Cuando cayo el Muro de Berlín, bajo la furia de un pueblo alemán hastiado de décadas de fascismo, Unificación Comunista de España organizamos una fiesta. Había que celebrar la desaparición del fascismo más negro. Lo mismo sucedió cuando desapareció la URSS. Los pueblos nos librábamos de la superpotencia más agresiva y peligrosa. Un nuevo motivo de alegría. En primer lugar para los comunistas.
El actual secretario general del Podemos, Pablo Iglesias, lo vivió de forma muy diferente. Él mismo ha declarado que “la clave para entender que exista el Estado del Bienestar, que se redujera la jornada laboral, que se pagaran las vacaciones a los trabajadores, que hubieran seguros de desempleo… era el miedo de los ricos a la URSS. Por eso, a pesar de la barbaridades que se hicieron en nombre del comunismo, la caída del Muro fue una mala noticia para todo el mundo”. Por si quedaba alguna duda, en otras declaraciones Pablo Iglesias insiste en que “el fin del bloque soviético fue un desastre geopolítico (…) creó un mundo en el que los que aspiramos a una sociedad emancipatoria fuera de la lógica del beneficio tenemos todas las de perder. Lo que había en la URSS era muy feo, pero en el mundo se podían imaginar posibilidades de transformación más interesantes cuando existía la dinámica de los bloques”.
Son dos posiciones. Antagónicas.
Unificación Comunista de España nacimos denunciando el fascismo soviético y el dominio de una superpotencia, la URSS, que sembraba los cinco continentes de explotación, invasiones y golpes de Estado.
Con el Muro no cayó el comunismo, sino un capitalismo burocrático basado en un “único monopolio en manos del Estado” que explotaba a los trabajadores y dominaba con regímenes fascistas -disfrazado tras la bandera roja y los triunfos de la revolución- al pueblo soviético y a los de los países de su órbita.
No, señor Iglesias. No había nada bueno en los gulags, ni en el fascista dominio del KGB o la Stasi, ni en la invasión soviética de Afganistán o la ocupación por parte de la URSS de Checoslovaquia… Añorar el fascismo soviético es como sentir nostalgia del franquismo.
El mundo es mucho mejor para los pueblos sin la URSS. Su desaparición libró a los movimientos revolucionarios de la intervención soviética. Sin la presión y los ataques de Moscú, los países del Tercer Mundo avanzaron. Y la revolución, la causa del socialismo y el comunismo, conquistó una victoria histórica.