Días antes de que Trump lanzara su oferta de compra, Groenlandia se había convertido en trendig topic mundial en twitter. La culpa fue de una simple foto, donde varios perros tiraban de un trineo en el fiordo de Inglefield Bredning, al noroeste de la isla. Los animales caminaban sobre una capa de agua formada por el hielo derretido. En esa zona, con una temperatura media histórica de 3,2 grados, se habían superado los 17.
Cubierta de hielo en un 84% de su territorio, Groenlandia es un termómetro especialmente sensible para medir los efectos del cambio climático. Según el Centro Nacional de Nieve y Hielo de EEUU, el aumento de temperaturas ha provocado que el 63% de los glaciares de Groenlandia estén en retroceso, y se haya perdido ya el 30% del hielo marino.
La velocidad a la que se está fundiendo el hielo en Groenlandia supera nuestra capacidad de contar. En solo dos días -el 31 de julio y el 1 de agosto- la isla vertió al océano 22.500 millones de toneladas de agua, suficientes para tapar España. Y el mes pasado, el nivel del océano en todo el mundo subió un milímetro por el hielo derretido en Groenlandia.
Según los organismos internacionales, si no se toman medidas para contrarrestar la acción del calentamiento, en 2050 todo el hielo de Groenlandia podría desaparecer. Las implicaciones globales de este deshielo afectarían al clima mundial, y tendrían también inesperadas consecuencias políticas.