Nada hacía presagiar lo que Joan Fuster, una de las figuras capitales de la cultura valenciana del último siglo, acabó representando. Su influencia se proyectó mucho más lejos que otros, pero jamás quiso abandonar Sueca, la pequeña localidad de la Ribera donde nació. Fue uno de los intelectuales más lúcidos, pero provenía de un ambiente agrario nada proclive a las letras. Quien era ensalzado como referente por sectores de la izquierda tuvo que romper con la herencia carlista de su familia, y admitió que “como cualquier otra criatura provinciana de la posguerra crecí intelectualmente en la ignorancia total y en la intoxicación doctrinaria de la dictadura”. El que se convirtió en uno de los más grandes ensayistas comenzó su carrera literaria escribiendo poesía…
Todas estas aristas y contradicciones son parte esencial de lo que Fuster significa, y debemos partir de ellas frente a demasiadas interpretaciones simplistas que empequeñecen su figura.
Para algunos solo existe un Joan Fuster posible, el emblema del catalanismo en Valencia, a través de libros esenciales como “Nosaltres els valencians” o de una intensa actividad política, especialmente durante la transición. Ese Fuster genera, especialmente en la sociedad valenciana, adhesiones y rechazos viscerales. A veces superando todos los límites morales, como en los atentados contra él perpetrados por la ultraderecha. Otras simplemente rechazando en bloque toda la obra fusteriana si no se coincidía con su postura política.
Pero hay muchos Fuster, algunos de ellos silenciados. Como el que mantenía una estrecha relación con Josep Pla, uno de los blancos predilectos del nacionalismo catalán. Pla prologó las inabarcables obras completas de Fuster, y el escritor de Sueca hizo lo propio con las del ampurdanés.
Está el Fuster periodista, presente en todas las polémicas, con una energía que le llevó en sus momentos álgidos a publicar cinco artículos semanales. Escritos urgentes y tan a tumba abierta que para el escritor de Sueca redactarlos era “mostrar el culo cada día”.
Nos encontramos al Fuster erudito, capaz de escribir documentadas monografías sobre el bandolerismo o estudios literarios ya indispensables sobre figuras tan diversas como Salvat Papasseit, Josep Pla, Salvador Espriu, San Vicente Ferrer y especialmente su archireproducida antología sobre Ausias March.
O el Fuster que en 1964, cuando nadie lo hacía, puso el dedo de la denuncia sobre los asesinatos machistas en su Diccionari per a ociosos. Anticipando, desde el más oscuro franquismo, que “la protesta feminista no solamente es lógica sino inevitable y urgente”.
Y la pluma mordaz, combativa y mordazmente irónica de Fuster se expresaba en toda su plenitud en los aforismos, esas descargas breves, concebidas para provocar la reflexión. Sobre el poder: “No os hagáis ilusiones: el poder cambia de manos pero raramente vacila”; “el que manda quiere que los mandados sean dóciles, hemos de partir de esta obviedad”. Arrojando sentencias que buscan la provocación: “Definición posible de la filosofía: el arte de coger la vaca por los cojones”; “nunca he pretendido “tener razón”, ni en estos asuntos ni en ningún otro: esta gloriosa imbecilidad la dejo a quienes se dedican profesionalmente a estar en posesión de la verdad”. A veces haciendo uso del cinismo como herramienta para desarmar todas nuestras defensas, como cuando, al hablar de los Borgia, sentenció que ”todos los príncipes del Renacimiento eran asesinos, pero los nuestros fueron los mejores, los más profesionales”. Reafirmándose en una combatividad íntima: “Para circular por la vida no hacen falta más que tres o cuatro convicciones”; “una calma excesiva equivale a un acta de defunción”.
Y por encima de todas, una declaración de principios: “Y morir debe ser dejar de escribir”. Porque Joan Fuster solo conoce una forma de relacionarse con el mundo: la de escribir de forma compulsiva, como quien respira o come, una actividad básica para la vida.
2022, la fecha del centenario de su nacimiento, ha sido declarado por la Generalitat Valenciana “Any Fuster”. Se reeditarán sus obras, se programarán exposiciones, simposios internacionales, obras de teatro, documentales…
Es el momento de leer a Fuster, con la convicción de que, entre los muchos Fuster posibles, cada cual encontrará el que más disfrute.