Escuelas de Marxismo de Unificación Comunista de España

Una ciencia contra la esclavitud asalariada

"Sólo el materialismo filosófico de Marx señaló al proletariado la salida de la esclavitud espiritual en que se han consumido hasta hoy todas las clases oprimidas. Sólo la teorí­a económica de Marx explicó la situación real del proletariado en el régimen general del capitalismo". (V.I.Lenin)

¿Por qué todos los ataques contra el marxismo siempre se centran en negar su carácter cientí­fico? Esta es una de las preguntas que nos planteamos en la segunda Escuela de Marxismo, dentro de un ciclo que va a prolongarse durante todo el año en la principales ciudades españolas, abiertas a la participación de todos los revolucionarios. En el seno de la izquierda las ideas hoy dominantes nos dicen que es imposible desarrollar una «ciencia social» en un mundo «tan complejo y cambiante como el actual». Y acusan al marxismo de «dogmático» y «arrogante» por pretender construir un «socialismo cientí­fico». Ya hace un siglo, Lenin estableció que «de uno u otro modo, toda la ciencia oficial y liberal defiende la esclavitud asalariada, mientras que el marxismo ha declarado una guerra implacable a esa esclavitud». No es solo una discusión teórica despegada de la realidad. Al negar al marxismo su carácter cientí­fico se busca borrar los objetivos revolucionarios (acabar con la explotación capitalista, cambiar el mundo de base) que la teorí­a marxista establece.

Una conquista del pensamiento científicoLa gran ruptura que establece el marxismo es aplicar de forma consecuente el materialismo al estudio de las sociedades humanas. Dando así lugar al nacimiento de una nueva ciencia, el Materialismo Histórico, una enorme conquista del pensamiento científico y una formidable herramienta de transformación en manos de las clases explotadas.

Como clase revolucionaria frente al poder feudal, la burguesía había aplicado el materialismo al estudio de la naturaleza, abriendo con ello todo un continente científico, el de la física. Pero su condición de clase explotadora le impedía poder aplicar ese materialismo al estudio de la historia y de las sociedades humanas. El viejo idealismo teológico feudal fue sustituido por un nuevo idealismo, donde la Razón en la fuerza motriz de la historia. «Solo el marxismo, al tomar posición por la clase explotada, el proletariado, está en disposición de plantear ante el estudio de las sociedades humanas una posición consecuentemente materialista»

Solo el marxismo, al tomar posición por la clase explotada, el proletariado, está en disposición de plantear ante el estudio de las sociedades humanas una posición consecuentemente materilista.

En “La ideología alemana”, Marx rompe con todas las concepciones idealistas y humanistas de la burguesía para asentar las tesis de materialidad en el conocimiento de la historia.

Asentando que: “Debemos comenzar señalando que la primera premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para «hacer historia», en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hacen falta ante todo comida, bebida, vivienda, ropa y algunas cosas más. El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es decir, la producción de la vida material misma, y no cabe duda de que es éste un hecho histórico, una condición fundamental de toda la historia, que lo mismo hoy que hace miles de años, necesita cumplirse todos los días y a todas las horas, simplemente para asegurar la vida de los hombres (…) Se manifiesta, por tanto, ya de antemano, una conexión materialista de los hombres entre sí, condicionada por las necesidades y el modo de producción y que es tan vieja como los hombres mismos; conexión que adopta constantemente nuevas formas y que ofrece, por consiguiente, una «historia», aún sin que exista cualquier absurdo político o religioso que mantenga, además, unidos a los hombres”.

Pero Marx no sólo adopta una posición materialista ante la historia, sino que aplica también un punto de vista dialéctico, revolucionario, que desecha cualquier concepción mecanicista o economicista de la historia. El marxismo plantea de forma materialista que la estructura económica de una sociedad es “la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social”. Pero al mismo tiempo establece de forma incontestable que no es el desarrollo de la base económica, de las fuerzas productivas, sino la lucha de clases lo que constituye el motor de su desarrollo.

La infraestructura económica es lo determinante en última instancia del desarrollo histórico, está en su base; pero la lucha de clases es el factor dominante, el motor que dirige este desarrollo.

Frente a esta concepción materialista y revolucionaria que proporciona el marxismo, los teóricos del “postmarxismo” (como Ernesto Laclau o J.C. Monedero) nos dicen que “la tentación de hacer del socialismo una ciencia, es decir, de dotar de un rumbo necesario y, por tanto, predecible a la emancipación fue un defecto que cometió Marx y profundizaron algunos marxistas”. Estableciendo que “empeñarse en que hay unas leyes inexorables y que se pueden cuantificar los deseos y esfuerzos humanos” o que existe una “ley necesaria de la historia” es un “reduccionismo” que supone regresar a “los errores del socialismo del siglo XX”.

¿Pero en realidad de qué marxismo y de que “ciencia” nos hablan Monedero o Laclau? No del pensamiento profundamente científico y dialéctico de Marx, sino del cientifismo y el determinismo mecanicista, la versión revisionista que la URSS dio del marxismo y de la que todos ellos han participado. Una subversión del marxismo que antepone el desarrollo de las fuerzas productivas a la lucha de clases como motor de la historia. Y que por eso mismo ofrece una visión donde todo está determinado de antemano y la voluntad de los hombres, agrupados en clases y partidos, no cuenta nada. Donde el desarrollo de la sociedad está determinado por un mecanismo ciego de “leyes inexorables” frente a las que los hombres no tienen nada que hacer. Lo que la ciencia del marxismo, por el contrario, ofrece al proletariado es un arma de un valor incalculable: las herramientas de conocimiento de las leyes que rigen el capitalismo. Y con ello la capacidad de, actuando de modo consciente sobre esas leyes, transformar la realidad y acabar con la explotación.

Todos los ataques contra el marxismo se centran siempre en negar su carácter científico. Y no es casual. Lenin establece que “sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria”, concluyendo que “sólo el materialismo filosófico de Marx señaló al proletariado la salida de la esclavitud espiritual en que se han consumido hasta hoy todas las clases oprimidas. Sólo la teoría económica de Marx explicó la situación real del proletariado en el régimen general del capitalismo”. Desvelando como la plusvalía, la explotación de la fuerza de trabajo, era el origen de toda la inmensa riqueza de los capitalistas.

Al negar al marxismo su carácter científico, y reducirlo a un simple método donde puedes coger una parte y despreciar otra, se persigue el objetivo de borrar los objetivos revolucionarios que establece.