El 9 de noviembre, Alejo Vidal-Quadras, expresidente del PP de Cataluña y fundador de Vox sufría un atentado contra su vida, recibiendo un disparo en la cara por parte de dos sicarios, que afortunadamente no lograron su objetivo. Desde estas páginas, y desde las antípodas ideológicas del señor Vidal-Cuadras, condenamos este atentado y le deseamos una pronta recuperación.
La propia víctima relacionó su intento de asesinato con sus vínculos con el Consejo Nacional de Resistencia de Irán (CNRI), una hipótesis en la que trabaja la policía.
Más allá de quien ha mandado a los sicarios, es pertinente recortar quiénes son estos «extraños iraníes» que -según reconoce el mismo partido ultraderechista- financiaron con 800.000 euros la campaña de Vox en las europeas del 2014, dando origen a su ascenso a las instituciones.
Bajo la tapadera del CNRI se cobija en realidad otro grupo, los “ Moyahedin-e Jalq” o MeK (“Guerreros Santos del Pueblo”). Fundado en 1965, a partir de los años ochenta del siglo pasado se convierte en una de las más agresivas plataformas de oposición contra el régimen de los ayatolás. Sus actos terroristas han causado entre 12.000 y 17.000 muertos, y actuaron al servicio del Irak de Sadam Hussein en la guerra contra Irán.
Esa hoja de servicios hizo que se pusieran en la nómina de Washington. En 2012, bajo la dirección de Hillary Clinton, el Departamento de Estado no solo los retiró del listado de grupos terroristas, sino que pasó a ampararlos. Con la llegada de Trump a la Casa Blanca se elevó aún más el estatus al CNRI.
La “conexión iraní” que está en el origen de Vox no es más que una pantalla verde que esconde la intervención de grandes potencias insuflando dólares y esteroides a una ultraderecha que ha venido a desestabilizar la escena política española, siendo el ariete de las políticas más agresivas al servicio del capital extranjero.