Editorial

Una élite decadente

Dos acontecimientos diametralmente opuestos han marcado la actualidad de las últimas semanas. Por una parte la victoria de la Selección en la Eurocopa, y por otra el incendio más devastador de los últimos veinte años, en la zona de Levante, afectando a tres provincias, Albacete, Murcia y Valencia.

Ambos permiten sacar conclusiones que, aunque enfrentadas, se complementan a la hora de reflejar algunos de los elementos más característicos del sistema de contradicciones que recorren nuestro país: una sociedad llena de vida sometida a una élite decadente.

Por una parte, los incendios. En lo que llevamos de año se han producido ya suficientes incendios como para augurar uno de los peores para los montes de las últimas dos décadas. No es casualidad que la curva descendente que marcaba la cantidad de hectáreas quemadas al año haya revertido su tendencia con la crisis. A medida que los recortes se han ido aplicando, el abandono de nuestros montes y bosques se ha ido agudizando. A la progresiva disminución de las actividades agropecuarias, del pastoreo y de todo tipo de actividad rural, se ha sumado la negligencia consciente en la eliminación de las subvenciones para la limpieza de los montes, y en la precarización, aún más, de las condiciones de trabajo de las brigadas de extinción.

Esto ha provocado la acumulación de factores de alto riesgo, la rápida propagación de los incendios, y las multiplicación de las dificultades para extinguirlos. Como dice un brigadista entrevistado por Foros21, en estas condiciones “cualquier cosa puede provocar un incendio”, y si le añadimos el clima de los meses de verano, “un incendio no lo para ni Dios”. No es muy técnico, pero queda claro dicho por un profesional que trabaja más de 200 horas al mes en el corazón de las llamas.

Por otra, la Selección. Justo cuando cada vez nuestro país se ve más degradado, tanto a nivel nacional como internacional, quebrada su soberanía, coartada su capacidad de decisión independiente, enterrada la voluntad popular, y saqueados nuestro bolsillos, la selección nacional conquista una victoria que nos coloca, en la historia del fútbol, como uno de los mejores equipos de todos los tiempos.

El deporte ha demostrado ser un ámbito de nuestra sociedad que, en cierto modo, se rige por otra reglas. No es solo la Selección. En los últimos años los deportistas españoles han encumbrado la imagen de España a la élite mundial del deporte, con gestas prodigiosas. Es así. Pero, al mismo tiempo, la admiración que en todo el mundo ha provocado la victoria de La Roja significa un salto cualitativo que nos coloca por encima de cualquier otra potencia mundial. Es la punta de lanza que está convirtiendo al deporte español en un referente, no solo por el éxito, sino por los valores que expresa la forma de conseguirlo. Algo que podríamos hacer, como país, en muchos otros ámbitos de la sociedad.

Pero no en la gestión de nuestro patrimonio natural: Solo se cuida aquello que da beneficio para unos pocos. Y si ha de recortarse, como se hace en cultura, sanidad, educación o investigación, hágase con el monte, a costa de decenas de miles de hectáreas quemadas.

Una sociedad llena de vida sometida a una élite decadente.