El debate sobre la votación de la cuarta prórroga del estado de alarma, que se ha celebrado en el Congreso, estaba diseñado para convertirse en los “idus de mayo” del gobierno de coalición.
Durante los últimos días hemos asistido a una furibunda y “desacomplejada” campaña de acoso y derribo, utilizando la pandemia como munición contra el gobierno. Un medio como El País publicaba que “es una operación de derribo del gobierno y no hay pudor”. Otro como La Vanguardia señalaba que “la pulsión primaria entre la derecha y un sector de la elite económica es dejar que el Gobierno se estrelle contra los elementos para recuperar el poder. Se trata de algo tan peligroso como real”.
Pero toda esta operación se ha estrellado con estrépito contra la realidad.
No solo se ha aprobado la prórroga del estado de alarma. Sino que ha salido adelante con una mayoría absoluta de 178 diputados. Un amplio abanico que incluye a PSOE y Unidas Podemos, junto a fuerzas que respaldaron la investidura como PNV, Mas País, Compromis, PRC y Teruel Existe. Pero que además se ha ampliado con los votos afirmativos de Ciudadanos y Coalición Canaria.
Las fuerzas que han votado No a la prórroga del estado de alarma configuran una extraña coalición, integrada por Vox, JuntsxCat, ERC y la CUP. Una “pinza” donde Abascal y Puigdemont van cogidos de la mano. Y a la que incomprensiblemente se ha sumado ERC. La intervención de Rufian, intentando explicar lo inexplicable, era la viva imagen de una derrota.
Mientras el PP ha quedado reducido a una abstención irrelevante, en la que ha coincidido con Navarra Suma, el BNG… y con Bildu.
Pablo Casado llevaba días afilando los cuchillos contra el gobierno, pero sus ataques “fake”, difundiendo la mentira de que el estado de alarma implica una “dictadura constitucional” que restringe libertades, se han quedado fuera de juego. Como se ha publicado hoy mismo, “el PP quiso convertir la sesión en una moción de censura y ha terminado relegado a un papel irrelevante”. Resaltando que “los esfuerzos de Pablo Casado de presentar a España como distopía siniestra no lograron encubrir su propia situación de ridículo, orfandad o de intrascendencia”.
La no aprobación de la prórroga del estado de alarma hubiera creado un caos de consecuencias inesperadas, que agravaría la crisis económica y social, y amenazaría con transformar los avances en la contención del virus en una nueva emergencia sanitaria. Pero no han podido salirse con la suya.
Frente a todas las presiones y ataques, ha vuelto a evidenciarse que existe una mayoría de progreso. Contra la que se estrellan los intentos de los sectores más reaccionarios.
Y en ella hoy se ha incluido Ciudadanos, bajo la nueva dirección de Ines Arrimadas. Ha sido solo en la votación sobre la prórroga del estado de alarma, pero abre lo que algunos medios ya han calificado como “un nuevo escenario político”.
La posición adoptada por Ciudadanos es una excelente noticia. Y la mejor prueba de ello son los ataques de la ultraderecha, al grito de “traición”, contra Ines Arrimadas. Se abren perspectivas políticas, que coinciden con el papel regenerador con que nació Ciudadanos, y que comparten una mayoría de sus votantes, que deben ser aprovechadas.
Para feliz desgracia de una ínfima minoría -que esta dispuesta a todo, incluso a hundir el país, para derribar un gobierno que obstaculiza sus planes- ha vuelto a ganar la mayoría.