Fernando Schwartz

Una vida con suerte

Las memorias de Fernando Schwartz son un recorrido apasionante por la Transición y el nuevo siglo, lleno de lecciones de vida admirables

La larga vida del escritor, presentador y diplomático Fernando Schwartz (Ginebra, Suiza, 1937), ha sido la de un hombre con suerte. Con una extensa bibliografía de más de una veintena de títulos, ahora publica sus memorias.

Indagamos en ellas entrevistando a un amigo de estas publicaciones

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¿Por qué decidiste escribir tus memorias?

No lo sé. No es fácil la respuesta. Tengo muchos años, y no es que esté renunciando, pero sí me pareció conveniente indicar cuál es mi opinión sobre mi vida. El relato es menos intenso de lo que podría parecer mi vida. He querido hacer un resumen y es así como me ha salido. He hecho muchas cosas, algunas bien y otras no tanto.

Te refieres a varios momentos, sobre todo de tu infancia, que identificas y describes por los olores. No es una referencia habitual pero ocurre en dos o tres momentos. ¿Sueles recordar así?

Desde luego. Tengo una memoria pituitaria muy aguda. Hay momentos en los que transito por algún lugar y percibo un olor que me transporta a un recuerdo muy específico o a un lugar. Me pasa con el olor a mimosa, con el que doy un salto de 60 o 70 años al recordar momentos muy concretos de mi niñez ocurridos en San Remo. Lo tengo identificado como un viejo recuerdo. Por eso, mucho de lo que olía me inspiraba recuerdos tan precisos como para escribir sobre ellos.

Entro tarde en la oposición política, pero evoluciono rápido”

Hay algunos momentos memorables, como la cena de la boda del príncipe Felipe, con esa mesa de ‘archiduques’, cuando decides aplaudir a Mandela, o varios recuerdos en tu carrera como diplomático. ¿Cuál es el origen de una posición tan firme en la defensa de las libertades?

No estoy seguro. No me lo ha preguntado nunca nadie y es curioso, porque a mí me tocaba ser de derechas. Provengo del mundo burgués acomodado. Soy hijo de un funcionario del régimen de Franco. Aunque sin duda hay momentos en mi época de estudiante en los que la realidad me choca y me irrita, no sé si por miedo o porque era ofensivo todo lo que hacía el régimen franquista.

Lo cierto es que me parecía una ofensa a la inteligencia. Esto es lo primero que recuerdo. ¿Cómo cree este hijo de puta –en referencia a Franco– que tengo que aceptar esto que me cuenta?, y es lo primero que me hace pensar en lo importante que es la libertad y el respeto a la democracia por encima de cualquier otra consideración. Es una evolución.

Entro tarde al mundo de la oposición política simplemente porque he tenido una infancia y una adolescencia muy protegida en colegios de pago. ¡Fui pilarista, por Dios! Supongo que con rapidez evoluciono, pero tarde, en mi vida universitaria.

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La cantidad de líos en los que me metí por cuestionar cosas”

¿Marca de alguna manera el origen de tu familia? Hablamos de un militar del ejército napoleónico que cae preso, acaba en Canarias y se casa con una canaria.

Te agradezco que hayas leído el libro con tanta intensidad, porque efectivamente ahí empieza una línea que es difícil de separar de mi historia, de mi familia y de mí mismo. Hay que pensar en un oficial napoleónico, que fue a la academia, que fue a la guerra siendo muy joven, pero que comprende que su vida tiene que ser acorde con una serie de principios que evolucionan. Y eso forma la historia de mi familia y la mía. Por ejemplo, la de los alcaldes de Tenerife, uno sólido y aterrador, que recuerdo así su mirada, aterradora, que era mi abuelo, y luego otro siendo defensor de la República, que es denunciado por sus amigos y fusilado. Eso me subleva.

¿A qué te refieres cuando dices que el cuerpo diplomático no era tan rebelde en época de Franco ni tan conservador en democracia?

La idea de que era así es una idea de quien lo ve desde fuera. El cuerpo diplomático es un cuerpo, con muy escasas excepciones, de gente que lee y viaja, y eso imprime carácter. No es un cuerpo rebelde. Nunca lo ha sido y no lo es ahora.

Hay una anécdota que no cuento en las memorias. Un cónsul en Munich, que conocí cuando estuve de cónsul en Alemania, cometió el error de conceder una entrevista a Radio Iberia, la antifranquista. Y le preguntan si sabe que la policía en España tortura. Y contesta ‘no me consta’ –y continúan– “y si le constara, ¿qué haría, lo condenaría?, y ¿cómo lo condenaría?”, y responde, “en mi fuero interno”. Es una contestación maravillosa que define al cuerpo diplomático. La cantidad de líos en los que me metí por cuestionar cosas fue tremendo. Ese cuerpo era de todo menos rebelde con Franco, y después no alteró sus modos y pensamientos. En democracia siguió siendo un cuerpo conservador con excepciones que se han ido ampliando.

¿Líos como cuando sugeriste que no se podía gastar 2 millones de pesetas en promover la imagen de España en Washington, y te cayó una buena?

(Se ríe) Si quieres tener una cierta influencia en Washington te tienes que gastar no 2, sino 400 millones. Y fíjate, me cayó una tremenda. Me miraron como si fuera subnormal profundo.

