La llamada de Obama a Zapatero, exigiendo la aplicación inmediata del draconiano plan de recortes, ha sido la demostración más explícita del grado de dependencia al que nos han condenado. Moncloa intentó apaciguar los ánimos difundiendo que Obama llamó «únicamente para agradecer el trato dispensado en Madrid al vicepresidente Biden e interesarse por la salud del Rey». Pero inmediatamente, el portavoz de la Casa Blanca, puso las cosas en su sitio, rectificando públicamente a Zapatero para aclarar que «ambos presidentes hablaron de la importante de que España adopte acciones resolutivas para fortalecer su economía y la confianza de los mercados». La orden tuvo un efecto inmediato, y al día siguiente Zapatero anunciaba en el Congreso el mayor recorte social de las últimas décadas. El emperador ha impuesto «recortes al dictado», explicitando a los ojos que vivimos en un «protectorado» obligado a pagar las facturas de la metrópoli.
No es habitual que el emerador se encargue personalmente de colocar en posición de firmes a los delegados de provincias. La llamada de Obama a Zapatero -”ordenando”, como han destacado todos los medios, la aplicación sin dilaciones de los recortes en España- tiene un carácter excepcional, y nace de las necesidades, cada vez más imperiosas, de la superpotencia yanqui.Washington ha decretado que todos los “vasallos” deben incrementar sus tributos para sostener la maquinaria imperial, amenazada por un déficit insondable.La crisis ha debilitado la posición norteamericana, al mismo ritmo que aceleraba la emergencia de otros países, como China. Y la respuesta norteamericana ha sido la de imponer una mayor concentración en sus manos del capital en su área imperial, en detrimento de los países más débiles.La “vieja” Europa, y particularmente los llamados “PIGS” -entre los que se encuentra España- cargan con la peor parte de este “nuevo reparto” decretado por Washington.Son estas necesidades del imperio las que han obligado a Obama a descolgar en el teléfono. El “ritmo de pago” era demasiado lento. Washington necesitaba que el ajuste en España se impusiera de forma inmediata. Aunque supusiera imponer el mayor recorte social de la historia, degradar el país a un lugar marginal en el concierto mundial, convertir a Zapatero en el presidente con peor valoración popular, o abrir una auténtica crisis política en España.El ajuste duro en España ha pasado a ser un problema central para el imperio, y debe realizarse a cualquier precio. Y con las consecuencias deben lidiar los “delegados de provincias”.Pocas veces en la historia de España ha quedado tan clara la supeditación a las grandes potencias, y el alto precio que debemos pagar por esta sumisión.Todo el mundo ha visto como el presidente de EEUU, con sólo descolgar el teléfono y transmitir órdenes terminantes, puede determinar nuestras vidas y decidir el rumbo del país.Desde los primeros momentos de la crisis, hemos insistido en que la principal enfermedad de España, la que determina que seamos uno de los países que más sufra los envites de la crisis, es nuestra dependencia de los grandes centros de poder mundiales.Ahora esto es ya “vox populi”. Todos los periódicos y comentaristas hablan ya de que España se ha convertido en “un protectorado” donde “ya no manda el presidente del gobierno, sino Washington o Berlín”.EEUU ha impuesto la aceleración de los recortes, y el conjunto de la gran banca y los monopolios, así como las élites de la clase política oficial, se ha plegado a los dictados del imperio. Y están negociando cómo nos cargan a la población la factura de las exigencias norteamericanas, a través de un draconiano plan de recortes sociales y rebaja salarial.Obama ha descolgado su fusil. Zapatero se ha puesto firmes. Y todos estamos pagando el precio de una dependencia indignante. Cuestionarla, abriendo un camino autónomo e independiente, no sometido a los dictados de Washington o Berlín, es el primer paso para poder salir de la crisis.