División y retroceso en el independentismo

Un septiembre no tan caliente

Los datos de asistentes anunciados vaticinan una cifra de participantes en la Diada bastante menor que el año anterior.

A pocas semanas de que se haga pública la sentencia del juicio del procés, la lógica parecía conducir a un “cierre de filas” en el campo independentista, y a nuevo pico de movilizaciones de protesta.

En la realidad, no parece que vaya a suceder ni una cosa ni la otra. La división en el campo independentista es cada vez más enconada, y los datos anuncian una diada menos multitudinaria que la de los años anteriores.

Los límites del procés pueden quedar reflejados en un mes de septiembre que en los últimos años ha sido el pistoletazo de salida para calentar el enfrentamiento.

Cuanto más retrocede el procés, mayor es la división en las élites independentistas

El primer dato relevante son los inscritos a las actividades de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) para la diada. Un desesperado llamamiento ha provocado el aumento desde 37.500 a 60.000 inscritos en los últimos días de agosto. Pero están muy lejos de los 350.000 inscritos de 2013, y son un 25% menos que el año pasado.

La ANC ha sido la “fuerza de choque” social del independentismo, exhibiendo cada 11 de septiembre músculo en la calle. Ahora, la ANC ha pasado a denunciar públicamente… a los políticos independentistas. Profiriendo furibundas críticas los dirigentes de ERC que han cogido un camino pragmático y posibilista. Algunos destacados dirigentes del partido de Junqueras han anunciado que no acudirán a los actos de la diada organizados por la ANC, justificando su ausencia en que “un grupo de exaltados quiere convertirlo en un aquelarre purificador contra los traidores”.

Desde su dorado exilio en Waterloo, Puigdemont acaba de publicar un opúsculo en el que desecha “las apelaciones al diálogo”, afirmando que sólo queda el enfrentamiento con el Estado, largo, aunque con “fases de baja intensidad y otras de alta”. Y su alter ego en la Generalitat, Quim Torra, llama a diseñar una “agenda de ruptura”, de “confrontación democrática”.

Pero la realidad catalana ya no es la misma, y los cantos a la “unilateralidad” esconden vergüenzas mucho más prosaicas.

Tras las recientes elecciones municipales las élites del procés se han lanzado, no a preparar el camino hacia la independencia, sino a conservar, literalmente al precio que sea, sus cuotas de poder y de acceso a los presupuestos públicos.

En más de treinta municipios ERC y Junts per Catalunya se han quitado mutuamente la alcaldía a través de acuerdos con el PSC, al que siguen calificando como “el partido del 155”. En los consejos comarcales los pactos entre JxCat y el PSC han superado a los realizados entre JxCat y ERC. Y, como traca final, JxCat ha otorgado la Diputación de Barcelona al PSC, evitando que cayera en manos de ERC, para tener una vía de acceso más directa a los casi 1.000 millones de presupuesto de la institución.

El carácter depredador de las élites del procés, maquillado bajo las apelaciones a la independencia, se ha puesto una vez más de manifiesto.

La publicación de la sentencia del juicio del procés, que presumiblemente tendrá lugar en septiembre, volverá a enconar la situación en Cataluña. Pero la división y el retroceso en el campo independentista son evidentes. Y tienen mala solución. Porque su problema principal no está “con Madrid”, sino con la mayoría de la sociedad catalana que rechaza la ruptura.