En el Reino Unido se concentran algunas de las grandes corrientes de un impredecible momento de cambio en las relaciones internacionales. Provocando sorpresas como el triunfo del Brexit, o ahora la derrota de los conservadores de la primera ministra Theresa May. En los resultados de las elecciones británicas se entrecruzan dos factores.
Los resultados de las elecciones británicas han concentrado la atención mundial. No son un “asunto interno” del Reino Unido, sino una “piedra de toque” de algunos movimientos sísmicos que sacuden el tablero mundial y nos afectan a todos.
El triunfo del Brexit en el Reino Unido fue calificado por algunos medios internacionales como “el primer momento Trump”, un acontecimiento inesperado que sacudía el tablero global. Pocas semanas después, Trump accedía también contra pronóstico a la Casa Blanca.
Se abría un periodo donde el Reino Unido apostaba por separarse de la UE para fortalecer su vinculación con Washington. Posteriormente el propio Trump se empeñó en dejar claro su propósito de degradar a la UE, para obligarla a aceptar una nueva vuelta de tuerca en las exigencias norteamericanas.
Es en este marco que la primera ministra británica, Theresa May -que ocupó el cargo tras la dimisión de David Cameron, que había hecho campaña contra el Brexit- convocó elecciones anticipadas con el objetivo de reforzar su mayoría absoluta para afrontar con mayor fuerza las negociaciones sobre las condiciones de la salida del Reino Unido de la UE.
El resultado de esta jugada ha sido catastrófico. Si al convocar los comicios el partido conservador disfrutaba de una amplia ventaja de 20 puntos, el resultado ha sido una estrecha victoria por tan solo 2 puntos. El partido conservador ha perdido la mayoría absoluta que disfrutaba, obligado ahora a pactos para poder formar un gobierno estable. Mientras los laboristas, que parecían condenados al desahucio, han crecido y obtenido el mejor resultado de los últimos años.
A diez días del comienzo de la negociación sobre las condiciones para la salida del Reino Unido de la UE, Londres ha visto cómo su posición de fuerza quedaba enormemente debilitada.
Al mismo tiempo, el partido nacionalista escocés, SNP, que proponía un segundo referéndum por la independencia, aprovechando el terremoto del triunfo del Brexit, ha sufrido un aparatoso retroceso. Lo que significa una muy mala noticia para Puigdemont, que acaba de anunciar fecha y pregunta para la consulta soberanista en Cataluña.
En los resultados de las elecciones británicas se entrecruzan dos factores. Primero, la correlación entre las fuerzas que esperaban aprovecharse de la nueva situación internacional creada tras el triunfo de Trump -a la que la primera ministra británica, Theresa May, se sumó- y las que se oponen a él -desde Washington a Londres-. En segundo lugar, la participación popular, que en el Reino Unido ha votado contra una Theresa May que amenazaba con una nueva ofensiva de recortes, algunos tan sangrantes como obligar a los enfermos de Alzheimer a pagar su tratamiento con su patrimonio.
A lo que se ha sumado un terrorismo islámico que ha golpeado planificadamente al Reino Unido, convirtiéndose en el protagonista de la campaña electoral.
El futuro político del Reino Unido se define ahora con una palabra: incertidumbre. Su resolución va a influir en una UE en crisis.