Impulsado por su enorme popularidad, el tándem presidencial Faye-Sonko comienza a desplegar un ambicioso programa -autodenominado “panafricanista de izquierdas”- centrado en combatir la corrupción y la dependencia e intervención extranjera, y en avanzar en un camino de autonomía, soberanía y autodesarrollo económico.
A finales de marzo, cientos de miles de personas se echaban a las calles de Senegal. Pero esta vez no era para protestar contra el corrupto, autocrático y prooccidental gobierno de Macky Sall, sino para estallar de júbilo ante el triunfo del candidato opositor Diomaye Faye, mano derecha de otra figura, Ousmane Sonko, cuyo prestigio y magnetismo llegan a toda África.
Habían razones más que fundadas para el festejo. Quince días antes de la fecha electoral, Diomaye Faye estaba entre rejas. La enorme presión de la movilización popular lo sacó de la cárcel y lo llevó a arrasar en las urnas con un 54,28% de los votos. Ya investido, su primera decisión fue indultar a su mentor Ousmane Sonko, nombrándole primer ministro.
Desde entonces, el tándem Faye-Sonko luchan por llevar adelante su plan de desarrollo económico de Senegal, impulsando la industrialización y tratando de desembarazarse de la maraña de imposiciones económicas, comerciales y políticas con la UE (especialmente con Francia) y con EEUU.
Por ejemplo, el gobierno de Dakar trata de renegociar las concesiones de gas y petróleo a empresas multinacionales, así como los acuerdos de pesca con la UE y otras potencias extranjeras, denunciados como draconianos y abusivos no sólo por la población senegalesa, sino por ONGs como Greenpeace. Unos acuerdos pesqueros que arruinan a los pescadores tradicionales y las poblaciones costeras, sumiéndoles en la miseria y empujándoles a coger un cayuco para tratar de llegar a Canarias en una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo. Ahora el gobierno ha devuelto a los pescadores una zona reservada para ellos a 20 km desde el litoral.
Además, el ejecutivo de Faye-Sonko -al igual que otros países africanos como Malí, Burkina Faso y Níger- trata de desembarazarse del uso de una moneda, el franco CFA, que los vincula a Francia y al euro.
El nuevo gobierno soberanista de izquierdas busca el control nacional de las materias primas, desarrollando la formación de la mano de obra y de los expertos técnicos en todo el país. Impulsando la creación, con recursos estatales, de cadenas de valor agrícolas para cambiar un modelo económico demasiado dependiente de las importaciones, así como promocionando las empresas locales en detrimento de las extranjeras, especialmente en los sectores estratégicos.