Se encoge el alma, un escalofrío nos recorre. Los puños se aprietan.
2022 acaba con un diciembre negro en los asesinatos de la violencia machista. Al menos diez mujeres han muerto a manos de sus parejas o exparejas, y si se confirman otros tres casos que están investigándose, la trágica cifra ascendería a trece. Se trata -de largo- del peor número de los últimos años, y del mes más mortífero en asesinatos machistas desde que hay registros. De confirmarse lo peor, 2022 cerraría con 51 muertes por violencia de género, el peor año desde 2019.
No son números, son vidas, vidas segadas. Se llamaba Maria Elena, tenía 34 años y estaba embarazada de su tercer hijo, que también ha sido asesinado. Se llamaba Rebeca, Carma, Soraya o María. Son madres e hijas, son hermanas y amigas, compañeras y vecinas.
Nos negamos a consentirlo. Nos negamos a resignarnos. Nos negamos a dar un paso atrás en la lucha contra la lacra del terrorismo machista.
Porque aunque no se trate de crimen “organizado», la violencia machista -y su extremo más cruel, los asesinatos- no consisten en «sucesos», no son «casos aislados». Es terriblemente estructural.
Tiene su origen en la opresión de género, en la subordinación de la mujer al patriarcado, un conjunto de ideas, costumbres y normas sociales que -en el terreno de la superestructura- fijan y reproducen el machismo. Un patriarcado tan viejo como las sociedades de clase, pues tiene su raíz material en que la mujer es «una propiedad» de un hombre, que se siente legitimado para usar la violencia si ésta se rebela contra su opresión.
Es preciso unir y movilizar a toda la sociedad en la tarea de erradicar la lacra de la violencia de género, algo inseparable de la tarea de arrinconar y combatir a las diferentes manifestaciones de machismo, y de actuar sobre las bases materiales que dan sustento y lo reproducen.
Desde estas páginas compartimos el dolor de la mayoría social a la que se le encoge el corazón al ver las trágicas cifras de este diciembre negro de violencia machista, y volvemos a declarar nuestro firme compromiso -codo con codo con el movimiento feminista- con la lucha sin cuartel contra esta lacra. No hay lugar para el machismo, ni menos para su violencia. El futuro es feminista.