Tras varias semanas de desencuentros y la reunión más maratoniana de la historia de la UE, da la sensación de que “la montaña parió un ratón”. El reparto de poder de la UE parece reproducir los clásicos esquemas: Francia y Alemania se quedan con la parte del león. Y los demás, reciben premios de consolación. ¿Pero es todo tan sencillo?
La ex ministra de Defensa alemana Ursula von der Leyen y la actual presidenta del FMI, la conservadora francesa Christine Lagarde, dirigirán la política y la economía de la UE los próximos años. Dos “damas de hierro”, acreditadas representantes de las burguesía monopolistas germana y gala, al frente de la Comisión Europea y del BCE, las dos palancas más poderosas del poder europeo. Macron, que aspiraba (aparentemente) a desbancar a Alemania de la presidencia de la Comisión, con el apoyo de los socialdemócratas, a última hora acabó cediendo ante Merkel, a cambio de dos jugosos cargos: el BCE y la presidencia del Consejo Europeo, en manos del liberal belga Michel. Un socialista español, Josep Borrell, y otro italiano, obtuvieron los otros dos grandes sillones de “consolación”: la política exterior y la presidencia del parlamento.
A priori, pues, pocos cambios cabe esperar de este nuevo reparto del poder. Sin embargo, hay variaciones que no deben pasar desapercibidas. Primero: se ha dado un paso muy significativo desde la hegemonía absoluta de Alemania a una nueva fase del eje franco-alemán. Alemania tendrá que compartir el poder. En segundo lugar, como fruto de las elecciones de mayo, los conservadores europeos han perdido la hegemonía total en el Parlamento, y ahora tendrán que negociar constantemente con socialistas, liberales y aun verdes. En tercer lugar, el sur y el este de Europa han sido agentes activos en todo el proceso y, sin duda, lo van a seguir siendo. La influencia de todos estos nuevos factores comenzó a evidenciarse en el discurso de investidura de Ursula von der Leyen ante el parlamento europeo, trufado de concesiones sociales, compromisos verdes y defensa de las libertades…
La Europa alemana probablemente ha llegado a su fin
Todo ello sin contar con que la presencia de Trump está obligando a las burguesías monopolistas europeas a plantearse nuevos retos y nuevos caminos en la construcción europea. Y si persiste esa política norteamericana en la Casa Blanca, Europa tendrá que tomar iniciativas aún más significativas, para defender sus intereses y fortalecer su posición.
Aún con titubeos e interrogantes, ese era en realidad el fondo del discurso de Ursula von der Leyen al Parlamento para ratificar su elección (elección que se produjo por un escaso margen de menos de 20 votos). La ex ministra alemana puso como ejes esenciales de su programa un catálogo de medidas sociales, medioambientales, de defensa de las libertades, etc., que en realidad eran una réplica punto por punto de Europa a la política de los EEUU de Trump. Donde Trump reclama proteccionismo, defendió el libre comercio. Donde Trump pide “América primero”, defendió el multilateralismo. Frente al neoliberalismo, defendió la protección social (seguro de paro europeo, pensiones…). Frente al negacionismo de Trump sobre el cambio climático, von der Leyen puso a la UE a la vanguardia de esta lucha y prometió negociar una agencia verde.
Habrá que ver si todo esto es algo más que un “gesto” y un catálogo de “buenas intenciones”, y si a las primeras de cambio todo este programa no se va a meter debajo de una alfombra, a fin de salvaguardar los sacrosantos intereses de las burguesías monopolistas de Francia y Alemania. Pero de momento ahí está. Que se lleve la práctica o no, no dependerá solo de lo que se decida en los despachos de Bruselas. Serán los pueblos y los países de Europa los que tendrán en sus manos hacer realidad ese proyecto, con su movilización y su lucha.