Unión Monetaria e independencia económica

«A medida que la UE y el FMI se preparan para hacer nuevas incursiones en la soberaní­a económica de Grecia, el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, intensificó su campaña para persuadir a los europeos más escépticos de que la unión monetaria es incompatible con la independencia económica.»

En su discurso utilizó un lenguaje directo, algo oco habitual en él. Trichet reiteró la necesidad de un cambio radical en el Tratado de la UE y de crear un Ministerio de Finanzas común a toda la eurozona para controlar y, si fuera necesario, corregir las políticas presupuestaria y económica de los estados miembros. También aseguró que el Ministerio debería vigilar al sector financiero de la eurozona y representar a la región ante las instituciones financieras internacionales como el FMI y el Banco Mundial. Desde que comenzó la crisis, no se había hecho uso de un centralismo tan contundente. (THE WALL STREET JOURNAL) LE MONDE / FINANCIAL TIMES.- La zona euro, tal y como fue diseñada, es un fracaso. Se basa en principios que han demostrado ser inaplicables, en el momento en que se han enfrentado a una crisis financiera presupuestaria. Ahora no quedan más que dos opciones: pasar a una unión monetaria más estrecha, o retroceder a una disolución al menos parcial. Esta es la cuestión. La zona euro se supone que encarna una versión actualizada del viejo patrón oro. Los países con déficit exterior reciben del extranjero una financiación privada. Si la financiación se agota, la actividad económica se desacelera. El desempleo deprime salarios y precios, lo que resulta en una "devaluación interna". A largo plazo, después de muchos y dolorosos años, esto debería generar saldos financiables en las balanzas por cuenta corriente y de pago exterior. En la zona euro, sin embargo, gran parte de este préstamo se hace a través de bancos. Cuando ocurre una crisis, el sector bancario, en ausencia de liquidez, comienza a desmoronarse. EEUU. The Wall Street Journal Trichet endurece su discurso Geoffrey T. Smith A medida que la UE y el FMI se preparan para hacer nuevas incursiones en la soberanía económica de Grecia, el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, intensificó su campaña para persuadir a los europeos más escépticos de que la unión monetaria es incompatible con la independencia económica. En su discurso utilizó un lenguaje directo, algo poco habitual en él. Trichet reiteró la necesidad de un cambio radical en el Tratado de la UE y de crear un Ministerio de Finanzas común a toda la eurozona para controlar y, si fuera necesario, corregir las políticas presupuestaria y económica de los estados miembros. También aseguró que el Ministerio debería vigilar al sector financiero de la eurozona y representar a la región ante las instituciones financieras internacionales como el FMI y el Banco Mundial. Desde que comenzó la crisis, no se había hecho uso de un centralismo tan contundente. Los analistas creen que Trichet actúa pensando en el legado que va a dejar. Su mandato de ocho años al frente del BCE finaliza en octubre. Los comentarios de Trichet coinciden con los preparativos de los acreedores oficiales de Grecia, la UE y el FMI, de un nuevo paquete de ayudas de 70.000 millones de euros de nuevos créditos, a cambio de una reducción del gasto y aumentos fiscales del Gobierno heleno que ayudarían a recaudar 6.400 millones de euros y de su compromiso de acelerar las privatizaciones. “Grecia tendrá que demostrar que es capaz de cumplir con los objetivos presupuestarios de 2011, y poner en práctica su programa de privatizaciones”, así como reformas estructurales, dijo el primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker, que coincidió con Trichet en Aachen. Según algunas personas que participan en las negociaciones, el plan financiero de Grecia a medio plazo recortaría su déficit presupuestario por debajo del 1% del PIB de aquí a 2015. Los países acreedores han presionado para tener un mayor control del proceso de privatizaciones con objeto de garantizar que Grecia no