Vietnam, un país socialista, es tras China, la economía que más creció en el año de la pandemia. Tal ascenso no es flor de un día: su economía de mercado socialista lleva una década creciendo a tasas que los países occidentales no pueden siquiera soñar, una realidad que se atraviesa en la garganta de los defensores del libre mercado. ¿Cómo ha conseguido este hito Vietnam?
Todos sabemos a qué evoca la palabra Vietnam. Al concluir diecinueve años y medio de guerra, en 1975 -tras dos millones de víctimas civiles y 6,7 millones de toneladas en bombas y agente naranja- el país era un amasijo de ruinas. Cuatro décadas después, esta nación del sudeste asiático ha crecido, en el año de la Covid- -una pandemia que afortunadamente apenas la ha rozado- casi un 3%, superando a China y Taiwán, los únicos dos territorios que han cerrado 2020 en positivo.
Pero no es un año puntual. Las previsiones para Vietnam del Banco Mundial le vaticinan un espectacular empuje del 6,7%, y un estudio del Bank of América eleva las previsiones a un incremento del 9,1% en su PIB. Y la economía socialista vietnamita lleva desde los noventa con tasas medias de crecimiento sostenido del 6-7% anual.
Y lo mejor de todo es que este vigoroso crecimiento económico ha repercutido, de forma directa y notable, en una mejora del nivel de vida del pueblo vietnamita. «La ONU, en el 2015, felicitó a Vietnam por haber alcanzado un porcentaje de alfabetismo del 94,3%, una esperanza de vida de 72 años (de las más altas de su región), por haber logrado una de las más bajas tasas de desempleo a nivel mundial, haber reducido la pobreza desde un 58% en 2003 a menos de un 8% y logrado sacar de la miseria en menos de 20 años a más de 25 millones de personas, reduciendo la pobreza extrema a valores inferiores al 2%. El país multiplicó tres veces la renta per cápita con un crecimiento real promedio superior a 7,5% anual (ONU, 2015). Al comenzar las reformas, a principios de la década de los 90, el PIB per cápita era de 97 dólares, mientras que en el 2015 superaba los 2.500 dólares», asegura el economista Ruvislei González, del cubano Centro de Investigaciones de Política Internacional.
Las razones del milagro vietnamita
Para comprender el milagro económico vietnamita es necesario quitarse ideas preconcebidas de la cabeza. Porque en Vietnam se combina el firme control de Partido Comunista de Vietnam (PCViet) y la planificación y centralización de los sectores estratégicos de la economía, con una «economía de mercado socialista» que es una de las más abiertas del mundo.
En los años 70 y 80, Vietnam estuvo bajo una férrea influencia soviética, pero cuando en 1991 la URSS colapsó y todos los países del Este pasaron penalidades económicas, Vietnam, como en el caso de Cuba, mantuvo la apuesta por el socialismo y por la tan duramente conseguida independencia política. El «pensamiento de Ho Chi Minh», junto con el marxismo-leninismo, se convirtió en la guía rectora del PCViet.
Su ansia de independencia, y sus tirantes relaciones con China, con quien alterna buenos y malos episodios, intercambios (es junto a Corea del Sur su principal socio comercial) y conflictos territoriales, le han llevado a perseguir una política exterior y comercial multidireccional y pragmática, donde Hanoi explora cualquier oportunidad o fisura que se le presenta en el orden internacional. Si hay que hacer tratos con el archienemigo norteamericano, porque Washington te corteja mediante ventajas comerciales para ver si es posible malencararte con China, pues el PCViet se deja querer y les saca todo lo que puede. Así lo hizo Donald Trump hasta que cayó en la cuenta de que la balanza comercial de los vietnamitas hacia EEUU era abrumadoramente favorable a los primeros (5 a 1, y creciendo un 20% anual), y cerró el grifo.
Vietnam ha atraído un enorme volumen de Inversión Extranjera Directa (IED), alcanzando un promedio de 10.000 millones de dólares al año. En buena parte, como en el caso de China, gracias a poseer una gran bolsa de mano de obra bien cualificada, pero sus costes laborales son bajos, incluso más que en su vecino. Aunque los salarios han ido aumentando constantemente, no suelen superar los 350-400 euros mensuales. Eso ha hecho que muchas empresas trasladen su producción a Vietnam, sobre todo a raíz de la guerra arancelaria que Trump emprendió con Pekín, y que encarecía las exportaciones made in China.
Una apertura comercial… con salvaguardas
Otra de las claves es su apertura al mundo. Vietnam ha firmado hasta una quincena de acuerdos de libre comercio (TLC) con países de muy distinto signo. Por supuesto, a Vietnam llegan las terminales más orientales de la Nueva Ruta de la Seda -la autopista de comercio ferroviario- promovida por Pekín, y recientemente el PCViet ha suscrito el RCEP, el mayor acuerdo de libre comercio del mundo, impulsado por China. Pero Hanoi también suscribió el TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica), instigado en su día por la administración Obama y abandonado luego por Trump. Tienen un TLC con Rusia, pero acaba de suscribir otro con la Unión Europea.
Cualquiera que haya oído hablar de los Tratados de Libre Comercio, en especial los promovidos por las potencias occidentales, sabe que suelen representar una amenaza para la soberanía nacional, en especial para los países del Tercer Mundo, y que sus textos están llenos de cláusulas que permiten a las empresas transnacionales demandar a los gobiernos locales si éstos ponen obstáculos a sus intereses.
Pero aquí es donde el gobierno vietnamita y el celoso patriotismo marca Ho Chi Minh marca la diferencia. Porque en todos esos acuerdos hay salvaguardas que dan la última palabra a Hanoi o a los gobiernos locales en caso de litigio con el capital extranjero. No iban a perder la independencia que les costó dos décadas de guerra contra varios imperialismos para que luego se les escurriera en la letra pequeña de un TLC.