Casi 50 años después del golpe fascista de Pinochet, los herederos de Salvador Allende, el presidente entonces derrocado, acceden al gobierno. Este es el significado histórico del triunfo electoral de Gabriel Boric, convertido ya en el nuevo presidente de Chile.
Estamos ante un triunfo histórico de los pueblos. La brutal represión de Pinochet no pudo quebrar al pueblo chileno. Y quien ha acabado ganando, abriendo una esperanza de cambio en Chile, ha sido Salvador Allende.
El nuevo presidente chileno, Gabriel Boric, encargó la realización de la banda presidencial a un modesto taller en un barrio a las afueras de la capital, Santiago, donde un grupo de costureras, rebelándose contra la precariedad, fundaron el Sindicato Revolucionario Textil (Siretex) durante la marea de movilizaciones de 2019.
Y, horas antes de tomar posesión de su cargo, Boric se reunía en la residencia presidencial de Valparaíso con representantes de diversos movimientos de lucha.
Son dos hechos que pueden considerarse anecdóticos, pero impensables para cualquier presidente anterior, y que expresan el profundo cambio político que se vive en Chile.
Por primera vez un gobierno chileno va a estar integrado por más mujeres que hombres -14 frente a 10-, presentando el feminismo como bandera.
La nieta de Salvador Allende, Maya Fernández Allende, será ministra de Defensa, con mando en plaza sobre el ejército. La portavoz del gobierno será una mujer comunista, Camila Vallejo, y en el nuevo gobierno se contarán dos ministros comunistas en las carteras de Ciencias y Trabajo.
Junto a ellos, en el nuevo gobierno estará representado el Frente Amplio, la coalición de diversas organizaciones de izquierdas con las que Boric se presentó a las presidenciales. Y ministros socialistas en carteras tan importantes como Economía.
Hace escasamente cinco años, Chile parecía ser un oasis regido por el gobierno de derechista de Sebastián Piñera, donde no había conseguido penetrar la marea de gobiernos progresistas y antihegemonistas que sacudía todo el continente. Desde Washington y la oligarquía chilena creían tener garantizada la “estabilidad”.
Se equivocaban. Las históricas movilizaciones de 2019, asentadas sobre un mar de fondo de luchas mantenidas durante años, lo cambió todo.
Cayó la constitución pinochetista, todavía vigente el pasado año, y ahora toma posesión un gobierno que ha llegado a la presidencia impulsado por la lucha popular.
La llegada de Gabriel Boric a la presidencia de Chile, impulsado por la movilización, es un triunfo de los pueblos
El programa del nuevo gobierno
Gabriel Boric ha llegado a la presidencia con un programa claro, basado en dos grandes ejes.
El primero es el llamamiento, repetido numerosas veces durante la campaña, a “la necesidad de redistribuir la riqueza en Chile”, quinta economía del continente pero uno de los países donde la desigualdad alcanza sus cotas más altas.
Traducido en tres exigencias especialmente sentidas en la sociedad chilena, y que el nuevo gobierno se ha comprometido a acometer.
- La eliminación de la privatización total de las pensiones -a través de un sistema de capitalización administrado por grandes bancos nacionales y extranjeros- impuesto durante la dictadura de Pinochet, y el retorno a un sistema público de reparto, similar al que tenemos en España.
- La ampliación de la gratuidad del sistema educativo, frente a una selectividad económica que cierra el paso a la enseñanza a numerosos sectores o les obliga a hipotecarse.
- Aumentar las prestaciones en salud, fortaleciendo una sanidad pública y universal.
Un ambicioso programa social que será financiado con una reforma tributaria donde se aumenten los impuestos a los que más tienen, incrementando los ingresos públicos.
El segundo gran eje del programa del nuevo gobierno es la redacción de una nueva constitución, que sustituya a la de 1980, redactada bajo el régimen fascista de Pinochet, y que seguía vigente.
En octubre de 2020 un plebiscito aprobó por abrumadora mayoría jubilar la constitución pinochetista, eligiendo una Convención Constituyente donde los miembros independientes y más a la izquierda tienen la hegemonía.
En julio de este año la Convención deberá tener listo el texto de la nueva Constitución, que deberá aprobarse en referéndum.
El programa del nuevo gobierno se basa en una redistribución de la riqueza
Boric plantea “la necesidad de redistribuir la riqueza en Chile”
Fortalezas y obstáculos
El gobierno que presidirá Gabriel Bori0c marca un antes y un después en la política chilena. Es el primer presidente que, tras la restauración democrática, no pertenece al bipartidismo de facto integrado por socialdemócratas y conservadores.
¿Cuáles son sus principales características?
La posibilidad de un gobierno así en Chile, impensable hace pocos años, se ha fraguado en la calle. Las multitudinarias protestas contra la política derechista y antisocial de los gobiernos de Sebastián Piñera crearon el caldo de cultivo de este cambio político. Desde las movilizaciones estudiantiles, en las que Gabriel Boric participó de forma destacada, a la lucha por revertir la privatización de las pensiones.
La coalición encabezada por Boric ha sabido representar las aspiraciones de todos estos sectores en lucha. Y lo ha hecho “pegado al terreno”. Frente a quienes exacerbaban un discurso rupturista e izquierdista, que luego era inmediatamente traicionado, sembrando la desmovilización, Boric ha presentado un programa que no se despegaba de las reivindicaciones sociales más sentidas por la mayoría de los chilenos.
¿Y cuáles son los obstáculos que va a enfrentar?
El nuevo gobierno deberá afrontar importantes retos, como el de luchar contra una lacerante desigualdad en un momento de pandemia y crisis económica. Pero el principal obstáculo será la oposición de los sectores que hay han jurado ponerle las cosas lo más difíciles posibles al gobierno progresista.
En primer lugar los históricos círculos de la oligarquía local, favorecidos durante décadas por las políticas antipopulares y privatizadoras que el nuevo gobierno pretende revertir.
Unos círculos ultraderechistas, representados por José Antonio Kast, el rival al que Boric derrotó en la segunda vuelta de las presidenciales, que reivindican abiertamente el pinochetismo.
Y, sobre todo, la sombra del “vecino del norte”, unos EEUU que va a utilizar todos sus resortes de poder en el país.
Boric ha prometido “practicar la autonomía política en el ámbito internacional sin subordinarse a ninguna potencia”, y “hacer esfuerzos desde Chile para que la voz del sur se vuelva a escuchar firme en un mundo cambiante”.
Este es el camino. Para emprender un camino de progreso, Chile necesita ganar autonomía respecto a los mandatos y dictados norteamericanos.