacando tres millones de votos más que Donald Trump.

Ahora mismo Kamala Harris tiene bastante bien atados 226 votos electorales, solo unos pocos más de los que tiene asegurados Trump (219). Todo depende de los 93 compromisarios de los Swing States, pero en casi todos nos encontramos con el mismo y desquiciante empate ‘casi 50/50’, con ventajas pequeñas y márgenes de error grandes.

La vicepresidenta parece tener una mínima ventaja en las encuestas de tres Estados bisagra del cinturón del óxido -Míchigan, Wisconsin, Pensilvania- que le valdrían para sumar los 270 votos, pero todos los sondeos subestimaron a Trump en 2016 y también en 2020.

La única certeza que parece haber ahora mismo, cuando la fecha del 5 de noviembre se acerca a toda velocidad… es la máxima incertidumbre ante qué línea y qué políticas dirigirán los destinos de la superpotencia norteamericana.

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Un factor de desempate en las elecciones

¿Y si la ‘sorpresa de octubre’ estuviera en Beirut… o en Teherán?

Desde hace años, nos hemos acostumbrado a que las campañas electorales en EEUU se jueguen en el filo de la navaja, con ambos contendientes casi igualados en predicción de voto. Ante esto, los analistas han acuñado un término que ya se ha convertido en un cliché: «la sorpresa de octubre», un acontecimiento inesperado a pocas semanas del desenlace electoral norteamericano (que siempre es el 5 de noviembre) y que es capaz de decantar la balanza.

¿Y si ya estuviéramos contemplando la «sorpresa de octubre» de estas tan disputadas elecciones entre Harris y Trump? ¿Y si el «factor de desempate» estuviera muy lejos de EEUU, en la lejana e incendiaria región de Oriente Medio? ¿Y si la ‘sorpresa’ tuviera forma de misil cayendo sobre Líbano… o peor, sobre Irán?

En estas elecciones norteamericanas hay mucho en juego. Demasiado en juego.

Aunque ambos contendientes, Harris y Trump, sean en última instancia representantes de la misma clase dominante norteamericana, y vayan a defender en ultima instancia los mismos objetivos geopolíticos -salvaguardar la hegemonía mundial de la superpotencia norteamericana, enfrentándose al ascenso de China y del resto de los BRICS, y conteniendo la pujante lucha de los países y pueblos del mundo, que golpean el orden unipolar de EEUU- no es ningún secreto que representan líneas políticas muy opuestas en torno a la estrategia y las políticas para conseguirlos.

Las anteriores elecciones norteamericanas no transcurrieron de manera tranquila, ni antes ni después de las urnas. Todos recordamos cómo Trump denunció «fraude electoral» semanas antes del resultado, o a las turbas trumpistas asaltando el Capitolio. Estas tampoco están siendo plácidas, con Trump sumando ya dos intentos de asesinato, o con el candidato demócrata -Biden- apeándose de la carrera y dando el relevo a su vicepresidenta.

Y sin embargo, a dos semanas del 5 de noviembre el empate se hace más inamovible… ¿aparecerá la «sorpresa de octubre? ¿O ya la tenemos encima de la mesa, solo que a miles de kilómetros de Washington?

Así lo piensa Enric Juliana.

Enric Juliana, adjunto al director de La Vanguardia, uno de los más avezados analistas de la actualidad nacional e internacional

En su editorial «Guerra en octubre, elecciones en noviembre», Enric Juliana veterano adjunto al director de La Vanguardia y siempre atento al contexto internacional, dice:

«Inicio de guerra regional en Oriente Medio en octubre de 2024; elecciones presidenciales en EEUU el 5 de noviembre de 2024. Una pregunta absolutamente necesaria ¿están conectados estos dos acontecimientos? Claro que sí»

«Claro que lo están. Estamos hablando de la ‘sorpresa de octubre’, que empieza a ser una categoría clásica en los observadores de la política internacional. Como cada cuatro años hay elecciones en EEUU, el octubre anterior se convierte en un contexto de fortísimas tensiones, en un mes propicio para las sorpresas, tanto en el ámbito exterior [de EEUU] como en el interior. Acontecimientos que incrementen la tensión y que puedan contribuir a deslizar, a inclinar la balanza en una dirección u otra»

En estos momentos, el inicio de una guerra regional perjudica, al menos a priori, a los demócratas”, dice Enric Juliana

«Y en estos momentos, el inicio de una guerra regional perjudica, al menos a priori, a los demócratas. ¿Por qué?»

«En primer lugar, la invasión del sur del Líbano viene a desautorizar al presidente Biden (…) Es sabido que la actual administración norteamericana ha intentado buscar una desescalada desde hace meses; y que ha establecido líneas rojas. La invasión de Líbano era una de ellas. Otra -hasta este momento no traspasada- es el hipotético bombardeo de centrales nucleares iraníes»

«La gestualidad de Netanyahu es claramente desafiante (…) Desde la sede de Naciones Unidas impartió instrucciones [para comenzar la invasión de Líbano] (…) Se intenta ridiculizar a la ONU y se intenta transmitir la idea de que Biden no manda tanto como antes. Todo ello un mes antes de unas presidenciales a las que Biden no acude, por motivos que todos sabemos, pero a las que concurre su vicepresidenta»

«En segundo lugar, es sabido que la base electoral demócrata está dividida ante la cuestión de Israel y de Gaza. El sector más joven y más a la izquierda de este electorado tiene una actitud muy crítica ante el apoyo norteamericano a Israel. Por tanto, a mayor tensión en Oriente Medio, mayor división de esta base electoral, y mayores posibilidades de desencanto y desmovilización de parte del electorado demócrata. Y a mayor tensión, mayor refuerzo de la imagen que intenta cultivar Donald Trump, la del hombre fuerte, dispuesto a traspasar las líneas»

«Por tanto, la invasión del Líbano nos corrobora que desde hace meses, el actual gobierno israelí está haciendo una clara apuesta estratégica por la victoria de Donald Trump. Si lo van a conseguir o no, está por ver»

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