El Partido Comunista de China celebra ahora su XX Congreso, y muchos progresistas y revolucionarios miran al gigante asiático con dudas e interrogantes. Por eso, más allá de la posición que se tenga acerca del Estado, el régimen y el gobierno de Pekín, más allá de la opinión que se tenga sobre su sistema político y de los derechos y libertades que tienen sus ciudadanos, es necesario partir de los hechos.
Primero. Hoy China es la gran potencia emergente del mundo, la segunda economía más poderosa tras EEUU (con un PIB de 15 billones y un crecimiento del 4%, pronto alcanzará el PIB norteamericano), y su influencia económica, comercial, política y diplomática no deja de aumentar.
Segundo. Ese fulgurante desarrollo económico se ha dado de la mano de un gigantesco proceso de redistribución de la riqueza en beneficio de las clases populares. Mucho se menciona en Occidente la existencia de desigualdades y grandes fortunas en la sociedad china, pero eso no debe ocultar que China es el único país del mundo que ha sacado a 800 millones de personas de la pobreza, y que ha erradicado de su territorio la miseria extrema. Creando unas condiciones socioeconómicas (sanidad, educación y pensiones públicas) para el bienestar de la inmensa mayoría de la población, condiciones que también son “derechos humanos” y que grandes potencias como EEUU niegan a sus ciudadanos.
Tercero. China representa un caso insólito en la Historia. Desde que el PCCh tomó el poder en 1949, China se ha convertido en la única nación que ha ascendido al rango de gran potencia de forma eminentemente pacífica, sin provocar ni una sola guerra de agresión, sin poner en peligro la paz mundial. Al contrario: siendo durante décadas un factor de paz y de estabilidad global.
Cuarto. Durante sus 70 años con el PCCh en el poder, China ha mantenido siempre y escrupulosamente una política internacional basada en los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica: “el respeto mutuo por la soberanía y la integridad territorial, la no agresión mutua, la no interferencia en los asuntos internos de otros países, igualdad y beneficio mutuos y la coexistencia pacífica”. Principios que han vuelto a ser remarcados en el XX Congreso por Xi Jinping, y que rigen la forma de comportarse de Pekín en la arena internacional. Cinco principios, corroborados por los hechos, que son antagónicos a la forma de actuar -guerras, injerencias, intervenciones, desestabilización y saqueo- de las potencias imperialistas.
China se ha convertido en la única nación que ha ascendido al rango de gran potencia de forma eminentemente pacífica, sin provocar ni una sola guerra de agresión, sin poner en peligro la paz mundial.
Con el sigilo y la firmeza que le caracterizan (el PCCh lo ha definido como “apartarse de la arrogancia” pero “demostrar la fuerte firmeza estratégica”), China ha tomado la decisión de jugar un papel más activo en el mundo en favor de “un orden multipolar”. En muchas ocasiones el PCCh ha afirmado que «China nunca buscará la hegemonía, ni su beneficio a expensas de los intereses de otros Estados”. Y sus hechos dan credibilidad a estas palabras.
Quinto. Al ser el principal impulsor de un nuevo orden mundial multipolar, basado en palabras de Xi Jinping en «el respeto mutuo, la coexistencia pacífica, la cooperación, y las relaciones ganar-ganar entre las naciones», China es hoy la principal amenaza para la hegemonía de la superpotencia norteamericana y su orden mundial unipolar, y así lo reconoce explícitamente la nueva «Estrategia de Defensa Nacional» del Pentágono.
China desafía a la superpotencia norteamericana con sus hechos y líneas de actuación, impulsando iniciativas que golpean en la línea de flotación del mismo orden hegemonista. La Nueva Ruta de la Seda es el mayor proyecto económico mundial, y en torno a él se tejen múltiples alianzas políticas ajenas al control de Washington; el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura gana terreno en Asia desplazando al FMI; la OCS (Organización de Cooperación de Shanghái) se fortalece con la inclusión de Pakistán, y sus relaciones con Irán o Turquía; Pekín impulsa el comercio de materias primas en yuanes rompiendo la hegemonía del dólar…
China desafía a la superpotencia norteamericana con sus hechos y líneas de actuación, impulsando iniciativas que golpean en la línea de flotación del mismo orden hegemonista.
Pero al mismo tiempo que busca su propio desarrollo, China teje una red de intercambios y alianzas entre países del Tercer Mundo que ofrecen a multitud de naciones un punto de apoyo para zafarse del dominio de EEUU y de otras potencias imperialistas. Desde 2005 los préstamos de China a Hispanoamérica han superado la suma de los otorgados por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Y hace años que, en el continente negro, Pekín lleva adelante inversiones de 60.000 millones de dólares con la propuesta de crear “una Comunidad China-África con un futuro compartido”.
Las dudas, las preocupaciones -e incluso las críticas- hacia China desde los progresistas y revolucionarios son legítimas, pero es necesario partir de los hechos anteriormente expuestos para valorar el papel que en el mundo hoy tiene este gigante asiático.