sigue posponiendo su plan de ajuste fiscal. Su mayor frustración tiene origen en la legislación de la UE, que deja la política presupuestaria y económica en manos de los gobiernos nacionales. Compromiso En marzo, un intento coordinado de la UE de cubrir la brecha entre su marco monetario y económico dio origen a un compromiso del que Trichet intenta ahora extraer una versión más estricta. Sin embargo, el Gobierno húngaro, que ostenta la presidencia rotatoria de la UE, ha mostrado su intención de intentar que se apruebe la versión inicial, es decir, el acuerdo de marzo. “En cuanto a la presidencia, intentamos centrarnos en las propuestas que ya están sobre la mesa para fortalecer el gobierno económico”, aseguró Marton Hajdu, portavoz de la presidencia de Hungría. Los comentarios de Trichet provocaron respuesta inmediata a nivel nacional. “Estamos en contra de abandonar nuestra independencia política a nivel fiscal”, declaró el ministro de finanzas eslovaco, Ivan Miklos, que añadió que “la opinión de Trichet seguramente se encuentre con la oposición de otros países”. Los mercados financieros siguen sin estar convencidos de que Grecia devolverá sus deudas, aunque se amplíen los plazos. En declaraciones durante el mismo acto al que acudió Trichet, el vicepresidente del BCE, Vitor Constancio, dio a entender que el BCE no se opondría a la ampliación de los plazos de vencimiento de la deuda griega, aunque insistió en que no se puede obligar a los acreedores del sector privado a aceptar este plan. “Siempre hemos reconocido algunas formas de implicar al sector privado [en una reestructuración de la deuda griega]”, aseguró Constancio ante la prensa. Sin embargo, añadió que el BCE se “opondría totalmente” a una reestructuración en la que un país “no pague todo lo que debe”. THE WALL STREET JOURNAL. 3-6-2011 Francia. Le Monde Un único Tesoro para Europa Martin Wolff La zona euro, tal y como fue diseñada, es un fracaso. Se basa en principios que han demostrado ser inaplicables, en el momento en que se han enfrentado a una crisis financiera presupuestaria. Ahora no quedan más que dos opciones: pasar a una unión monetaria más estrecha, o retroceder a una disolución al menos parcial. Esta es la cuestión. La zona euro se supone que encarna una versión actualizada del viejo patrón oro. Los países con déficit exterior reciben del extranjero una financiación privada. Si la financiación se agota, la actividad económica se desacelera. El desempleo deprimen salarios y precios, lo que resulta en una "devaluación interna". A largo plazo, después de muchos y dolorosos años, esto debería generar saldos financiables en las balanzas por cuenta corriente y de pago exterior. En la zona euro, sin embargo, gran parte de este préstamo se hace a través de bancos. Cuando ocurre una crisis, el sector bancario, en ausencia de liquidez, comienza a desmoronarse. Enredados en sus créditos, los gobiernos no pueden hacer nada, o muy poco, para prevenirlo. Se trata de un patrón oro impulsado por los esteroides del sector financiero. El papel de los bancos es crucial. En una economía moderna, prácticamente todo el dinero se presenta en la forma de deudas de as entidades financieras. En la zona euro, la moneda en circulación representa sólo el 9% del total del dinero en sentido amplio (M3). En una verdadera unión monetaria, un depósito en cualquier banco en la zona euro debería ser equivalente a un depósito en cualquier otro banco. ¿Pero qué sucede si los bancos en un determinado país están al borde del colapso? Respuesta: el valor de la igualdad teórica entre los depósitos ya no se sostiene. Un euro en propiedad de un banco griego tiene ahora un valor diferente de un euro depositado en un establecimiento alemán. En esta situación, se corre el riesgo de un corralito sobre un banco y de una corralito en el sistema bancario de un país entero. Esto es precisamente lo que el gobierno federal ha logrado evitar en Estados Unidos. Durante la reciente cumbre económica en Munich, Hans-Werner Sinn, presidente del Instituto de Investigación Económica IFO, destacó