Tras años de lucha, la sentencia del Supremo, condenando a los miembros de “la Manada” por violación -anulando la indignante sentencia que les condenaba solo por abuso- es una victoria del movimiento feminista.
Las mujeres, y con ellas toda la sociedad, han respondido juntas ante la agresión del caso de La Manada con una solidaridad que ya no se puede desconocer. Este ha sido el principal determinante no solo de la actual sentencia, tres años después, sino también de un cambio en la ley contra la violencia machista en nuestro país, uno de los primeros en toda Europa.
Los miembros de la Manada vuelven a prisión tras un indignante año de libertad, esta vez para permanecer entre rejas al menos para quince años. Ha sido una de las noticias más mediáticas y conmovedoras de los últimos meses en España, y no es para menos.
La lucha del movimiento feminista y la movilización del amplio viento popular que detona en el verano de 2016 denunciando la falta de credibilidad y apoyo a la víctima por parte de las autoridades, ha conseguido su principal reivindicación: que se hable de violación y no de “abuso sexual”, cuestión determinante para la actual sentencia.
En un robo con intimidación, los jueces no tienen dudas. Si alguien es atracado en la calle por cinco personas pero no se resiste ni se niega a dar el dinero de la cartera sigue siendo un delito con consecuencias penales para los atracadores. Lo mismo ocurre con una agresión física. ¿Por qué no se trata de manera distinta el abuso sexual o la violación?
Han sido tres años de multitudinarias manifestaciones, concentraciones o campañas de todo tipo contra la impunidad con que se trata el maltrato y la violación hacia las mujeres. La justicia social que ha brotado no solo ha cambiado la condena de La Manada, está cambiando la ley. Se ha conseguido establecer legalmente lo que para la mayoría de la sociedad era una evidencia feroz al grito de “NO ES NO”, que el consentimiento en cualquier tipo de relación sexual debe ser expreso con acciones o palabras concluyentes. Desmontando la principal baza a la que se acogía sistemáticamente la defensa de los acusados y, en consecuencia, para el resto de “Manadas” que ha habido estos años.
La propia Gloria Poyatos, presidenta de la Asociación Mujeres Juezas, afirmaba estos días que el Tribunal Supremo “está esculpiendo una nueva jurisprudencia más protectora, con una mirada de la que se carecía hasta ahora.” O Inés Herreros, vocal de la Comisión de Igualdad del Consejo Fiscal y miembro de la Unión Progresista de Fiscales apoyaba la condena planteando que un abuso no debe castigarse sólo con multa porque incide en el estereotipo machista de cosificación del cuerpo de la mujer con el pago a un tercero, del Estado.
Esta sentencia es una rotunda victoria popular que miles de mujeres y hombres de diferentes sectores y generaciones han celebrado estos días en las calles y en las redes. Y nadie puede negar que es el fruto de la lucha del movimiento feminista, que comenzó desde miles de colectivos, que ha eclosionado con las dos jornadas de 8M (este año y el pasado) con las movilizaciones más masivas del planeta, y que ha cambiado la sensibilidad de la sociedad española. Creando una exigencia de tolerancia cero hacia las agresiones machistas y en especial de la violación que ha obligado a reaccionar a los jueces del Supremo.
Demostrando, una vez más, que sí se puede, que las movilizaciones no caen en saco roto. Que sí es posible transformar la sociedad si nos unimos.