A veces es posible encontrar en “La 2” -a horas intempestivas y sin darle la publicidad que merecen- pequeñas joyas, imposibles de ver en otros medios y que justifican su carácter de servicio público.
Es el caso de “Una esvástica sobre el Bidasoa”, un documental donde, como ocurre muchas veces en la vida, el resultado final poco tiene que ver, en el buen sentido, con el proyecto inicial.
Cuando Alfonso Andrés y Javier Barajas preparaban un documental sobre las constantes visitas a Euskadi de los nazis residentes en la Francia ocupada durante la IIª Guerra Mundial, una profesora de la Universidad Carlos III de Madrid les puso en la pista de una olvidada película.
Se trataba de “Im lande der Basken”, un documental de 12 minutos, realizado por el cineasta alemán Herbert Brieger, realizada entre 1940 y 1941.
No fue una iniciativa personal de Brieger, sino un encargo del partido nazi, auspiciado por la UFA, los grandes estudios alemanes convertidos en plataforma de la propaganda hitleriana, y en sus títulos de crédito figura el nombre del secretario de la Cancillería del Reich.
“Querían dejar la puerta abierta por si los nazis ganaban la guerra y en ese nuevo mapa de Europa podían conseguir la independencia
El interés de los nazis fijó su mirada en los vascos, para ofrecernos la deformada idea de una falsa pureza racial en uno de los pueblos menos “contaminados” de Europa gracias a su aislamiento.
“Im lande der Basken” no enfoca hacia la clase obrera que en las ciudades vascas fue punta de lanza del movimiento obrero en España, formada con un saludable mestizaje de orígenes. Mira solo hacia una Euskadi rural presentada como representación del “Völkisch”, ese pueblo que el nacionalismo germano convertía en portador de una esencia inmutable.
Para ello no dudaron en deformar la realidad, al identificar los lauburus vascos con la esvástica nazi.
Afortunadamente, el conocimiento pulveriza estos falsos mitos románticos. Animamos a nuestros lectores a leer “Lorca, el enigma sin fin”, donde Ángel Lozano recupera las conclusiones de “El origen de los vascos y otros pueblos mediterráneos”, un estudio que, basándose en las últimas investigaciones en genética de poblaciones, lingüística comparada y sociología religiosa, sitúa el origen común de iberos -incluyendo a vascos y portugueses-, etruscos, sardos, bereberes y cretenses en los antiguos pobladores del Sáhara, disgregados tras su transformación, hace diez mil años, en un desierto.
Una realidad que nada tiene que ver con la falsa y prefabricada “pureza aria”.
Una Europa de las etnias
Pero el interés de los nazis por los vascos no era teórico ni erudito. Los investigadores de la Universidad del País Vasco, Ludger Mees y Santiago de Pablo, ofrecieron a los directores de “Una esvástica sobre el Bidasoa”, la pista “de lo que había detrás de todo eso, de esos planes de los nazis de llegar a determinadas alianzas con algunas nacionalidades sin Estado desde el punto de vista racial”.
El documental nos señala a Werner Best, oficial de las SS, uno de los responsables de la llamada “solución final” del Holocausto, jefe de la Administración de Guerra en París de 1940 a 1942. Best consideraba que los Estados eran creaciones artificiales, y defendía la “condición natural de las etnias, únicos elementos capaces de constituir una Europa sana”. Es el proyecto del sector más agresivo de los nazis, representado por las Waffen SS a las que Best pertenecía, ejemplificado en un mapa de la Europa del futuro con los Estados triturados en pequeñas unidades “étnicamente homogéneas” dominadas por la gran “nación étnica” por excelencia, Alemania.
Best propuso dar autonomía a escoceses, flamencos, gallegos, vascos y catalanes. Y entabló contactos con sectores del PNV exiliados en la Francia ocupada. Cristalizó en la relación con Eugene Goyheneche, un afiliado del PNV que llegó a enviar a Berlín un documento titulado “Euskadi y la Europa del futuro”, en el que se ensalzaba la figura de Hitler.
Hay quien, envuelto en la bandera de un falso nacionalismo, está dispuesto a entregar la patria que dicen defender incluso a los peores demonios
No fue una mera iniciativa individual. El Euskadi buru batzar, la dirección del PNV, había elaborado un informe en 1941 en el que se afirma creer en “el talento político del Führer, en su sagacidad, en su alto espíritu de comprensión” para que “en el nuevo orden a establecer en Europa, y particularmente en España, el problema vasco sea tenido en cuenta”. Proyectando una Euskadi independiente bajo el paraguas protector nazi. También en esas fechas la dirección del sindicato del PNV, ELA-STV, señalaba al régimen de Hitler como “un totalitarismo culto, frente al soviético”, afirmando que “Euskadi y Alemania están condenados a entenderse”.
En el documental, Ramón Labayen, ex consejero de Educación del Gobierno Vasco y ex alcalde de San Sebastián, defiende sin complejos los contactos con los nazis afirmando que “había que jugar a ganador por una vez”, y concluyendo que “había ciertas esperanzas de que los alemanes nos apoyaran frente a Franco”.
Y Santiago de Pablo, historiador que asesoró a los directores del documental, desvela “el oportunismo de los dirigentes del PNV” que “querían dejar la puerta abierta por si los nazis ganaban la guerra y en ese nuevo mapa de Europa podían conseguir la independencia”.
No es solo una lección de historia. Es demasiado actual. Nos demuestra cómo las grandes potencias han utilizado la máxima de “divide y vencerás”, para disgregar los países que quieren dominar. Y como hay quien, envuelto en la bandera de un falso nacionalismo, está dispuesto a entregar la patria que dicen defender incluso a los peores demonios.