Las relaciones entre literatura y ciencia no han sido siempre pacíficas. En realidad, cada uno de esos campos del conocimiento (sí, la literatura también es un fuente de conocimiento) aspira a tener su verdad, a proclamar la supremacía de su forma de saber, a hacer más valiosos sus puntos de vista. Pero como suele ocurrir, sobre todo fuera de los acotados límites de los especialistas en cada campo, la realidad suele corroborar lo contrario: que literatura y ciencia, ciencia y literatura, muy bien pueden cooperar y complementarse a la hora de configurar una cosmovisión liberadora.
Un caso notable de “cooperación” entre literatura y ciencia es el que acaba de llevar a cabo Benjamin Labatut, escritor “chileno” nacido en Rotterdam, Países Bajos, en 1980. Labatut pasó su infancia en La Haya, Buenos Aires y Lima y a los catorce años se estableció en Santiago de Chile. Su primer libro de relatos se publicó en México en 2009, obtuvo un premio de la UNAM y al año siguiente ganó el Premio Municipal de Santiago de Chile. Pero su verdadero salto a la escena literaria se produciría en 2020 con la publicación de “Un verdor terrible”, que en apenas dos años lleva ya diez ediciones en Anagrama, ha sido publicado y traducido en 22 países y ha sido finalista en 2021 del International Book Award.
“Un verdor terrible” puede ser considerado bien como una colección de narraciones que tienen un hilo conductor común o bien como una “novela de relatos”, al gusto y criterio del lector. El hilo que hilvana los textos es un verdadero cable de acero: las vicisitudes, tentativas, búsquedas, experimentos e hipótesis de los científicos que cambiaron nuestra visión del mundo al revolucionar la física y las matemáticas. Una historia que nos acerca a los secretos de la ciencia pero también a los abismos de la locura.
Por las páginas de “Un verdor terrible” desfila toda una serie de descubrimientos científicos que van formando una cadena verdaderamente perturbadora que nos asoma a terribles consecuencias: es, por ejemplo, el caso del primer pigmento sintético moderno, el azul de Prusia, creado en el siglo XVIII por un alquimista que buscaba el Elixir de la Vida mediante crueles experimentos con seres vivos, y que se convertirá más tarde en en el origen del cianuro de hidrógeno, un gas mortal que el químico judío alemán Fritz Haber, padre de la guerra química, utilizó para fabricar el pesticida Zyklon, que luego los nazis lo utilizarían en los campos de concentración para asesinar a millones de judíos, entre ellos a varios miembros de su propia familia. También asistimos, asombrados, a las exploraciones matemáticas de Alexander Grothendiek, que le llevaros al delirio místico, al aislamiento social y la locura; a la carta enviada a Einstein por un amigo moribundo en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, con la solución de las ecuaciones de la relatividad y el primer augurio de los agujeros negros; y a la lucha entre los dos fundadores de la mecánica cuántica (Erwin Schrödinger y Werner Heisenberg) que generó el principio de incertidumbre y que dio pie a la famosa conclusión de Niels Bohr (“si esto es cierto, la realidad ha desaparecido”) o a la respuesta que Einstein le gritó al físico danés: “¡Dios no juega a los dados con el universo!”.
“Extraordinario… Ingenioso, complejo y profundamente perturbador”
Los relatos de Labatut son inquietantes, rigurosos, inteligentes, amenos y perturbadores. La narración transcurre en todo momento por el territorio inestable de la exploración de los límites de lo desconocido, donde la fundamentación científica conoce momentos de conexión con ideas místicas, dudas existenciales, retos intelectuales ignorados y el abismo insondable de la locura.
No es de extrañar que un texto así haya recibido inmediatamente el reconocimiento y la bendición de uno de los escritores más relevantes de Europa a día de hoy y autor también de una trilogía centrada en los descubrimientos científicos que cambiaron nuestra visión del mundo en el pasado, el irlandés John Banville: “Un libro extraordinario… Ingenioso, complejo y profundamente perturbador”.
José Mário Silva, desde el Expresso en Portugal, subraya también otro aspecto muy relevante: “El prodigio de los escritos de Benjamín Labatut radica en su capacidad de acceder a dominios de enorme complejidad sin renunciar al rigor, al mismo tiempo en que convierte a estos científicos en personajes de carne y hueso, figuras literarias puras que probablemente sean más verdaderas cuanto más parecen inventadas”.
Labatut ha conseguido llevar a cabo la fusión alquímica de realidad y ficción en unos experimentos narrativos que tiene el sabor de la mejor literatura. Y que permiten abordar, o al menos acercarse, a ese momento estelar en que la física llegó a cuestionar los fundamentos mismos del mundo: “Cuando dejamos de entender el mundo” es el título del relato que narra esa lucha titánica y los cerrados esfuerzos de Einstein para encontrar un camino de regreso a un mundo objetivo, frente a lo que consideraba el delirio de la mecánica cuántica.
Un libro apasionante donde la literatura explora la ciencia, y la ciencia se convierte en literatura.