Quieren narcotizarnos con una falsa euforia, para ocultar que los resultados de las elecciones francesas expresan hasta donde ha llegado la crisis política en una UE condenada a la marginalidad, con unas élites sin más proyecto que descargar la factura sobre la población.
La propaganda es capaz de distorsionar la realidad hasta el punto de convertir la mentira más absurda en una verdad incontestable. Si revisamos los análisis de los grandes medios sobre los resultados de las elecciones francesas, deberíamos aceptar que, al impedir el triunfo del Frente Nacional todos podemos ya respirar tranquilos, y que Macron es el “presidente reformista” que no solo va a “rescatar Francia” sino que además permitirá “refundar Europa”.
La profunda crisis política, la marginalidad de una UE incapaz, la rebelión de las naciones y pueblos europeos ante los desmanes de sus élites… todo queda sepultado por la victoria de Macron.
Pero los hechos son siempre mucho más tozudos que todos los esfuerzos de la propaganda. Y la victoria de uno de los representantes más puros de las élites que han dominado Francia, no solo no va a resolver los problemas, sino que inevitablemente va a a agudizarlos. Y seremos nosotros, los pueblos europeos, los que acabaremos pagando los costes.
Emmanuel Macron será el próximo Jefe del Estado en Francia, al ganar las elecciones presidenciales con un 66,06% de los votos, frente al 33,93% cosechado por el Frente Nacional de Marine Le Pen. Inmediatamente, la euforia se ha desatado: “Europa respira tranquila”, “derrota del populismo” y “freno a la ultraderecha”, son los titulares con que los grandes medios saludan la victoria de Macron.
Nadie duda de que la victoria del Frente Nacional -reaccionario, racista, y alineado con Trump- hubiera supuesto un peligro. ¿Pero representa un alivio el triunfo de Macron? Se ha presentado a Macron como “el presidente más joven de la historia”, representante del “reformismo”, y un “outsider” que acaba de fundar un movimiento ajeno a los principales partidos.
Nada de eso es cierto. Macron es uno de los más sofisticados productos de las élites francesas. Educado en la ENA, la elitista fábrica de formación de cuadros de la burguesía gala. Formado como financiero y prestamista en la Banca Rotschild, uno de los principales “ladrones legales” de la historia francesa. Convertido en figura política gracias a su nominación como ministro por parte de Hollande, con la misión de ejecutar los recortes contra la población.
¿Qué tiene esto de “reformismo”?
En 2002, Jacques Chirac ganó las elecciones, bajo la bandera de “frenar al Frente Nacional de Jean Marie Le Pen”, con el 82% de los votos. Quince años después, su sucesor solo ha conseguido el 66%, mientras el Frente Nacional ha pasado de 5,5 millones de votos a 10,5.
Este ha sido el resultado de las únicas alternativas que la burguesía francesa puede impulsar para frenar a la ultraderecha. Y lo que previsiblemente va a seguir ocurriendo.
El triunfo de Macron es solo una leve mejoría en un enfermo en estado critico.
A pesar de las posibilidades de triunfo del Frente Nacional, de situar que estaban en juego “los valores republicanos”, la abstención y el voto en blanco han subido a récords históricos, y 15 millones de franceses se han negado a votar a Macron a pesar de odiar a Le Pen.
¿Estas son las bases para “refundar Europa”?
Francia ha sido golpeada por una reestructuración del poder mundial que le relega a un segundo plano. Se ha impuesto a un gobierno socialista, del que Macron ha formado parte, la ejecución de los recortes. Se le ha obligado, bajo la presión de una criminal cadena de atentados, a participar en la guerra en Siria. Mientras París se postraba más todavía ante Washington, ha quedado jibarizada frente al creciente poder de Berlín.
Una Francia menguante, que no es capaz de encuadrar ni siquiera a buena parte de los franceses, se presenta como “la esperanza de Europa”.
La victoria de Macron se ha ganado al precio de una segunda vuelta donde por primera vez no han podido acceder ninguno de los partidos tradicionalmente dominantes, ni de la derecha ni de la izquierda. Abriendo un mapa político que nadie sabe como resolver.
Este es el paisaje después de la batalla, que el triunfo de Macron no va a poder borrar.
Más allá de la propaganda, los resultados de las elecciones francesas reflejan la profunda crisis que atraviesa Europa. Y sabemos que las soluciones no van a venir de unas élites enfrentadas a los intereses de la mayoría, por mucho que se vistan con alternativas “reformistas”.