Y hablamos de una anécdota, no de una diferencia importante…

En ese momento era al principio del triunfo del PSOE. No sé si era valentía o inconsciencia. Supongo que un poco de las dos cosas. Siempre he creído en la virtud inmensa de decir la verdad, y me ha creado algunas dificultades. En esos momento era un poco osado.

Es llamativo el capítulo en el que hablas de la campaña que sufrió Morán. ¿Era una excepción?

Fue una excepción tan larga y tan amplia… Al principio los amigos de Fernando no nos lo creíamos, “vaya cosas que tiene Fernando, cómo puede pensar que la diplomacia norteamericana se va a preocupar de ponerle palos a un pobre ministro?”, y deberíamos haberlo creído, porque mirando la trayectoria de la diplomacia norteamericana ves totalmente probables estas iniciativas, que son deplorables y que llevan incluso a conflictos bélicos. Decir que Fernando Morán era un inculto o un idiota era tan insultante para la inteligencia que era notable. Pues eso pensaron los norteamericanos al hacerlo, y durante mucho tiempo les funcionó, hasta que Felipe prescindió de él y no quiso ni hacerle alcalde de Madrid.

Siempre he creído en la virtud inmensa de decir la verdad”

Una campaña en todos los frentes que se convirtió hasta en cultura popular con los chistes

Yo tenía incluso que presionarle para que fuera al Loco de la colina, decía, “¿y yo para qué coño tengo que ir ahí?”, pues porque “tienes en frente a una opinión pública que te condena, y hay que combatirlo”. Pues me respondía: “déjame que haga mi trabajo”.

En la parte que haces un recorrido de tus entrevistas y reuniones aparecen las personalidades más relevantes del siglo XX

Sí. Ha sido la fortuna y la casualidad de encontrarme en el momento. Con Margaret Thatcher cuento que para ella, y se lo agradecí, era fundamental la defensa de la libertad por encima de la economía. Me contestó que qué otra cosa podía hacer que defender la libertad en España. Y esto a pesar de que yo no estaba de acuerdo en nada con ella. Tuve esa suerte. Y la fortuna de encontrarme con gente que eran los protagonistas del momento, como el ahora famoso secretario de Estado recién fallecido…

¿Kissinger?, te iba a preguntar por él

Siempre me pareció un disparatado. La consecuencia lógica de una desviación que empezaba a ser muy seria con Nixon. Una clara desviación hacia la limitación de las libertades, un deseo trumpista, que diríamos ahora, de ser dictador inaugurado por Nixon, empujado y asistido por Kissinger. Pero era simpático y muy divertido. Me mandó Juan Luis Cebrián a entrevistarle porque daba una entrevista al año a un medio que le parecía interesante y le tocó a El País. Creo que me envió porque a él no le apetecía, y porque era el que mejor inglés hablaba de la redacción.

Hablamos a calzón quitado, ya que exigía para sí la última aprobación del texto de la entrevista, y hacía que su secretaria la pasara a papel. Cuando me la enviaron, ya ‘redacted’, tenía muy poco que ver con lo que habíamos hablado. Llegó a decirme que a Israel habría que darle unos capones porque son una panda de racistas, y que habría que parlare los pies. Imagínate cómo eso luego, “el derecho a defenderse de Israel y la obligación de EEUU de aportar todos los medios”.

Es que hablamos del responsable de un auténtico genocidio en Latinoamerica, al que además haces mención al principio del libro. Supongo que no todo se podría hablar en la entrevista…

Bueno, enseñas la patita y si le has relajado, contesta, pero no siendo Kissinger quien exige corregir la entrevista. En fin, te cuidas de decir bobadas.

La entrevista de Pierre Joxe (ministro del Interior francés) fue paradigmática, porque fue echando balones fuera sobre ETA y el apoyo del gobierno francés a ETA como entidad antifranquista. Se cuidó mucho de no decir nada excesivo.

Una clara desviación hacia la limitación de las libertades”

Capítulo aparte es la etapa en Lo + plus. ¿Cómo era el proceso de decidir a quién llevabais a la tribuna más importante de la televisión en esos momentos?

Al principio era muy difícil presionar y convencer de que viniera porque éramos unos desconocidos. En tres años, si no venías no eras nadie. Y en las decisiones de traer gente participábamos todos y decidíamos todos. Era lo bueno que tenía. No éramos bustos parlantes, sino comprometidos.

No ejercí censura nunca, la verdad, pero una sola vez impuse mi criterio, cuando Máximo Pradera quería sacar un crucifijo para entrevistar a una personalidad de la Iglesia, y me opuse. No veía por qué teníamos que ofender los sentimientos de nadie. Ahí impuse mi criterio moral.

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¿Qué es lo que no has escrito y te gustaría escribir?

La intrahistoria de Felipe González, claramente. Hay que comprender que en España es el hombre de Estado del siglo XX, con todas las barrabasadas y machadas, con lo del GAL, con el “ni Flick, ni Flock”, y las tonterías y los vaivenes en Defensa… y me gustaría escribir una novela, no un ensayo. Una novela por detrás de Felipe. No es que me arredre, o el temor de las consecuencias, sino lo complicado que es. ¡Tengo 86 años! Meterme en una de esas, a lo mejor, es mucha responsabilidad. Es una novela muy seria, y no sé si tengo los arrestos necesarios.

En todo caso, te agradezco mucho cómo has leído unas memorias que son engañosamente livianas, y cómo has buceado en su verdadero sentido.