EL OBSERVATORIO

Vida y literatura

La insólita autobiografía en tres volúmenes del surafricano J.M. Coetzee, nobel de literatura 2003, es una verdadera obra maestra de autoficción.

En estas últimas dos décadas, la literatura de ficción inspirada en la propia vida o en la autobiografía personal ha alcanzado una relevancia que ha enviado al baúl de la historia la clásica literatura de memorias y ha creado un nuevo paradigma narrativo en el que se indaga, de forma innovadora y muchas veces audaz, los límites y las relaciones internas entre la vida y la ficción, entre la realidad y la literatura.

Muchos son los ejemplos y los modelos que podríamos traer a colación para dar cuenta de esta nueva veta narrativa. Modelos que se acercan y otros que se alejan del realismo o del objetivismo y formas que propugnan más la preeminencia de la reflexión o la imaginación que la reproducción «fotográfica» de los hechos. Moldes más exhaustivos u otros en los que la realidad está tan ficcionalizada que casi resulta irreconocible. En todo caso, la exploración narrativa de la propia vida se ha revelado como un poderoso torrente capaz de nutrir una parte importante de la producción literaria del final de siglo pasado y de las primeras décadas de este.

Uno de los textos más valioso y recomendable de esta literatura, y que podría ser una magnífica recomendación de lectura para este verano agobiante que tenemos por delante, son los libros que componen la extraordinaria trilogía autobiográfica de J.M. Coetzee, el escritor sudafricano nacido en Ciudad del Cabo en 1940, que fue galardonado en 2003 con el Premio Nobel de Literatura, y que actualmente reside en Australia. Dicha trilogía está formada por los volúmenes: «Infancia» (1998), «Juventud» (2002) y «Verano» (2009), que podemos encontrar hoy en ediciones muy asequibles en DEBOLS!LLO.

Los tres libros configuran un auténtico festín literario y son obras de una singular maestría narrativa, en la que destaca de forma especial la crudeza con la que el autor mira los conflictos esenciales de su vida, la profundidad con que aborda los momentos cruciales de la existencia y el humor soterrado con el que se contempla a sí mismo. El lector queda inmediatamente adherido a unos relatos donde, pese a la distancia que probablemente tiene la vida de Coetzee con la suya, es empujado a involucrarse y reconocerse de forma inmediata. La sencilla profundidad de la prosa de Coetzee ayuda notablemente a ello, pero también la brutal sinceridad que produce esa mirada de hielo sobre uno mismo. Aunque no faltan compasión y hasta justificaciones, el tono que domina no es precisamente el muy manido de «intentar salvarse». Coetzee huye de la literatura moralizante y, aún más, de la búsqueda de motivos que nos justifiquen. El escritor deja al lector huérfano ante los hechos y este tiene que afrontar lo leído desde su propio bagaje.

Coetzee se ve a sí mismo como el antihéroe clásico de la literatura moderna. Hay muy poco de heroico, en el sentido tradicional, en este protagonista de una vida vivida en pos de la literatura. Una vida contada en tres relatos, que se leen como ficciones ejemplares y, a la vez, como fragmentos esenciales de una búsqueda que queda hurtada al lector, pero que podemos conocer a través de la lectura de su extraordinaria obra narrativa, una obra que lo ha convertido en uno de los escritores esenciales de nuestro tiempo.«Coetzee se ve a sí mismo como el antihéroe clásico de la literatura moderna»

En «Infancia» vemos a un niño de 10 años que vive en Worcester, una pequeña localidad al norte de Ciudad del Cabo, con una madre a la que adora y detesta a la vez, un hermano menor y un padre por quien no siente respeto alguno. Lleva una doble vida: en el colegio es un alumno modélico, el primero de la clase; en casa, un pequeño déspota. Los secretos, los engaños y los miedos le atormentan; el amor por la granja familiar y por el Veld, las desnudas mesetas sudafricanas, le arraigan a la tierra. J. M. Coetzee evoca su infancia a comienzos de los años cincuenta; escenas de una vida de provincias donde la inocencia y la violencia soterrada forman parte, tanto de su propia historia como de la de Sudáfrica.

En «Juventud» narra la historia de un estudiante de matemáticas e inglés que quiere ser escritor. Para conseguirlo, se traslada desde Ciudad del Cabo hasta Londres, huyendo de la situación claustrofóbica y compleja que atraviesa su país y de una serie de circunstancias personales conflictivas. En esta búsqueda de sí mismo, el joven protagonista aparece como un individuo atormentado e inseguro, aterrorizado ante la imposibilidad de encontrar una voz narrativa que dé salida a sus aspiraciones creativas.«Podemos leerlo como novelas de iniciación o como fragmentos de una autobiografía»

En la tercera, y la más innovadora, «Verano», un joven biógrafo ingles está trabajando en un libro sobre el escritor John Coetzee, ya fallecido. Se centra en los años que van de 1972 a 1977, la época en que un Coetzee de treinta años comparte una casita en las afueras de Ciudad del Cabo con su padre viudo. Para el biógrafo, es el periodo en el que Coetzee comenzaba a consolidarse como escritor. Sin conocerlo personalmente, se embarca en una serie de entrevistas con personas que fueron importantes en su vida: una mujer casada con quien tuvo una aventura; Margot, su prima favorita; una bailarina brasileña, madre de una de sus alumnas de inglés; antiguos amigos y colegas. De sus testimonios emerge el retrato de un joven torpe, con poca facilidad para abrirse a los demás y rodeado de libros. Dentro de su propia familia es considerado un extraño, alguien que intentó huir de la tribu pero que ha vuelto escarmentado. Su insistencia en desempeñar trabajos manuales (más propios de los negros), su barba y pelo largos y los rumores que dicen que escribe poesía no suscitan más que sospechas e incomprensión en la Sudáfrica de la época.

A lo largo de estos tres magníficos relatos, que pueden ser leídos a la vez como verdaderas novelas de iniciación o como fragmentos de una autobiografía no necesariamente fiable, pero llena de riqueza y sentido, el lector podrá encontrar una de las mejores versiones posibles de eso que se ha dado en llamar, con mayor o menor acierto, «autoficción».