brillantemente las implicaciones de la respuesta del Sistema Europeo de Bancos Centrales (AARB) a esta amenaza. El SEBC ha actuado como prestamista de última instancia para los bancos en problemas. Pero debido a que estas instituciones pertenecen a países con déficit exterior, el SEBC ha financiado al mismo tiempo parcialmente este déficit. Por otra parte, como los bancos centrales han prestado a cambio de una deuda en dificultades, lo que han hecho es financiar a sus gobiernos. Vamos a llamar a las cosas por su nombre: se trata de una financiación estatal por parte de los bancos centrales. Esta afluencia de dinero a través del SEBC se efectúa a través del sistema de liquidación en tiempo real bajo el sistema del euro (Target 2). Enorme posiciones de activos y pasivos han surgido entre los bancos centrales nacionales, teniendo al Bundesbank como acreedor principal. De hecho, el profesor Sinn destacó la simetría entre el déficit actual por cuenta corriente de Grecia, Irlanda, Portugal y España y la acumulación de deudas contraídas con el Bundesbank por otros bancos centrales ya 2008 (cuando la financiación privada de las economías más débiles se secó). El déficit presupuestario también podría poner en peligro la solvencia de los bancos centrales de los países deudores. Esto daría lugar a pérdidas importantes para las instituciones monetarias de los países acreedores, pérdidas que deberán ser reembolsadas por los contribuyentes nacionales. Entonces veríamos una transferencia presupuestaria hecha por la puerta de servicio. El profesor Sinn hizo tres observaciones. La primera es que esta forma indirecta de financiar a los países deudores no puede continuar por mucho tiempo. Para gastar esta cantidad de dinero creado por la zona euro en la financiación indirecta de los países deficitarios, el sistema tuvo que negar el crédito a los bancos comerciales de los países acreedores. En dos años, estos últimos presentarán posiciones negativas de crédito en relación a sus bancos centrales nacionales – a los cuales deberán dinero. A continuación, estas operaciones se interrumpirán. En segundo lugar, la única manera de interrumpirlas sin crear una crisis es que los Estados solventes aquello que por su naturaleza son operaciones presupuestarias. Por tanto, este es el tercer punto, cuando se sumen las cantidades adeudadas por los bancos centrales nacionales a la deuda pública, alcanzará cantidades de un nivel alarmante. La única solución sería volver a una situación en la que el sector privado, financie a los bancos y los gobiernos. Sin embargo, suponiendo que esto fuera posible a pesar de la enorme cantidad alcanzada por la deuda pública, lo que no es cierto, necesitaría muchos años. La reestructuración de la deuda parece inevitable. Pero se comprende fácilmente en qué sería una pesadilla, sobre todo si el Banco Central Europeo (BCE) se niega a conceder préstamos a cambio de la deuda de los países en quiebra. Sin el apoyo del BCE, los bancos colapsarían. Los gobiernos se verían obligados a congelar las cuentas bancarias y a redenominar la deuda en otra moneda. A ello seguiría una retirada masiva respecto a la deuda de todos los países débiles, lo que a su vez llevaría a la catástrofe. La zona euro se vendría abajo. Es imposible dejar que los sectores bancario continúen operando a nivel nacional. Los bancos deben ser apoyados por una tesorería común o un Tesoro de los Estados miembros incontestablemente solventes. La financiación transfronteriza de la crisis deberá ser transferida desde el SEBC a un fondo público de gran tamaño. Por último, si queremos evitar el riesgo de incumplimiento soberano, la financiación de los países pequeños debe ser retirada del mercado por varios años, o incuso una década. La zona del euro se enfrenta a una elección entre dos opciones igualmente inaceptables: o bien la quiebra y la disolución parcial, o bien un apoyo financiero oficial ilimitado. ¿Cómo se desarrollará ahora a la discusión en torno a esta elección? No tengo ni idea. Y me pregunto si alguien tiene una idea. LE MONDE / FINANCIAL TIMES. 6-6-2011