Durante 13 días hemos asistido a una extraordinaria movilización de recursos materiales y humanos para rescatar el cuerpo de Julen, el niño atrapado en un pozo en la localidad malagueña de Totalán. El trágico desenlace nos ha hecho compartir un dolor que ya es colectivo. Pero en la forma en que hemos enfrentado esta desgracia se ha dibujado una imagen de nosotros mismos en la que todos nos reconocemos: la de un país, demasiadas veces vilipendiado y degradado, capaz de unir esfuerzos por encima de divisiones, de destinar recursos sin esperar recibir nada a cambio, de afrontar retos formidables a pesar de las dificultades. Muy por delante de la denuncia de un sensacionalismo que, salvo contadas excepciones, no ha existido, este ha sido un rescate “marca España”, que, a pesar de la tristeza, nos habla de todo lo que somos capaces de hacer.
Salvando dificultades en un tiempo récord
Una enorme obra de “ingeniería humanitaria”
“Esta no es una operación de rescate sino una obra de ingeniería civil humanitaria”. Así se expresaba el responsable del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Málaga que ha dirigido sobre el terreno el equipo técnico desplegado en Totalán. Desde el primer momento aparecieron las dificultades encadenadas. Las características del pozo, de 110 metros de profundidad y apenas 25 centímetros de diámetro, hacían imposible el descenso de un especialista. Y el tapón de arena que cubría el cuerpo del pequeño, fruto de la caída, impedía poder sacarlo a la superficie. La única alternativa posible era perforar en la montaña otras vías de acceso alternativas que permitieran llegar hasta Julen. Y en unas condiciones donde, dada la necesidad de acelerar los tiempos, no era posible elaborar los estudios geológicos previos que precisa cualquier excavación. Además, cuando se procedió a horadar el terreno, los equipos se encontraron con vetas de material de enorme dureza, que retrasaban toda la operación. A lo que se unió la complejidad del terreno, con piedras de gran dureza que hacían extremadamente difícil la perforación. Estas son las condiciones que convertían el rescate del cuerpo de Julen en una obra de una gigantesca dificultad, agravado por el hecho de que no existían precedentes de una operación similar en los que apoyarse.
Conviene tener todos los hechos en cuenta para valorar la magnitud del trabajo realizado en Totalán. Cuando inmediatamente se toma la decisión de rescatar el cuerpo de Julen, haciendo literalmente lo que sea necesario, se inicia una operación que ha requerido un descomunal esfuerzo colectivo. Durante las casi dos semanas en las que se ha trabajado sin descanso se han removido 85.000 toneladas de tierra. Para instalar la máquina de 75 toneladas, la única que podía vencer la dureza de la montaña que engulló a Julen, se han debido fabricar caminos para su traslado, y rebajar 30 metros las laderas. Y para excavar el tramo final, que debía realizarse manualmente, han sido necesarias 32 horas.
Ha sido una enorme obra de ingeniería de precisión, ejecutada por un equipo de más de 300 miembros con un altísimo grado de especialización, con 13 ingenieros y técnicos de empresas privadas abordando como realizar obras nunca antes realizadas en esas condiciones, con una Brigada de Salvamento Minero llegada ex profeso desde Asturias, con un enorme despliegue de efectivos de la Guardia Civil, Protección Civil, el Grupo de Emergencias de Andalucía (GREA), el Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Oriental, la Policía Nacional, el Consorcio Provincial de Bomberos de la Diputación Provincial de Málaga…
Esta enumeración de hechos ―que lógicamente no ocupaban el centro de atención cuando todos estábamos pendientes del destino del pequeño Julen― debe ser ahora valorada. Si no lo hacemos, no seremos conscientes de lo que hemos hecho. Numerosos medios internacionales han seguido el rescate de Julen, conmoviéndose ante la oleada de solidaridad, pero también destacando la capacidad de movilizar recursos en una operación cuya envergadura le hace estar al alcance de muy pocos países.
Lloramos la muerte de Julen y nos solidarizamos con su familia. Pero también tenemos motivos para estar orgullosos. Por ejemplo, de nuestras capacidades como sociedad. Y no ha sido este un ejemplo aislado. Equipos científicos españoles desarrollan investigaciones punteras en numerosos campos, desde la investigación con células madre a la biomedicina, nuevos tratamientos para tratar enfermedades… Somos líderes mundiales en donación y realización de trasplantes… No somos el país ensimismado, degradado, cuasi “incorregible” en sus defectos endémicos con que periódicamente nos martillean. Con toda la operación desarrollada en Totalán hemos vuelto a demostrar, a nosotros mismos y al conjunto del mundo que nos ha mirado, la fuerza y capacidad acumulada que disponemos.
Héroes obreros
Todas y cada una de las personas que han participado, directa o indirectamente, en el rescate merecen nuestra admiración. Pero, de forma espontánea y nada casual, una corriente poderosa de opinión lo ha personificado en la silenciosa sobriedad de los ocho miembros de la Brigada de Salvamento Minero llegados desde Asturias.
“Nadie se deja atrás en la mina”. Esta máxima de profunda solidaridad ha vuelto a hacerse efectiva. Descendiendo más de 60 metros en una galería de poco más de un metro cuadrado de espacio para rescatar el cuerpo de Julen.
En uno de los reportajes publicados sobre las operaciones de rescate, el artículista constaba que “en el trato a Julen ha predominado lo mejor de la cultura obrera de este país”.
Incluso sin haberlo pensado ni formulado, no nos equivocamos, sabemos con quien estamos.