El intrincado laberinto que ahora mismo es la política francesa está dejando piruetas que algún día harán las delicias de los historiadores. A primeros de septiembre caía el primer ministro Bayrou -el quinto gobierno macronista en cinco años-, probando en su lugar Sébastien Lecornu, exministro de Defensa y muy cercano a Macron. Cuatro semanas después, Lecornu ha dimitido… y sido ha vuelto a nombrar por el Eliseo para volver a intentar formar gobierno, en lo que la prensa gala llama jocosamente “Sébastien Lecornu II”.
De fondo, un Macron que tiene como mandato la ejecución de un brutal plan de recortes y ajustes sociales de más de 44.000 millones de euros, y que ya ha recibido una contundente respuesta en forma de masivas protestas y huelgas por parte de sindicatos, izquierda y movimientos populares. Y un parlamento fragmentado en tres bloques -macronistas, extrema derecha lepenista e izquierda- mutuamente excluyentes entre sí.
«Lecornu I ha muerto, ¡viva Lecornu II!» dicen con sorna los titulares franceses. Veintisiete días ha durado el exministro de Defensa galo intentando sin éxito formar gobierno, enfrentándose a masivas huelgas y protestas, y tratando de escabullirse ante la insistente pregunta de si iba a mantener intacta la agenda presupuestaria -es decir, de recortes y ajustes- de si predecesor, François Bayrou.
Ante su fracaso, Lecornu I presentó su dimisión por primera vez el 6 de octubre de 2025, apenas unas horas después de anunciar la composición de su gabinete. Pero Macron ha decidido que -por alguna razón- un Lecornu II podría funcionar, y ha lanzado un «remake».
Y como en el tropo de las películas de laberintos, Francia exclama «un momento, me parece que ya hemos pasado por aquí».
